RÉQUIEM POR GRECIA. LUIS ENRIQUE IBÁÑEZ


RÉQUIEM POR GRECIA

"Esa era la plaza griega. Esa plaza no existe ahora. Ahora no podemos criticar a nuestros reyezuelos, peleles de plasma que se esconden en los rincones de palacio. Ahora, la palabra "democracia" ha sido desahuciada, en Grecia, y aquí."

Grecia ya no existe.

Grecia ha sido sepultada bajo la marea alta del expolio infinito. Los buitres de la usura están terminando su trabajo. La dictadura de la indecencia ha quedado establecida y, bajo su yugo, nuestra madre Grecia, la cuna de nuestra civilización, yace, sangrada, en la arena del olvido. La pérfida madrastra, Europa, Premio Nobel de la Paz, ha mordido el corazón de nuestra madre, de Grecia. Logos, Democracia, Verdad, Belleza, Justicia... son  palabras hermosas que nuestros abuelos griegos, generosos, nos regalaron para que emprendiéramos juntos el viaje sabio hacia la civilización, hacia esa Utopía necesaria que, como es natural, siempre está un poco más lejos del lugar al que acabamos de llegar.


Ellos sentaron las bases de lo que Europa quería ser, podría ser, y ahora Europa, mientras sonríe con desprecio,  firma, con los puños de Alemania y del poder financiero, la sentencia de muerte de nuestra amada Grecia.

Grecia se desangra y sus verdugos, todos, nos piden, nos ordenan, que miremos para otro lado. Nuestros venerados dioses griegos, nuestros compatriotas griegos, son ya enfermos terminales a los que dentro de un segundo se les va a quitar el oxígeno envenenado que les mantiene con su no vida.

Y han prohibido que las cámaras entren allí, al otro lado de la televisión, a la otra orilla real.

Asesinan el significante para que la verdad muera.

Por eso, malditos sean todos los medios de comunicación que obedecen como lacayos la orden tirana de ocultar la información.

En Grecia, ahora mismo, hay colas y peleas alrededor de los contenedores de basura, padres que se pelean por intentar llevar el mejor resto de comida podrida a la boca de sus hijos. Pero apenas queda nada en esos contenedores. En Grecia, ahora mismo, se está produciendo un expolio. Y no me refiero al perpetrado por los bancos alemanes contra el país, ese es el real, el núcleo. Me refiero al de los supermercados, un expolio pasivo, terminal, en el que muchos trabajadores de esos centros comerciales ya empiezan a decir a la población, "coged lo que queráis... total..."

En Grecia, ahora mismo, se están pegando palizas a inmigrantes extranjeros, arrastrados por el suelo ante la mirada pasiva, muerta, de una población zombi a la que le han robado el alma.

La Grecia de Homero, de Platón, de Sófocles, de Tucídides, de Sócrates, la Grecia que armó de sentido nuestra historia, contempla ahora cómo sus hijastros le escupen en la cara, la destierran del estúpido y mentiroso menú de las noticias, para que no veamos el parricidio, para que pensemos que nosotros somos otros, para que olvidemos, como asquerosos colaboracionistas, quiénes somos realmente.

Todos somos cómplices. Todos somos griegos. Si no hay salida para nuestros padres, no hay salida para nadie.

Grecia es el ágora, Grecia es la plaza, Grecia es la palabra, la palabra sabia que se levanta y orienta, la palabra antigua y serena que agita el pensamiento y mueve las decisiones. Grecia es ese espacio público donde la palabra manda, ese lugar en el que el que el logos, la razón, sembrada por el mythos rebelde (código ancestral donde el pensamiento despierta), dirige, despeja, refresca  el futuro... Ese lugar, el ágora, la plaza de todos, ha sido dinamitado, en Grecia, y aquí.

El maestro Rodríguez Adrados nos recuerda que "En el comienzo de la Ilíada se ve cómo a Agamenón le dicen todas las verdades en asamblea, como si fuera el parlamento de aquí. Aquello asustaba a la gente. Tanto que la palabra democracia estaba prohibida en la Edad Media".

Esa era la plaza griega. Esa plaza no existe ahora. Ahora no podemos criticar a nuestros reyezuelos, peleles de plasma que se esconden en los rincones de palacio.




Ahora, la palabra "democracia" ha sido desahuciada, en Grecia, y aquí.



Todavía vaga en el recuerdo, como un alma en pena, la imagen de Yorgos Papandréu, presidente del Gobierno de un país ¿soberano?, y que fue forzado (por los Amos) a dimitir: había tenido la osadía de querer consultar la opinión de sus compatriotas, de convocar un referémdum sobre la refinanciación de la deuda griega... viva la democracia.

Me asquean hasta el vómito esos no dirigentes políticos, servidores del mal, que repiten, para calmar nuestra equivocada ansiedad, esas consignas sin corazón del tipo... "España no es Grecia, España no es Chipre, España no es Irlanda, España no es Portugal..."

No es verdad. Hay que resistir.

Yo soy griego. Yo soy chipriota. Yo soy irlandés. Yo soy portugués.

Porque, si todavía no hemos perdido del todo nuestra condición de seres humanos, debemos abrazar con fuerza, como si fueran los últimos salvavidas que nos quedan,  las palabras del poeta John Donne,

"... Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti. "

Y, además, incluso apartándonos del obligado terreno moral, incluso situándonos en su mézquino discurso de mercaderes sin alma, nos mienten, y lo saben. España también es Grecia en ese sentido. España es otra pieza más del botín. Solo espera su turno.

Con la mirada perdida, solo espera que las campanas también doblen por ella.

Fue en Grecia donde la palabra hospitalidad fue alimentada con el alimento sano de un pensamiento soportado por la ética. Una palabra que fue sembrada a lo largo de miles de páginas en la literatura clásica griega. Una palabra en la que el viajero Ulises se cobijaba cada vez que llegaba a un nuevo lugar.

Ellos nos regalaron esa palabra, hospitalidad, y ahora ellos están siendo expulsados de sus vidas, expulsados de todo.

Ellos, nuestros abuelos griegos, son los que según el sabio Emilio Lledó, "nos legaron todo lo que somos". Y añade: "la cultura griega, esa Grecia, esa palabra convertida en economía, ¡qué empobrecimiento!"

Hace más de un año, el catedrático de Filología Griega en la Complutense, Carlos García Gual, nos contó (a los asistentes en un congreso) lo que le dijo un amigo suyo, inmigrante:

"Europa ya no es Europa, porque Europa no se da cuenta de que yo soy Ulises"

Si Grecia desaparece, nosotros también.

Y mientras tanto, hoy, 25 de abril de 2013, los estudiantes españoles van a tomar la calle. Y también hay una convocatoria de "Asedio al Congreso".

A ese Congreso que desoye las demandas justas de la población española (ahí tienen la ILP, presentada por la PAH, y despreciada por ellos) .

Y también hoy, aniversario de la Revolución de los claveles en Portugal, la cifra del parados en España ha superado la cifra de 6.000.200, ciudadanos desesperados.

Todos somos Grecia.

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