RÉQUIEM POR
GRECIA
"Esa era la plaza griega. Esa plaza no
existe ahora. Ahora no podemos criticar a nuestros reyezuelos, peleles de
plasma que se esconden en los rincones de palacio. Ahora, la
palabra "democracia" ha sido desahuciada, en Grecia, y aquí."
Grecia ya no
existe.
Grecia ha
sido sepultada bajo la marea alta del expolio infinito. Los buitres de la usura
están terminando su trabajo. La dictadura de la indecencia ha quedado
establecida y, bajo su yugo, nuestra madre Grecia, la cuna de nuestra
civilización, yace, sangrada, en la arena del olvido. La pérfida madrastra,
Europa, Premio Nobel de la Paz, ha mordido el corazón de nuestra madre, de
Grecia. Logos, Democracia, Verdad, Belleza, Justicia... son palabras hermosas que nuestros abuelos
griegos, generosos, nos regalaron para que emprendiéramos juntos el viaje sabio
hacia la civilización, hacia esa Utopía necesaria que, como es natural, siempre
está un poco más lejos del lugar al que acabamos de llegar.
Ellos
sentaron las bases de lo que Europa quería ser, podría ser, y ahora Europa,
mientras sonríe con desprecio, firma,
con los puños de Alemania y del poder financiero, la sentencia de muerte de
nuestra amada Grecia.
Grecia se
desangra y sus verdugos, todos, nos piden, nos ordenan, que miremos para otro
lado. Nuestros venerados dioses griegos, nuestros compatriotas griegos, son ya
enfermos terminales a los que dentro de un segundo se les va a quitar el
oxígeno envenenado que les mantiene con su no vida.
Y han
prohibido que las cámaras entren allí, al otro lado de la televisión, a la otra
orilla real.
Asesinan el
significante para que la verdad muera.
Por eso,
malditos sean todos los medios de comunicación que obedecen como lacayos la
orden tirana de ocultar la información.
En Grecia,
ahora mismo, hay colas y peleas alrededor de los contenedores de basura, padres
que se pelean por intentar llevar el mejor resto de comida podrida a la boca de
sus hijos. Pero apenas queda nada en esos contenedores. En Grecia, ahora mismo,
se está produciendo un expolio. Y no me refiero al perpetrado por los bancos
alemanes contra el país, ese es el real, el núcleo. Me refiero al de los
supermercados, un expolio pasivo, terminal, en el que muchos trabajadores de
esos centros comerciales ya empiezan a decir a la población, "coged lo que
queráis... total..."
En Grecia,
ahora mismo, se están pegando palizas a inmigrantes extranjeros, arrastrados
por el suelo ante la mirada pasiva, muerta, de una población zombi a la que le
han robado el alma.
La Grecia de
Homero, de Platón, de Sófocles, de Tucídides, de Sócrates, la Grecia que armó
de sentido nuestra historia, contempla ahora cómo sus hijastros le escupen en
la cara, la destierran del estúpido y mentiroso menú de las noticias, para que
no veamos el parricidio, para que pensemos que nosotros somos otros, para que
olvidemos, como asquerosos colaboracionistas, quiénes somos realmente.
Todos somos
cómplices. Todos somos griegos. Si no hay salida para nuestros padres, no hay
salida para nadie.
Grecia es el
ágora, Grecia es la plaza, Grecia es la palabra, la palabra sabia que se
levanta y orienta, la palabra antigua y serena que agita el pensamiento y mueve
las decisiones. Grecia es ese espacio público donde la palabra manda, ese lugar
en el que el que el logos, la razón, sembrada por el mythos rebelde (código
ancestral donde el pensamiento despierta), dirige, despeja, refresca el futuro... Ese lugar, el ágora, la plaza de
todos, ha sido dinamitado, en Grecia, y aquí.
El maestro
Rodríguez Adrados nos recuerda que "En el comienzo de la Ilíada se ve cómo
a Agamenón le dicen todas las verdades en asamblea, como si fuera el parlamento
de aquí. Aquello asustaba a la gente. Tanto que la palabra democracia estaba
prohibida en la Edad Media".
Esa era la
plaza griega. Esa plaza no existe ahora. Ahora no podemos criticar a nuestros
reyezuelos, peleles de plasma que se esconden en los rincones de palacio.
Ahora, la
palabra "democracia" ha sido desahuciada, en Grecia, y aquí.
Todavía vaga
en el recuerdo, como un alma en pena, la imagen de Yorgos Papandréu, presidente
del Gobierno de un país ¿soberano?, y que fue forzado (por los Amos) a dimitir:
había tenido la osadía de querer consultar la opinión de sus compatriotas, de
convocar un referémdum sobre la refinanciación de la deuda griega... viva la
democracia.
Me asquean
hasta el vómito esos no dirigentes políticos, servidores del mal, que repiten,
para calmar nuestra equivocada ansiedad, esas consignas sin corazón del tipo...
"España no es Grecia, España no es Chipre, España no es Irlanda, España no
es Portugal..."
No es
verdad. Hay que resistir.
Yo soy
griego. Yo soy chipriota. Yo soy irlandés. Yo soy portugués.
Porque, si
todavía no hemos perdido del todo nuestra condición de seres humanos, debemos
abrazar con fuerza, como si fueran los últimos salvavidas que nos quedan, las palabras del poeta John Donne,
"...
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre
es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se
lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un
promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna
persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro
unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las
campanas; doblan por ti. "
Y, además,
incluso apartándonos del obligado terreno moral, incluso situándonos en su
mézquino discurso de mercaderes sin alma, nos mienten, y lo saben. España
también es Grecia en ese sentido. España es otra pieza más del botín. Solo
espera su turno.
Con la
mirada perdida, solo espera que las campanas también doblen por ella.
Fue en
Grecia donde la palabra hospitalidad fue alimentada con el alimento sano de un
pensamiento soportado por la ética. Una palabra que fue sembrada a lo largo de
miles de páginas en la literatura clásica griega. Una palabra en la que el
viajero Ulises se cobijaba cada vez que llegaba a un nuevo lugar.
Ellos nos
regalaron esa palabra, hospitalidad, y ahora ellos están siendo expulsados de
sus vidas, expulsados de todo.
Ellos, nuestros
abuelos griegos, son los que según el sabio Emilio Lledó, "nos legaron
todo lo que somos". Y añade: "la cultura griega, esa Grecia, esa
palabra convertida en economía, ¡qué empobrecimiento!"
Hace más de
un año, el catedrático de Filología Griega en la Complutense, Carlos García
Gual, nos contó (a los asistentes en un congreso) lo que le dijo un amigo suyo,
inmigrante:
"Europa
ya no es Europa, porque Europa no se da cuenta de que yo soy Ulises"
Si Grecia
desaparece, nosotros también.
Y mientras
tanto, hoy, 25 de abril de 2013, los estudiantes españoles van a tomar la
calle. Y también hay una convocatoria de "Asedio al Congreso".
A ese
Congreso que desoye las demandas justas de la población española (ahí tienen la
ILP, presentada por la PAH, y despreciada por ellos) .
Y también
hoy, aniversario de la Revolución de los claveles en Portugal, la cifra del
parados en España ha superado la cifra de 6.000.200, ciudadanos desesperados.
Todos somos
Grecia.
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