MACHISMO Y CRISIS
Las salidas
de tono machistas de los políticos no son hechos aislados. Creo que reflejan el
estado de opinión de una sociedad como la española que todavía no es plenamente
consciente de la tremenda discriminación que padecen las mujeres y de su efecto
tan negativo sobre la economía.
Los intentos
de quitar importancia a la violencia que sufren muchas de ellas, diciendo que
es más o menos parecida a la que recae sobre los hombres, manifiesta, además,
una gran ignorancia de los hechos.
Según el
Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder
Judicial las 62 personas que murieron a manos de sus parejas en 2011 fueron
todas mujeres. Y las denuncias falsas que presentaron algunas mujeres contra
sus parejas ese mismo año fueron el 0,01% del total, según la Fiscalía General
del Estado. Los datos internacionales van en la misma dirección. Documentos de
Naciones Unidas indican que más del 70% de las mujeres ha sufrido violencia de
género en algún momento de su vida y que la mitad de las que mueren por
homicidio lo hacen a manos de sus parejas. El Banco Mundial asegura que las
mujeres de entre 15 y 44 años tienen más probabilidad de sufrir violación o
violencia doméstica que de morir de cáncer o en accidente de coche.
La inmensa
mayoría de los estudios que se han realizado sobre este drama indican que el
origen de la violencia específica que sufren las mujeres se debe en gran parte
a la discriminación a la que están sometidas. Y precisamente en los últimos
días se acaban de publicar nuevos datos que indican que la crisis la está
aumentando.
Según el
Departamento de Trabajo de Estados Unidos allí se han creado 5,3 millones de
empleos desde 2009 pero solo el 30% han sido ocupados por mujeres. En España,
el VII Informe del Perfil de la Mujer Trabajadora realizado por Adecco acaba de
mostrar que el 72,32% de los nuevos contratos de trabajo a tiempo parcial
corresponden a mujeres, y que por cada 26,3 mujeres que compatibilizan su
jornada a tiempo parcial con la atención a los miembros de su familia, tan sólo
un hombre lo hace. Y eso no es así por libre decisión de las mujeres, pues el
89% de las que trabajan a tiempo parcial lo hace porque no encuentra empleo a
tiempo completo.
Todo eso
confirma la predicción que al empezar la crisis hicimos Lina Gálvez y yo en
diversos trabajos: si no se actuaba rápido en otra dirección, lo que no se ha
hecho, la recesión acabaría con gran parte de los avances en materia de
igualdad que se habían conseguido en años anteriores. Más concretamente,
avanzamos que las mujeres terminarían “especializándose” en empleos a tiempo
parcial para asumir con más intensidad el trabajo doméstico, es decir,
aumentando su número total de horas de trabajo. De hecho, se está comprobando
también que ni siquiera los hombres parados y que tienen más tiempo libre
dedican más atención a las tareas domésticas.
La
experiencia nos dice que cuesta mucho tiempo conseguir avances en igualdad
entre mujeres y hombres pero que se pueden perder muy rápidamente si no se
actúa en positivo para consolidarlos. El mismo Gobierno de Zapatero que puso en
marcha las políticas más avanzadas de Europa en este campo comenzó a
incumplirlas en cuanto se inició la crisis, y el Gobierno de Rajoy está tomando
las medidas más perjudiciales de los últimos decenios. La igualdad fue flor de
un día y ahora vamos claramente hacia atrás. Algo que es muy peligroso para
todos pues, como acaba de concluir un seminario celebrado en la Universidad de
Oxford, la desigualdad entre mujeres y hombres es el principal freno para crear
actividad económica sostenible, cohesión social y estabilidad política, que es
precisamente lo que nos falta. Sin igualdad entre mujeres y hombres, se dijo
allí textualmente, hay mala economía, malos negocios y una situación moralmente
indefendible.
Mientras
sigamos ajenos a la realidad, creyendo que la discriminación o la violencia
contra las mujeres son una simple anécdota sin mayor importancia o que se curan
solo con el paso del tiempo, ni saldremos de esta crisis ni evitaremos otras
peores. La igualdad no es un lujo para disfrutar en épocas de bonanza sino su
prerrequisito.
FUENTE: EL PAÍS
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