TIANANMEN. 4 JUNIO 1989
En
el homenaje de hoy vamos a remontarnos a 1989, año en el que el mundo asistía
al desmoronamiento del muro de Berlín y por extensión a la caída estrepitosa
del bloque soviético. Mientras Europa y el mundo se transformaban, en extremo
oriente bullían esas mismas ansias de cambio, pero con resultados muy
diferentes. Tenemos que imaginar el centro de la gran capital china, a los pies
de la ciudad prohibida, donde residían “los señores de los diez mil años”; una
gran plaza cuadrada en el centro de una ciudad levantada según parámetros
astronómicos, una plaza cuyo nombre va unido a la heroica de la libertad y al
misterio de un rebelde sin rostro, la Plaza de Tiananmen.
En
el Rompeolas hemos recordado eventos que se resumen en una imagen, momentos
recogidos en iconos gráficos que sirven para ilustrar el siglo XX a modo de
álbum, tan poderosas que empequeñecen la mejor de las crónicas escritas. Hemos evocado la algarabía de la Puerta del
Sol un 14 de abril o la esperanza portuguesa puesta en un ejército de claveles.
La de hoy es también una de esas fotos que en sí mismas explican un país, una
historia y un individuo, en este caso la historia de un hombre solitario, en
medio de la inmensidad de una plaza, que en 1989 se enfrentó a la amenaza de
los tanque y carros de combate del ejército popular chino.
Durante
la década de los ochenta China había cambiado mucho económicamente. Las
reformas de Deng Xiaoping liberalizaron el campo chino eliminando las antiguas
comunas y permitiendo a los campesinos cultivan y comerciar libremente. La
industria se abrió a las inversiones extranjeras y el PiB pasó de un
crecimiento del 2 al 9%. Sin embargo, ideológicamente el régimen seguía
permaneciendo fiel a la teoría maoísta. Las esperanzas de parte de la población
china, ansiosas de reformas democratizadoras, se vieron defraudadas.
En
abril de 1989 fallecía el símbolo del reformismo político, Hu Yaobang, quien
desde dentro quería abrir las libertades políticas. Los estudiantes de Pekin
comenzaron a concentrarse en la Plaza de Tiananmen a favor de las reformas y
para mostrar su pesar por la muerte del líder aperturista. La manifestación no
se disolvió al llegar la noche y numerosos jóvenes comenzaron a llegar desde
otras provincias para sumarse a los ya congregados, manteniendo una actividad
que duró 7 semanas. El 4 de junio se
declaraba la ley marcial y se enviaba al ejército a sofocar la que ahora era
considerada como una revuelta. Los manifestantes intentaron organizar una
dacena humana para evitar la entrada en la plaza pero apenas pudieron hacer
nada contra los tanques. Con la muerte de cientos de manifestantes se ponía fin
a cualquier expectativa de reforma democrática.
Hace
25 años, el “Hombre del tanque”, también conocido como el rebelde desconocido,
fue fotografiado y filmado por periodistas occidentales que enviaron películas
a sus redacciones en el extranjero, burlando la vigilancia del gobierno. Esa
misma noche el mundo quedó atónito ante las imágenes. El hombre sin identidad nos regala un gesto
heroico afrontado a la hilera de tanques. Podríamos ser cualquiera de nosotros
(quisiéramos ser cualquiera de nosotros) pero no todos alcanzamos ese grado de
valentía. Lamentablemente, nadie le reconocerá nunca ese acto al hombre del
tanque. Quizás fue su última audacia antes de ser ejecutado: regalarnos la
rebeldía en estado puro, sin nombres ni rostros, regalarnos la posibilidad de
elevar la rebeldía a la categoría de símbolo. Este 4 de junio nos acordaremos
del “Hombre del tanque” y de todos los que han hecho de su rebeldía el camino
hacia la Utopía.
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