LA (MISMA) VUELTA AL COLE. TEODORO LEÓN GROSS

LA (MISMA) VUELTA AL COLE
Septiembre siempre irrumpe desabridamente con la metáfora persistente de 'la vuelta al cole'. Es una de esas ideas arraigadas poderosamente en el imaginario colectivo al provenir de la infancia: el final del verano inevitablemente asociado a volver a empezar, curso nuevo, profesor nuevo, aula nueva, libros nuevos, cartera nueva. Claro que, si hay algo que no se parece a eso, es el comienzo del curso político aunque el periodismo se aferre a la metáfora tentadora de la 'la vuelta al cole'. Nada es nuevo, o casi nada. Ni temario nuevo ni rostros nuevos ni paisaje nuevo.


 El curso es otra vez el mismo curso como en el día de la marmota: el desafío soberanista, la corrupción sistémica de la administración clientelar de la autonomía, las trampas institucionales del Gobierno para cambiar las reglas del juego a la carta, la política en los juzgados y en la puerta de la cárcel, la diplomacia de las pateras, Alaya, las estratagemas ventajistas de los alcaldes en su año electoral, el blablablá de la solución definitiva para el mercado eléctrico. Hay asignaturas repetidas desde 1714. La única novedad es Podemos y ya muy relativa tras varios meses de tralla con el efecto previsible de su efervescencia demoscópica: mientras más se le demoniza desde 'la casta', más atractivo cobra para su clientela harta de 'la casta'.

En realidad todo esto queda muy lejos de la sensación estimulante de pasar a otro 'curso'. Más que el aire fresco del 'beguin to beguin', es la cansina percepción del 'déjà vu'. La misma literatura de la renovación (PSOE), la misma literatura de la regeneración (PP), la misma literatura de la depuración (IU, Podemos), la misma literatura del derecho a decidir (CiU, ERC). las mismas literaturas de eslóganes necrosados. Ya está aquí el político que acusa a su rival de «estar de vacaciones» (pues claro, coño, para eso está agosto) de la que él llegó dos días antes; el mamoneo de pedirse y rechazar comisiones de investigación de cara a la galería; los balances triunfalistas porque en definitiva la mentira tiene un grado superior que es, como adivinó Disraeli, la estadística; la promesa de nuevas medidas de transparencia. El guión se repite como en la alegoría mitológica de Sísifo. Así que la esperanza es lo primero que se pierde en el curso político. Y a pesar de todo hay que resistirse al pesimismo, sí, pero por militancia, no por la literatura boba del optimismo por decreto como reclama el presidente denunciando impúdicamente que «hablar de desgracias está de moda», como si la desgracia de jóvenes emigrantes, parados de larga duración, emprendedores arruinados, pensionistas con el agua al cuello o enfermos fuera del sistema sólo fuera un trendig topic de aguafiestas pijos. Claro que eso también está en el guión. Ahora lo que toca es proclamar «España es una gran nación», y quien dice España dice Andalucía, o Málaga. Así que no alarguemos más el momento: ¡España es una gran nación! Y vamos allá.


PUBLICADO EN DIARIO SUR

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