SIETE MIL MILLONES Y UN PROBLEMA. JOSÉ MANUEL BELMONTE

SIETE MIL MILLONES Y UN PROBLEMA


Ya somos siete mil millones. La ONU reclama medidas eficaces, para detener el “crecimiento insostenible” de la población. ¿No cabe uno más? ¿Hay que reducir la población? ¿No debe haber más nacimientos? ¿Cualquier método es bueno, incluido el aborto? ¿Cuál sería la cantidad ideal? ¿Cuántos y quiénes deben quedar en el camino? ¿Quién lo decide?

Según el estudio de Marta Hvistendahl, “Selección antinatural”, en los últimos 30 años, en los países como China, India, Azerbaiyán, Georgia, Armenia y Albania que permiten a los padres tener sólo varones, han dejado de nacer 163 millones de niñas. “La popularización de las ecografías, que permiten conocer el sexo del bebé antes de su nacimiento, han incrementado el fenómeno”. Si añadimos en este mismo periodo, los millones de “niñas y niños” abortados, legal o clandestinamente, tendríamos una cifra global más que preocupante, escalofriante (Se dan unas cifras oficiales cercanas a 46 millones anuales, por 30 años). ¡Ya están restados a los 7 mil millones! ¿Y qué? ¿Se ha solucionado el problema con esa carnicería de seres inocentes? ¿Nadie es responsable? ¿Hay que tomar medidas más drásticas, eliminando a otros sectores?

Los gobiernos no suelen hablar de educación sexual, tan necesaria, ni del apoyo a la vida del inocente y la familia. Suelen hablar de libertad sexual y vender supuestos “derechos” progresistas de la mujer embarazada. Se prefiere ignorar el dolor del inocente y de la madre, que según un estudio publicado en el British Journal of Psychiatry, con datos del 1995 al 2009: “las mujeres que se habían sometido a un aborto tenían 81% más de riesgo de tener problemas de salud mental”.

Es una ironía suponer que ni las políticas impulsoras del aborto y la pérdida de valores hayan tenido nada que ver con la crisis económica, medioambiental, energética, alimenticia. Se da por bien empleado todo, con tal de crear o mantener “el estado del bienestar”. Sin proyecto vital, el materialismo, nihilismo, hedonismo e incultura, nos llevan a gente que lo tiene todo pero se siente vacía, carece de criterios y principios, y lo que es peor percibe la violencia como juego y como forma de resolver los problemas. El último error es, que la irresponsabilidad amparada en la masa, es gratis, porque hay impunidad.

¿Y si el problema fuera justo el contrario? ¿Se puede mantener el estado de bienestar si el índice de natalidad sigue cayendo? ¡No! El declive demográfico, sobre todo en los países desarrollados, -paliado en parte por la emigración-, ha comenzado a hacer saltar las alarmas. No es políticamente correcto hablar del tema, pese a la gravedad. “En una época de universal engaño, decir la verdad constituye un acto revolucionario” (G. Orwel).

No es verdad “que los recursos naturales sean ilimitados”, pero tampoco “que la población va a crecer siempre”. Lo primero es palpable y agravado por la desigualdad en el reparto de los mismos. Lo segundo, puede parecer menos evidente, ya que cada hora 15.347 niños nacen en el planeta. Pero cada provincia y en cada país son distintos. Muchas provincias españolas ya están en recesión, es decir: hay menos nacimientos que defunciones. En varias, sólo los nacimientos de mujeres emigrantes, principalmente árabes, mantiene el equilibrio. Lo mismo sucede en los principales países de Europa. Se está produciendo una transformación hacia Eurabia. Otro dato: la población pueden reducirse tan rápido como se han expandido. O se toma conciencia y se promueven políticas de fomento de la natalidad o entramos en recesión. De ser así, más pronto que tarde, sufriremos las consecuencias, también económicas.

Un ejemplo, nada sospechoso. El primer ministro Japonés, Naoto Kan, en enero 2011 después de un discurso en la “Dieta Nacional”, comentaba en su Blog un gráfico sobre la tendencia demográfica de su país. Según el cual en 2004 Japón tenían cerca de 128 millones, en 2030 de seguir la tendencia actual, serían 115 millones, en 2050, 95 millones, y en 2100, 47 millones. Es decir en tres generaciones (30x3), serían una población en peligro de extinción. Por eso dijo: “Estamos dejando atrás un abrupto máximo demográfico y actualmente todos nosotros nos encontramos al borde de un gran precipicio”. Por eso se hacía la pregunta del millón, sobre el estado de bienestar: “¿Cómo podemos hacer realidad un sistema de Seguridad Social sostenible, en el que la gente viva sin ansiedad? Hago un llamamiento a todo el país para discutir con prontitud la esencia de nuestras políticas futuras con seriedad”.

Aquí no hemos tenido ministros de esa talla ni ocasión de discutir, pero el problema sí lo tenemos y la crisis actual lo va agudizar más. El reto es mucho más que derogar la ley del aborto. La población envejece. En varias provincias ya hay un solo trabajador para que pueda cobrar un pensionista. El desafío es darnos cuenta y ganar el futuro entre todos y para todos. Seguro que “entre las dificultades, se esconde la oportunidad” (A. Einstein).

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