DESORIENTADOS. SIN NORTE Y SIN RUMBO. JOSÉ MANUEL BELMONTE


DESORIENTADOS. SIN NORTE Y SIN RUMBO
          Gira el mundo a una velocidad vertiginosa. Pasan los días a velocidad de la luz. Los humanos seguimos dando vueltas sin saber cómo ni hacia dónde. Parece haberse perdido en todas partes la brújula. Tal vez algún genio poderoso o algún espíritu maligno, ha mezclado lo blanco con lo negro, la altura luminosa con el oscuro abismo, lo bueno con lo malo, lo natural con lo postizo, la vida con la muerte. Los medios de comunicación, visuales sobre todo, son altavoces que meten todo ese ruido mundial, en nuestra propia casa.


          Nuestro salón es la aldea global desde donde somos testigos de todos los desastres, de todas las guerras, de todas las huelgas y de todas las violencias. No podemos escapar. Desquiciado, el hombre, grita y no se oyen sus voces. Busca una pértiga para saltar por encima del caos. No hay pértiga ni respuesta, o éstas son  muchas y confusas. Todos creen tener razón en sus verdades antagónicas o claramente contrarias y contradictorias.

          El Estado, la sociedad del ayer, los derechos civiles que parecían conquistados y adquiridos para siempre, están patas arriba. La democracia misma se ha convertido en la tiranía de los partidos hacia los ciudadanos, sus votantes. La corrupción ha colmado el nivel de lo soportable. El Estado de Bienestar, se ha convertido para muchos en “su bienestar” a costa del Estado. Todos iguales no son, claro,  pero no convencen como gestores, o han demostrado ser un desastre.  Desde luego, no se aprecia  ni en los que rigen los destinos, ni en la oposición, el carisma de un verdadero líder.

         La justicia, estira las leyes y las palabras a conveniencia del que manda o  del que paga. Los gobernantes, sean del signo que sean han alcanzado tal descrédito, que, salvo honrosas excepciones, parece una vividora casta política. Aunque eso sí, la ideología de la agitación y propaganda no duerme, se enrosca y envenena y salta y lo emponzoña todo. Perdido el respeto hay argumentos para todo y se lanzan unos a otros como dardos. No hay izquierda ni derecha, tan solo lluvia de palabras que penetran hasta el alma, o tal vez, desierto y  fuego abrasador, según se mire. Perdida la razón, se buscan argumentos.

          En muchos países, estamos viviendo un caos asombroso de confusión, desorden, injusticia y manipulación. Se justifica todo, se deteriora y se confunde lo más sagrado, se pierde la decencia, los valores básicos y elementales y nadie se sonroja, lo desautoriza o lo critica. No puede ser verdad tanta mentira. Se ha mentido sin pudor y abusado de la buena fe.

          Ni los nervios de acero, ni la sólida formación, ni el embrutecimiento pueden frenar los sentimientos. Los sentidos, ante esa avalancha nos dejan atónitos, casi incapaces de reaccionar y hacernos una idea  clara, o encontrar un hilo conductor que permita vivir con un poco de dignidad. El huracán hace crujir los principios más sólidos y los derechos inmutables, cuando no se convierten en escombros como las torres gemelas. Dios, el dios de todas las religiones, calla o habla en el silencio, y las prisas y el ruido por un lado y la ignorancia y los prejuicios por otro, no son la forma ideal para escucharlo.

          Tiene, por fuerza, que salir un orden nuevo de este caos; de este parto convulso, tiene que nacer la nueva sociedad. No tengo ninguna duda de que estamos en el umbral de una etapa nueva. Necesitamos una brújula, o por lo menos, encontrar el Norte. Los niños, y los fetos, aquí y en todo el mundo han sido los grandes perdedores. Y sin embargo, ellos son el futuro. “En nuestra sociedad el sentimiento ha destronado a la razón. Y la razón ha sido vencida por la frivolidad de lo efímero”. La juventud también ha sido manipulada, recortadas sus expectativas y perdedora del presente. No podemos seguir por ese camino. Repetir que hay crisis, que estamos en crisis, es una pérdida de tiempo.  Lo importante es analizar las causas y buscar soluciones todos y con todos; empezando por la familia, la escuela, el municipio y el estado.

          Si hasta aquí hemos vivido más y mejor, “no es por la extensión de los derechos civiles y la democracia”, que han hecho agua y necesitan regeneración. Posiblemente no vuelvan a ser nunca como en la última etapa conocida. Por muchos que nos vendan los políticos, si hemos llegado en nuestra evolución a alcanzar niveles razonables de satisfacción y de progreso se deben, entre otras causas, “a la ciencia y a la tecnología”.
          Detenerse, desconectar y ser capaces de pensar y buscar un punto de apoyo y de encuentro, es necesario. No parar hasta encontrarlo. Mantenerse un momento alejado, como en suspensión, sin bascular ni hacia el pasado ni hacia el futuro, como este planeta, como éste país. “En suspensión, como todos nosotros”, dice A. Maalouf en “Los desorientados”.

          Ciencia, tecnología, cultura y éxito necesitan reposo. Lo que no se afianza en la verdad, en la ética y en los valores humanos es efímero. Nos cansa y nos hastía tanta política de reyezuelos y tanto debate soberanista. Sólo lo que nos hace más humanos y más libres tiene de verdad futuro. Ciencia y humanismo son complementarios. Cultura y vida, pueden progresar si se respetan.

         El respeto es fundamental. Se necesita un debate sosegado, lo más alejado posible del sectarismo político sindical. Hablar de soluciones partidistas, territoriales o ideológicas es sembrar el fracaso en el punto de partida. Hay que aceptar el reto de ser ciudadanos del mundo, construyendo un nuevo orden social y un Nuevo Mundo. No es una vieja sinfonía, aunque suene bien. Sin la colaboración sincera y personal, siempre será incompleta. “Si uno no se implica, lo que suceda es culpa suya” (K.F. En invierno del mundo).

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