COACCIÓN A LOS DIPUTADOS
La delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha estado desafortunada al sugerir que existe complicidad de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca con grupos proetarras. Una insinuación de tal gravedad que se formula públicamente sin pruebas descalifica a quien la hace que, además, al ser autoridad estaría obligada a denunciar los hechos ante el juzgado de guardia y no en una emisora de radio.
Dicho lo cual, es necesario subrayar que en las últimas semanas esta plataforma y otros grupos ciudadanos están promoviendo actuaciones claramente ilegítimas que bordean la violencia.
Ya en su
comparecencia en el Congreso, la líder de la Plataforma de Afectados, además de
calificar de criminal al representante de las entidades financieras que le
precedió en la comisión parlamentaria correspondiente, se permitió amenazar a
los representantes del pueblo con seguirles por todas partes para exigir que
voten a favor de la iniciativa legislativa popular que han presentado para
frenar los desahucios que tanto dolor provocan en numerosas familias endeudadas
con los bancos y en riesgo de perder su vivienda. Dicho y hecho, se han venido
registrando episodios de acoso a diputados del Partido Popular, a los que se ha
acorralado, insultado y perseguido hasta sus domicilios particulares, en una
estrategia que recuerda al matonismo propio de regímenes dictatoriales.
Esta
estrategia debe cesar de inmediato. Por una parte, la libertad de expresión de
los ciudadanos ante la política del Gobierno está fuera de toda duda, pero eso
no significa automáticamente que sus reivindicaciones tengan que ser obedecidas
sin más. Por otra, presionar libremente en favor de una ley o una medida
concreta no ha de hacerse con violencia, física o moral, invadiendo la esfera
privada de los diputados o molestando a sus familiares. La democracia
proporciona a todos los ciudadanos numerosos instrumentos de protesta y
exigencia de responsabilidades a los cargos electos, pero entre ellos no se
encuentran el acoso o la intimidación. Dado el carácter selectivo de estas
protestas cabe pensar que sus instigadores tratan de aprovechar la
desesperación de muchos españoles ante la crisis y los ajustes para imponer por
la fuerza leyes y decisiones que tienen su marco de debate en las instituciones
parlamentarias y no en la calle. Todo el mundo tiene derecho a protestar
pacíficamente. El derecho a legislar, por el contrario, solamente lo conceden
las urnas a aquellos diputados y senadores que son designados libremente por el
pueblo. Propugnar otra cosa es tanto como hacer retroceder nuestro sistema de
libertades y caminar hacia situaciones indeseables.
MÁLAGA HOY
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