LA HERENCIA DE LIMASA. TEODORO LEÓN GROSS


LA HERENCIA DE LIMASA
La ‘herencia recibida’ es tal vez el pretexto más gastado de la Historia de España, desde Chindasvinto al siglo XXI. Naturalmente Rajoy, al llegar al cargo, aseguró que él nunca se taparía tras la ‘herencia’; y por supuesto, desde su primera medida de subir los impuestos, lo hizo. Era lo lógico. Claro que después de sesenta semanas en el cargo, el argumento ya está agotado, pero sus lugartenientes lo cuelan ante cada adversidad. Si sube el gas o cierran una factoría, siempre aparece Zapatero. En definitiva protegerse tras la herencia es la gran coartada nacional. Fernando VII culpaba a los liberales, Espartero a Fernando VII, O’Donnell a Narváez, Narváez a O’Donnell, la Gloriosa a Isabel II, Cánovas a la I República, y así la Restauración, la Dictablanda, la II República, el Franquismo que culpaba a la Antiespaña republicana, la Transición al Franquismo, Felipe a Suárez, Aznar a Felipe, Zapatero a Aznar, y Rajoy a Zapatero. Siempre hay alguien a quien culpar incluso de la muerte de Manolete o no ser sede olímpica. La elegancia institucional de otras democracias, donde los antecesores conforman un senado respetable, aquí es un pim-pam-pum ventajista con la milonga ‘la herencia recibida’. Un legendario vicepresidente yanqui dijo aquello de ‘todo el mundo comete errores; la habilidad política es buscar un culpable a quien atribuírselo’. Aquí es simple: la culpa es siempre del antecesor.


Así que a nadie le extrañará que el alcalde de Málaga, interrogado por el convenio vergonzante de los puestos hereditarios, se escape por la tangente de ‘la herencia’. Eso sí, incluso para el estándar español es demasiado. Después de dieciocho años gobernando, primero como nº2, casi siempre como nº1, resulta un sarcasmo. La vieja Limasa desapareció  y ya es Limasa III, ahora el alcalde se sienta a presidir el consejo y marca la negociación; así que es tarde para mirar atrás. Ese gesto se podría considerar descortés  –impropio de alguien tan pulcramente caballeroso- pero más que nada parece un gesto cobarde. De la Torre sabe que su antecesor nunca va a polemizar con él. Pero incluso aceptando que todos los errores proceden del pasado, ha tenido dieciocho años para rectificar. Y tras dieciocho años, la coartada de ‘la herencia’ entra en la categoría de lo impúdico, pero también de lo ridículo. Precisamente porque el alcalde ocupa ahora la presidencia, ese privilegio ‘inconstitucional’ de los cargos hereditarios –con un mandato del pleno para eliminarlo- le interpela a él. De la Torre, como aquel vicepresidente yanqui, tiene el don político de disponer siempre de un culpable; pero lleva cuatro mil quinientos ochenta y seis días como alcalde, y eso son cuatro mil quinientas ochenta y seis mañanas en que pudo levantarse y decidir poner orden en Limasa sin taparse en la coartada de la herencia.

FUENTE: DIARIO SUR

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