LA HERENCIA DE LIMASA
La ‘herencia
recibida’ es tal vez el pretexto más gastado de la Historia de España, desde
Chindasvinto al siglo XXI. Naturalmente Rajoy, al llegar al cargo, aseguró que
él nunca se taparía tras la ‘herencia’; y por supuesto, desde su primera medida
de subir los impuestos, lo hizo. Era lo lógico. Claro que después de sesenta
semanas en el cargo, el argumento ya está agotado, pero sus lugartenientes lo
cuelan ante cada adversidad. Si sube el gas o cierran una factoría, siempre
aparece Zapatero. En definitiva protegerse tras la herencia es la gran coartada
nacional. Fernando VII culpaba a los liberales, Espartero a Fernando VII,
O’Donnell a Narváez, Narváez a O’Donnell, la Gloriosa a Isabel II, Cánovas a la
I República, y así la Restauración, la Dictablanda, la II República, el
Franquismo que culpaba a la Antiespaña republicana, la Transición al
Franquismo, Felipe a Suárez, Aznar a Felipe, Zapatero a Aznar, y Rajoy a
Zapatero. Siempre hay alguien a quien culpar incluso de la muerte de Manolete o
no ser sede olímpica. La elegancia institucional de otras democracias, donde
los antecesores conforman un senado respetable, aquí es un pim-pam-pum
ventajista con la milonga ‘la herencia recibida’. Un legendario vicepresidente
yanqui dijo aquello de ‘todo el mundo comete errores; la habilidad política es
buscar un culpable a quien atribuírselo’. Aquí es simple: la culpa es siempre
del antecesor.
Así que a
nadie le extrañará que el alcalde de Málaga, interrogado por el convenio vergonzante
de los puestos hereditarios, se escape por la tangente de ‘la herencia’. Eso
sí, incluso para el estándar español es demasiado. Después de dieciocho años
gobernando, primero como nº2, casi siempre como nº1, resulta un sarcasmo. La
vieja Limasa desapareció y ya es Limasa
III, ahora el alcalde se sienta a presidir el consejo y marca la negociación;
así que es tarde para mirar atrás. Ese gesto se podría considerar
descortés –impropio de alguien tan
pulcramente caballeroso- pero más que nada parece un gesto cobarde. De la Torre
sabe que su antecesor nunca va a polemizar con él. Pero incluso aceptando que
todos los errores proceden del pasado, ha tenido dieciocho años para
rectificar. Y tras dieciocho años, la coartada de ‘la herencia’ entra en la categoría
de lo impúdico, pero también de lo ridículo. Precisamente porque el alcalde
ocupa ahora la presidencia, ese privilegio ‘inconstitucional’ de los cargos
hereditarios –con un mandato del pleno para eliminarlo- le interpela a él. De
la Torre, como aquel vicepresidente yanqui, tiene el don político de disponer
siempre de un culpable; pero lleva cuatro mil quinientos ochenta y seis días
como alcalde, y eso son cuatro mil quinientas ochenta y seis mañanas en que
pudo levantarse y decidir poner orden en Limasa sin taparse en la coartada de
la herencia.
FUENTE: DIARIO SUR
No hay comentarios:
Publicar un comentario