SIN RAZONES PARA EL OPTIMISMO
El optimismo
sobre la recuperación de la economía parece virtud reservada a los gobernantes.
Son los únicos que ven la botella medio llena y se atreven a pronosticar que a
partir de finales de este año empezará a llenarse del todo. Se comprende: es la
única justificación, a posteriori, del ajuste duro.
"Se ha
conseguido una moderación de la caída del empleo", ha dicho la ministra de
lo mismo en la comisión correspondiente del ramo, donde Fátima Báñez pasa sus
peores ratos. Ciertamente, el paro ha llegado a un nivel tan alto que ya es
difícil que siga creciendo en la misma medida que hasta ahora. Continúa la
destrucción de empleo, pero menos que antes. Un consuelo. Cuando Mariano Rajoy
llegue, al acabar 2013, al ecuador de su mandato, llevará consigo una recesión
del 3% y un desempleo del 27% (el nefasto Zapatero le dejó un 21,6%, gran
avance).
El optimismo
en las previsiones empieza y acaba en el Gobierno. Había cifrado la caída del
Producto Interior Bruto (PIB) en el 0,5% durante 2013. La Comisión Europea y la
OCDE, más escépticas o menos interesadas, creen que será del 1,4%. Ahora viene
el Banco de España, que juega en casa, y lo empeora algo: augura una reducción
del PIB del 1,5%, precisamente el triple de la previsión gubernamental.
Según el
Banco de España, este hundimiento en el pozo de la recesión -decrecimiento,
dicen los cursis para no hablar del empobrecimiento nacional- se explica por
las dificultades que siguen teniendo las empresas y las familias para afrontar
las enormes deudas contraídas durante las vacas gordas y por la disminución de
las rentas particulares a consecuencia de los recortes implantados, que
paralizan el consumo o incluso lo rebajan. No hay más salida que la extensión
de las exportaciones, que habría de venir de la mano de un aumento de la
productividad: hace falta que produzcamos cosas que interesen en otros países y
que las hagamos bien (con calidad y a precios competitivos).
El caso es
que España ha avanzado notablemente en el control del déficit público -gastar,
por fin, menos de lo que ingresamos- y en el saneamiento del sistema
financiero, pero a estas condiciones, cumplidas a trancas y barrancas y con grandes
sacrificios sociales, no ha seguido el mínimo progreso en el siguiente
objetivo: la reactivación de la economía. Siguiente en el orden temporal, pero
prioritario como ninguno. Sólo el Gobierno confía en él.
MÁLAGA HOY
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