HOMENAJE A AZAÑA. SERGIO RUIZ MATEO

 MANUEL AZAÑA
Manuel Azaña es síntesis y protagonista del drama de España. Un país con ganas de volar cuyos pies, anclados al barro, no le permitieron alejarse del suelo más que unos metros, los justos para saborear un instante las esperanzas de libertad y progreso. Manuel Azaña representa a esa generación de intelectuales liberales que desearon que nuestro país cambiara radicalmente para emparejarse a sus vecinos europeos. Heredero de los ideales regeneracionistas, identificó los males estructurales que aprisionaban a los españoles en un presente mísero y un futuro sin progreso, y batalló con ellos de forma radical y sin cuartel. Lamentablemente perdió la batalla, porque aunque algunos lo nieguen, hubo muchos más radicales que él, en todos los frentes, y en esa guerra España se disolvió en el abismo, destinada a sufrir 40 años de dictadura que nos marcaron a hierro y fuego.


Manuel Azaña nació en Alcalá de Henares en 1880. Desde pequeño se inicio en la lectura desenfrenada de libros. Estudió derecho y obtuvo su doctorado, tras lo cual aprobó oposiciones en la administración de justicia. Su vida intelectual giró en torno al Ateneo de Madrid, del cual fue presidente. Publicó numerosos artículos y libros, destacando la Velada de Benicarló, donde analiza la situación política de España durante los años 30. Su carrera política, iniciada en el partido Reformista de Melquíades Álvarez, le llevó a crear, tras la dictadura de Primo de rivera, el grupo Acción Republicana. Lo sguiente es más o menos conocido: advenimiento de la II República en 1931, presidencia del consejo de ministros y finalmente Presidente de la República durante los años de la guerra. Durante sus años de gobierno Azaña trabajó por modernizar el país, eliminar el poder de la iglesia y del ejército, universalizar la educación, reformar el campo, otorgar más derechos a los trabajadores, democratizar la vida política...


Cuando finalmente murió en Montauban durante el otoño de 1940, el Mariscal Petain, aquel que había sido un héroe de la I G.M y que en aquel momento era un títere de Hitler, negó que cubrieran su féretro con la bandera tricolor. Antes que la rojigualda, el embajador de México prefirió que lo cubrieran con la bandera azteca cuyas palabras repetimos hoy como un recordatorio de aquellos ideales que hicieron a hombres como Azaña morir lejos de su patria: “Lo cubrirá con orgullo la bandera de México- Para nosotros será un privilegio, para los republicanos una esperanza, y para ustedes, una dolorosa lección”.

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