ENTREVISTA JUAN BONILLA

Nacido en Jerez de la Frontera, pero afincado en Málaga, Bonilla ha cultivado tanto la narración breve ('Los príncipes nubios', novela con la que obtuvo el Premio Biblioteca Breve en el año 2003 y que ha sido traducida a nueve idiomas, 'El que apaga la luz', 'La compañía de los solitarios') como la novela ('Nadie conoce a nadie', 'El estadio de mármol') y la poesía ('El belvedere' o 'Buzón vacío'). Dirige la revista malagueña 'ZUT'.

Con su libro de poemas Partes de guerra, Bonilla obtuvo el Premio Luis Cernuda en 1992, y con su novela Los príncipes nubios, el Premio Biblioteca Breve en 2003. Como traductor, ha vertido al castellano a Housman, Coetzee y Conrad, entre otros.

Vivimos en un mundo donde la pobreza y la injusticia se extienden cada vez más, ¿hay esperanza?
¿Para qué esperanzas? Nunca he entendido esa buena fama que tiene la esperanza. La esperanza es retrógrada, como todo lo que tiene al futuro por excusa. Así que no sé si hay esperanza porque a mí la esperanza me la refanfinfla, me parece un engañabobos más que utiliza la autoridad competente, el cura del pueblo o el ministro del ramo, el jefe que no te va a subir el sueldo pero te pide que tengas esperanzas, y así todo seguido.

No quiero ponerme muy estupendo, pero tampoco creo que estemos en un mundo donde la pobreza y la injusticia se extienden cada vez más: lo que se extiende cada vez más y más fácil es la tontería, pero diría que en otras épocas la pobreza, y por lo tanto la injusticia, vivían de veras su Edad de Oro, mientras que ahora, por decirlo así, sólo está en su Edad de Plata, que no es poco, naturalmente.

Hacía mucho tiempo que tenía lugar un movimiento de protesta como el de Democracia Real Ya. ¿Qué significa para usted dicho movimiento?
La certeza de que no todo el mundo está metido en su concha particular para defenderse de la intemperie sin que le importe mucho lo que se hace de lo público, lo que es de todos. La evidencia de que todavía hay eso que antes se llamaba pueblo. La evidencia, en fin, de que más allá de discursitos más o menos bien trenzados para que se vaya extendiendo un conformismo que no es más que una de las formas del mítico "sálvese quien pueda", todavía hay gente -palabra singular que define a un plural- que es capaz de decir lo único que de hecho puede decir claramente para que nadie se llame a engaño: NO.

Los medios han sido muy críticos con este movimiento. Los medios más conservadores lo han descalificado desde primera hora, mientras que parte de la izquierda ha tachado sus reivindicaciones como utopías.
Los medios forman parte de la Autoridad Competente, y por lo tanto hacen de policías -buenos o malos, dependiendo de sus intereses. He llegado a oír que se le reprochaba al movimiento que no tuviera rostros y no nombrara representantes cualificados, cuando esa es precisamente una de sus fuerzas, su condición fantasma, por decirlo así, la veracidad de que es gente que se mueve sin necesidad de que un rostro de líder concentre su fortaleza o su nimiedad, gente que hace cosas, impedir un desahucio, acampar en la plaza pública para decir NO, no dejar que se lleven a unos inmigrantes.

Cuando pasó lo de los parlamentarios catalanes, los medios aprovecharon para diluviar sobre el movimiento toda clase de improperios, como si el movimiento hubiera enseñado allí su peor cara: convenía tomar la parte por el todo, como siempre que el periodismo se propone difamar a algo que no conviene a sus intereses. Y curiosamente destacaron el hecho de que unos gamberros quisieran robarle el perro a un parlamentario ciego. Oí al parlamentario ciego narrar su odisea: decía que lo sacaron de su coche oficial pero pudo meterse en el coche oficial de un compañero, del que también lo sacaron, pero por suerte pasaba el coche oficial de un conseller, que no pudo pasar, aunque fuera ya de ese coche pude meterse en otro coche oficial cuyo chófer con gran pericia pudo meterlo en el Parlamento.

Lo escandaloso no es que hubiera de repente cuatro coches oficiales así como si nada, con sus respectivos chóferes, sino que unos gamberros la tomaran con el perro de un ciego, que es una tragedia particular que hemos de lamentar, pero una minucia comparada con el hecho de que abunden tantos coches oficiales para unos señores que, por muy democráticamente que hayan sido elegidos, tampoco parecen merecer los privilegios excesivos con que les dota su condición de parlamentarios.

Otro tema de actualidad es la presencia de Bildu en el País Vasco. Han sido muchas las críticas que han lanzado.
Se ha visto que hay una gran parte del País Vasco que tiene claro quién les representa, y no veo cómo podría impedirse presentarse a las elecciones a una ideología. En esto no tengo mucho que decir: me parece que el País Vasco es un territorio muy privilegiado por muchas circunstancias, una de ellas, la fundamental, es nuestra patética Ley Electoral que permite que un partido como el Partido Nacionalista Vasco, tenga la última palabra en muchas cuestiones, a pesar de su escasísimo peso en cantidad de votantes.

Aparte de su trabajo como escritor colabora en el Diario Sur de Málaga. En sus artículos semanales mezcla temas actuales con recomendaciones literarias. Gracias a un artículo suyo he entrado en contacto con Chaves Nogales, periodista sevillano que cuenta algunos acontecimientos importantes de los convulsos años 30 en España y en Europa. ¿Por qué sigue provocando tanto debate en la actualidad la guerra civil española?
Me gustaría pensar que es por la sencilla razón de que es un tema apasionante. Me temo que es más bien un tema de herencias, ya sabes que siempre que hay una herencia en disputa, se sacan las navajas por el orgullo de los abuelos y todo eso, y también por una de las cosas que más nervioso me pone y que es un componente fundamental de las ideologías: la simpatía, no como comunidad de intereses y opiniones, que decían los griegos, sino como él me cae bien o me cae mal. Alcanzar el punto que alcanzó Chaves Nogales es muy difícil porque exige de cualquiera que anteponga a su simpatía particular por este o aquel, el peso terrible de la verdad, y ese peso no hay muchas espaldas que lo aguanten.

¿Dónde situamos en ese debate la obra de Pío Moa, César Vidal y otros revisionistas?
No tengo ni idea. Lo que he leído de ambos, aquí y allá, no me ha interesado en lo más mínimo. Eso de adelantar la fecha de la guerra civil para justificar el golpe de Franco me parece un delicioso disparate. Y que se note tan de lejos del lado de quien está, convierte a cualquier ensayista en mero propagandista, es decir, el nivel más bajo del ensayismo.

¿Sigue habiendo dos Españas? Escuchas Hora 25 por ejemplo o Intereconomía y parece que vivimos en dos mundos completamente diferentes.
Así es. Y ninguna de las dos tiene el más mínimo interés. Quiero decir que sólo tienen intereses ideológicos, y la ideología hoy no es más que otra de las máscaras del comercio: la ideología no es más que una empresa.

Mis alumnos se quedan muy sorprendidos cuando les muestras la misma noticia comentada por dos medios ideológicos diferentes. ¿Es eso periodismo?
Periodismo es contar lo que sucede. Es más narración que opinión. Justo lo contrario de lo que hoy se ofrece en los medios periodísticos. Estoy tentado de decir que no, que no es periodismo, porque me gusta mucho esa palabra y siempre he querido ser buen periodista, aunque nunca lo he sido. Pero me temo que el equivocado soy yo, y que sí, es periodismo por aquello del "slanting", la inclinación ideológica que es la que dicta las noticias y cómo se dan, aunque esa inclinación se muestra más hoy en día en las cosas que se callan en las noticias que en la forma de darla.

También estoy tentado de decir que el periodismo murió el día en que las empresas comerciales fundaron sus gabinetes de comunicación y utilizaron a los periodistas para generar noticias, es decir, para inventar lo que sucederá o dictar la manera en que han sucedido cosas que ni siquiera necesitan ya suceder para ser radiadas o transmitidas.

¿Cree usted que es indiferente la sociedad española? Una presentación de un jugador de fútbol puede congregar a miles de personas, sin embargo, la última manifestación del 19 J congregó en la ciudad de Málaga a unas 10.000 personas.
Me temo que ha pasado siempre, me temo que pasa en todas partes. Pero 10.000 personas en una manifestación están tomando una decisión, diciendo algo, mientras que 10.000 personas viendo la presentación de un futbolista sólo hacen de mariachis. Hay una diferencia. En línea con la indiferencia de la que hablamos de la sociedad española ¿Por qué tienen tanto éxito en España la llamada prensa rosa? Las altas audiencias muestran como los programas más vistos en nuestro país son aquellos relacionados con el chismorreo

Veamos: Sálvame tuvo el otro día una audiencia del 17 por ciento. El 17 por ciento de los que ven televisión un viernes por la noche es una cifra insignificante: hay un 73 por ciento que también estaba viendo la tele y estaban viendo otras cosas. Puede que no todas ellas cosas recomendables para el espíritu, sin duda, así que digamos que sólo el 30 por ciento de la población estaba consumiendo basura televisiva. No es para desesperarse. Lo que ocurre es que hace tanto ruido que multiplica su dimensión real: es como el grito, basta que cien personas griten en el silencio de cien mil personas, para que se oigan sus cánticos, pero eso no significa que los cien mil estén gritando.

Lo bueno de la basura televisiva es que ni siquiera sus más acérrimos consumidores -creo yo- consideran que tiene que ver con la vida real: son telenovelas masticables, que ha tenido que reinventarse sustituyendo las ficciones de antes por las supuestas vidas reales de los propios comentaristas.

¿Si hay una televisión basura, eso significa que también hay un público basura?
Es un concepto todo lo moldeable que se quiera. Si lo pasas a la comida, ¿la comida basura significa que hay un público basura? Pues claro, pero todos podemos formar parte de ese ente en algún momento, unos minutos, unas horas: habrá quienes coman y cenen todos los días comida basura, y quienes tengan de sobra con una sola hamburguesa al mes. La basura procede del número de horas de televisión cutre que veas, no de lo cutre que sea lo que ves.

El que está enganchado a ese tipo de televisión porque le aplana los sesos -me distrae, se dice, y distraer significa impedir que alguien haga lo que tiene que hacer- pues sí que formará parte de ese supuesto público basura al que aludes, pero como forman parte los que no se pierden un minuto de los cansinos, interminables, irrespirables programas deportivos que dan grandes noticias sobre las declaraciones explosivas de un entrenador. Es, como ya dije antes, el excelente mundo de la tontería, que se contagia con una facilidad pasmosa. Así que en vez de basura, porqué no emplear el más castizo término tonto...Pero qué público más tonto tengo, era una copla famosa en mi adolescencia.

La derecha se ha apropiado de la bandera y del himno. Mientras que la izquierda se ha apropiado del concepto de República ¿Ignorancia?
Más bien pereza, que es sin duda gran amiga de la ignorancia. No lo sé en realidad. No es un tema que me parezca interesante. ¿La bandera no es algo meramente deportivo?

Los políticos hablan de igualdad, libertad, paz, derechos… sin embargo,, cuando tienen que actuar en conflictos internacional no suelen mojarse mucho. Los intereses económicos terminan privando sobre los de los pueblos. El Sáhara o la venta de armas son buen ejemplo de ello. ¿Por qué cree que seguimos creyendo esa demagogia?
¿Quién cree en esa demagogia? ¿A qué ha venido todo esto del movimiento indignados si no precisamente a lo bajo que ha caído la casta política? Sea como fuere, en las actuaciones internacionales de las que hablas los países se comportan como lo que finalmente son: empresas. Fijémonos en todo esto de la crisis: Grecia o Portugal no eran países, eran empresas a las que salvar para salvar la empresa mayor, son examinados como empresas, se les ponen planes de salvamento como a empresas. Y para la empresa sólo hay un modelo ético pertinente: las ganancias, así que, ¿qué más le da a la empresa a quién se le venden armas si eso significa ganancias?

El descreimiento de la política, especialmente entre los más jóvenes, es cada vez más elevado. ¿A qué cree que se debe?
A que en beneficio propio, por interés particular, los políticos están encantados con esa pérdida de interés de sus cosas entre los más jóvenes: estoy convencido de que aburren porque saben que aburrir es quitarse de encima la atención que pudiera resultarles perjudicial si se tradujese en vigilancia estricta de sus quehaceres. No sé, de todas maneras, si eso es tan así, pero sé que nada les conviene más que la desafección de los demás acerca de "su mundo", el cansancio que producen: imagínate si los siguiéramos con la misma pasión con la que se sigue a los futbolistas, si los fiscalizáramos como se fiscaliza cada domingo a los jugadores de los equipos. Serían pocos los qué salvarían el pellejo.

En cualquier caso, me temo que todo procede de una confusión interesada: durante años ha interesado que el concepto de política se defina como aquello de lo que se ocupan los políticos, cuando en realidad política es todo lo que afecta a la polis, cualquier decisión que comprometa al lugar donde vivimos.

Usted es uno de los escritores que más crítico se ha mostrado con la actual ley electoral que hace que determinados votos valgan más que otros.
Ahí no me mueve ningún interés ideológico, sino el mero razonamiento matemático. Me parece que atenta contra las matemáticas, ni que decir tiene que también contra ese eslogan según el cual el voto de todos los ciudadanos vale lo mismo, el hecho de que dos partidos que suman el 84 por ciento de los votos tenga en cambio el 92 por ciento de representación parlamentaria, que un partido que tiene más de un millón de votos tenga un solo representante en la cámara mientras otro que tiene sólo doscientos cincuenta mil alcance la categoría de grupo parlamentario con seis diputados y capacidad de decisión en todo.

Dada la disciplina de voto de los partidos, además, podríamos ahorrarnos un montón de sueldos adjudicando peso matemático a un solo representante de cada partido político: el Parlamento lo formarían pues sólo siete u ocho diputados con todos los asesores que necesitaran. La voz del representante del partido socialista valdría 164 votos, la del Partido Popular 132, y así. Imagínate el ahorro extraordinario de ese sistema de representación.

¿Se puede considerar de izquierdas un gobierno que retrasa la edad de jubilación o lleva a cabo una reforma laboral como la que se ha llevado a cabo?
No hay que engañarse: es casi contradictorio ser de izquierdas y ejercer el poder. Me acuerdo de lo que decía Julio Cerón: la derecha empieza en la extrema derecha, sigue por la derecha, alcanza el centro derecha, se extiende por el centro, sube por el centro izquierda, contagia a la izquierda y termina en la extrema izquierda.

En alguno de sus libros y sus artículos ha tratado el tema de la inmigración, ¿es España un país racista?
Creo que no. Aplaudíamos mucho a Etoó cuando marcaba goles. Y Diego el Cigala vende un montón de discos. Clasista puede que sí, pero racista no sé, creo que no. Por lo demás, yo no he tratado el tema de la inmigración en ningún libro mío, sino el tema del cinismo de un personaje particular sin ánimo de representar el cinismo general.

A pesar de todo, siempre nos queda la esperanza. Nos decía aquí en Utopía Lorenzo Silva que la carta que más le impactó en su trabajo como director de la sección de Cartas al Director fue la de un nonagenario que a pesar de su edad seguía luchando y pedía a los jóvenes que lucharan. ¿Podemos ser optimistas o no tenemos remedio?
Supongo que cada uno hace lo que puede. Ya he dejado dicho lo que opino de la esperanza, así que no es una palabra que me guste mucho. Para mí hace mucho que perdieron interés grandes preguntas acerca del de dónde venimos y el adónde vamos. Creo que sólo se vive una vez, y que ser optimista o no sólo depende de las ganas que tengas de llevarte desilusiones. Me gustaría pensar en salvaciones colectivas y todo eso, pero visto lo visto, me temo que más allá del sálvese quien pueda, no hay mucho, sólo quizá la honradez de tratar de hacer las cosas lo mejor que sepas hacerlas.

¿Cuál es para usted su gran Utopía?
No tengo ninguna que se salga de lo doméstico y lo particular, así que no creo que sea procedente hablar de ellas aquí.

¿Cuál es el último libro que ha leído?
Escupiré sobre vuestra tumba, de Boris Vian.

¿Qué libro recomendaría a los jóvenes?
El árbol de la ciencia de Baroja, Nueve Cuentos de Salinger, Demián de Herman Hesse, El guardador de rebaños de Alberto Caeiro, una selección de greguerías de Ramón Gómez de la Serna...

Un político
Por citar a uno de izquierdas y actual, Basagoiti del PP vasco.
Por citar a uno de derechas y actual Cándido Méndez de la UGT.
Echo de menos los discursos de Rejón de Izquierda Unida.

Un acontecimiento histórico
El día de 1955 en que Rosa Parks no le cedió su asiento en el autobús a un hombre blanco del que, curiosamente, no sabemos el nombre.

Un sueño
Volver a tener dieciseis años.

Un escritor
Muchos: Vladimir Nabokov, Gómez de la Serna, Horacio Quiroga, Scott Fitzgerald...no acabaría en mucho rato.

Un programa de televisión
Mi serie de televisión favorita era Frasier. La echo mucho de menos. Los Simpsons me ponen siempre de buen humor.

Un programa de radio.
Trabajé cuatro años en la radio, lo que me obligó a dejar de escuchar radio para los restos, aunque de vez en cuando me gusta refrescar el catalán oyendo el programa de Manel Fuentes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Grande Juan, grandes verdades.

Anónimo dijo...

La venta de los periodistas a los partidos es vergonzosa. Julián Márquez.