LEANDRO ÁLVAREZ REY. UNIVERSIDAD DE SEVILLA


LEANDRO ÁLVAREZ REY es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla. Ha publicado cuarenta libros y capítulos de libros y más de un centenar de artículos en revistas y actas de Congresos científicos, casi todos relacionados con la historia política de España y Andalucía en el siglo XX. Desde 2006 representa a la Universidad de Sevilla en el comité de coordinación sobre Memoria Histórica constituido en la Comunidad Autónoma andaluza

Podría resumir brevemente qué fue para usted la Guerra Civil españolaSin duda el principal acontecimiento de la Historia de España en el siglo XX, y el que marca un antes y un después entre lo que ha sido y lo que podría haber sido el pasado reciente de nuestro país; e incluso nuestro propio presente.

¿Por qué fracasó la II República?Porque los extremos –por la derecha y por la izquierda– se empeñaron en hacerla fracasar. Aparte de un cuadro general no excesivamente propicio para la consolidación y estabilidad de un régimen democrático aún en fase adolescente: repercusiones de la depresión económica mundial; auge de las ideologías totalitarias; ausencia –en general– de una auténtica cultura política democrática; sangrantes desigualdades en la distribución de la riqueza; sublimación de la violencia como instrumento de la acción política; deficiente enfoque desde el Estado del problema del orden público; excesivo poder e influencia de las “burocracias nacionales”, la Iglesia Católica y el Ejército; falta de una instrucción elemental en gran parte de la sociedad española; un sistema electoral de carácter mayoritario absolutamente inadecuado, etc., etc.

La Ley de la Memoria Histórica ha provocado un amplio debate, ¿qué opinión le merece dicha ley?
Es lo mínimo que setenta años después de la Guerra Civil y treinta desde la desaparición de la dictadura de Franco un Estado democrático puede ofrecer a quien reclama justicia para sus víctimas. Víctimas que no son sólo los fusilados o encarcelados, sino también los exiliados, los depurados, los procesados por organismos como las comisiones de incautación de bienes o los Tribunales de Responsabilidades Políticas –unos 60.000, sólo en Andalucía–; las 80.000 personas encausadas por el “delito” de haber pertenecido a una institución como la Masonería, respetada en cualquier país civilizado; o los tres millones de españoles cuyas fichas se conservan en el Archivo de Salamanca (actual Centro Documental de la Memoria Histórica) catalogados como “rojos y enemigos del Estado” a los que había que perseguir, etc., etc.

Ninguna Ley de Memoria Histórica puede nunca ni comprender ni compensar el dolor de las víctimas, sean éstas del bando que sean; pero un Estado y una sociedad auténticamente democráticas, basada en los principios de igualdad, libertad, justicia, solidaridad, pluralismo y defensa de los derechos humanos, tiene el deber de conocer su verdadera historia, y de intentar reparar las injusticias que hayan podido cometerse en el pasado.

¿Es posible hacer historia de la Guerra Civil sin hacer al mismo tiempo política?Los historiadores de verdad –no los que tienen a la historia como un hobby, ni los vividores de la misma– no sólo pueden, sino que deben.

Ante la Guerra Civil, ¿Es posible posicionarse activamente sin caer en el maniqueísmo?
¿A qué llamamos “posicionarse activamente”, como historiador? ¿A ser un historiador con la etiqueta de “comprometido”?... Mi opinión es que un historiador de verdad ante lo que debe posicionarse activamente es ante el objeto o el hecho histórico que pretende analizar y explicar, sin apriorismos y con una metodología depurada y científica. Los historiadores de verdad no juzgan, no adjetivan: intentan comprender y explicar.

Los juicios y los adjetivos quedan para la inteligencia del lector. Por ello lo que no se debe hacer es incurrir en los yerros y errores del pasado: en fabricar, a partir de la recuperación de la memoria de una parte de los españoles, de los vencidos en la Guerra Civil, una especie de “historia oficial” similar a la que construyó el franquismo sobre sí mismo; una historia simple y maniquea, basada sólo en las vivencias, la ideología, los valores y los recuerdos de los vencedores.

Naturalmente, es ilógico e impensable pedirle a los descendientes de las víctimas que procuren ser imparciales: bastante hacen ya sacando a la luz esa memoria de dolor y sufrimiento y reivindicando para sus padres y abuelos esa dignificación a la que sin ningún género de dudas tienen derecho. Pero la obligación de todo historiador digno de tal nombre sí es procurar ser al menos imparcial, a partir del conocimiento lo más exacto posible de los hechos, de la interpretación desapasionada que elabore sobre esos hechos y de la comprensión de los problemas y situaciones que constituyen nuestro pasado

Sin embargo, sigo sin entender ¿por qué ese empeño en querer mantener en el olvido las fosas de la guerra civil?
Como en el caso de por qué fracasó la República, el número de respuestas a enumerar podría ser inagotable. Ahí van algunas: falta de sensibilidad de quienes gobiernan (no sólo en Madrid, también en muchos Ayuntamientos) y de una gran parte de la sociedad española; miedo a lo que algunos llaman “reabrir viejas heridas” (?); o el nulo interés de la inmensa mayoría de los españoles y españolas por conocer su pasado, en comparación con el que demuestran por estar al día de las historias de belenes y campanarios.

En fin, estamos en el siglo XXI y es lo que hay. Sin embargo, creo que nadie discutiría hoy que es necesario seguir empleando todos los medios necesarios para intentar encontrar el cadáver de una niña asesinada en Sevilla, y que sigue sin aparecer. Cuando seamos capaces de comprender que el dolor por no saber donde está enterrado tu abuelo, tu padre, tu hijo, no es menor al que está sufriendo esa pobre familia, aunque hayan transcurrido setenta años, nadie se empeñará en administrar recetas contra el dolor basadas en el olvido.

Historiográficamente ¿Existen tendencias irreconciliables a la hora de abordar la guerra civil?
Entre historiadores de verdad creo que no existen tendencias “irreconciliables”, ni sobre la Guerra Civil ni –pongo el caso– sobre la Guerra de la Independencia, la Revolución Francesa o el reinado de Isabel II. Existen diferencias de enfoque, de interpretación o de valoración. Diferencias que pueden tener su origen en conclusiones diferentes obtenidas a partir de fuentes o metodologías diferentes. Confrontando esos diversos enfoques, interpretaciones, valoraciones, fuentes y metodologías es como avanza la Historia, como disciplina.

¿Dónde situamos los libros de Pío Moa y César Vidal que tanto gustan entre algunos medios de comunicación?
Dentro creo de la mejor tradición de lo que podríamos denominar la “historia oficial” que el franquismo construyó sobre la Guerra Civil y sobre sus propios orígenes, y que en síntesis describo en la respuesta a la pregunta 5. De todas formas, siempre es preferible leer a los clásicos de donde beben los Moas y Vidales (Joaqu¬in Arrar¬¬as, Comin Colomer, Ricardo de la Cierva, etc.), a los que ignoro por qué motivo la SGAE no protege sus derechos de autor.

En cualquier caso, creo que es un error darle a esto m¬¬as importancia de la que tiene, salvo como un ejemplo de la mercantilización de la historia en una sociedad de consumo: no olvidemos que todavía existen decenas o cientos de miles de personas en España dispuestas a gastarse 20 euros para que le cuenten la historia que les gusta y que siempre les ha gustado leer, la de la cruzada salvadora y demás, no la que cuentan los “rojos y masones”… Existía pues una demanda que el mercado tenía que cubrir, y un buen negocio en potencia. Los autores citados y otros parecidos fueron, pues, la oferta.

Hagamos un ejercicio de imaginación ¿Qué hubiera ocurrido si la República hubiera vencido en la GC? ¿Se habría consolidado la democracia? ¿Cómo sería hoy España? ¿Responsabilidad colectiva o más acusada en unos que en otros?
Yo intento ser un historiador (serio), no tengo dotes de adivino. Únicamente puedo dar mi opinión sobre el último interrogante: por supuesto que en las causas y los orígenes de la Guerra Civil no todos fueron igual de responsables, ni tuvieron el mismo grado de responsabilidad. Los que cometían atentados y asesinaban a sus adversarios y enemigos políticos (llámense falangistas, comunistas o anarquistas) fueron mucho más responsables que, por ejemplo, los republicanos de centro. Los jóvenes socialistas de Largo Caballero que recibieron a tiros a su correligionario Indalecio Prieto en la Plaza de Toros de Écija, en mayo de 1936, fueron mucho más responsables de la quiebra de la convivencia democrática que la inmensa mayoría de los votantes de Unión Republicana o de la CEDA.

La actuación pública y los discursos de personajes como José Antonio Primo de Rivera, José Díaz, Durruti, Dolores Ibarruri, Jos¬é María Gil Robles, Sanjurjo, Calvo Sotelo o Manuel Fal Conde –por citar algunos ejemplos– contribuyó menos a serenar los ánimos y a buscar la concordia y el entendimiento que la de personajes como Diego Martínez Barrio, Niceto Alcalá-Zamora o Manuel Giménez Fernandez. La tesis de la responsabilidad colectiva vino muy bien en la reciente Transición Democrática, para no “reabrir viejas heridas” (¿cuándo se cerraron?), pero no deja de ser un lugar común inventado por los hispanistas y la historiografía anglosajona de los años sesenta sobre los orígenes de la Guerra Civil española.

¿En qué se diferencia nuestra democracia de la que inició su andadura en 1931? Y nuestros líderes actuales ¿cuál es su opinión? ¿A qué responsable del periodo republicano le gustaría ver hoy en el parlamento?
La pregunta me gusta y seguramente daría para un buen ensayo, pero no estoy capacitado para responderla. Contestándole a la gallega: ¿en que se parece el mundo, la Europa y la España de los años treinta a las de comienzos del siglo XXI? ¿Es posible comparar una experiencia histórica que duró cinco años, en la época de entreguerras –con personajes como Mussolini, Hitler y Stalin en su apogeo–, con un régimen político que comenzó su andadura en 1978 y que tiene a sus espaldas tres décadas ya de historia?

Para mí todos nuestros líderes actuales son respetables porque han sido elegidos democráticamente por los ciudadanos y ciudadanas, en el libre ejercicio de su derecho. Y creo que todos, con independencia de su ideología y de sus posicionamientos, intentan ejercer y desempeñar sus funciones lo mejor que saben hacerlo.

Me gustaría ver en el actual Parlamento a don Diego Martínez Barrio. Sevillano, hijo de un albañil y el único español que ha sido, en un r¬égimen democrático, Presidente del Gobierno, de las Cortes y Jefe del Estado. Un político a quien un historiador a quien admiro –Javier Tusell– describió, muchos años antes de que se hubiera inventado el término Memoria Histórica, con las siguientes palabras: “don Diego tenía sin duda altura ética… Moderado y ajeno a todo rencor, despecho o deseo de venganza, Martínez Barrio llegó a ser, durante la Segunda República, la expresión misma del centro político…”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En la pregunta sobre las causas del fracaso de la segundo república señala usted un sistema electoral de carácter mayoritario absolutamente inadecuado ¿A qué se refiere?

Anónimo dijo...

Sobre la ley de la memoria histórica existe un amplio colectivo de medios de comunicación que constantemente critican la aplicación de la misma. Por ejemplo, siempre se habla de Paracuellos del Jarama, pero que yo recuerde los muertos del bando nacional fueron sacados de las fosas ¿verdad?

Anónimo dijo...

En el caso de Málaga acaban de finalizar las excavaciones del cementerio de San Rafael. Aquí gobierna el Partido Popular y no ha habido esa polémica que si se ha generado en otras zonas de España. Aquí, Junta, Ayuntamiento y Universidad han aunado esfuerzos.