ENTREVISTA A JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ HUERTA. DIRECTOR REVISTA FORO DE EDUCACIÓN


José Luis Hernández Huerta
Licenciado en Pedagogía. Director de la revista Foro de Educación (www.forodeeducacion.com Editor de esta última y de El Futuro del Pasado. Revista electrónica de Historia (www.elfuturodelpasado.com). Hablamos aquí con José Luis Hernández sobre los grandes problemas de la educación.

1). Valoración actual de la educación
Emitir un juicio de valor general sobre Educación es, cuanto menos, arriesgado. Habría que matizar según tiempos, espacios, grados y niveles. No obstante lo cual, es cierto que está en crisis, que existe un malestar social generalizado, fruto de las barbaridades educativas de los últimos años, especialmente, pero no sólo, en lo relativo a la enseñanza reglada, al sistema estatal de enseñanza. Se han erradicado los pilares básicos sobre los que se asienta cualquier acción educativa: dignidad, valor, esfuerzo, responsabilidad, respeto, solidaridad, razón y libertad.

Al mismo tiempo, se ha renunciado a la concepción de la educación como autoeducación, como aquello que el individuo puede hacer de sí, con o sin ayuda de los demás, y se ha suplantado por otro más cómodo, lucrativo y rentable electoralmente, entendida como aquello que la sociedad puede hacer de la persona; es decir, se busca y propicia la aparición y extensión de lo que Ortega denominó «hombre-masa», o, como más recientemente lo ha expresado Mercedes Rosúa, se ha pasado, en un acto de osadía e imaginación involutiva, «de la persona a la tribu».

Y, paradójicamente, al mismo tiempo que se imponía un modelo de educación paternalista, las familias y el sistema estatal de enseñanza progresivamente iban inhibiéndose de sus responsabilidades y asumiendo otras que hasta el momento no le correspondían ni tenían porqué competerles; así, las familias ponen el máximo empeño en cuestiones accesorias, materiales y efímeras, pero dan la espalda a los asuntos que traslucen el más mínimo calado social, ético o antropológico, y el sistema estatal de enseñanza, por fuerza o voluntariamente, las ha asumido como propias, relegando a planos imaginarios las que le dan razón de ser y por derecho le son propias, las referidas a enseñanza y formación, cosas bien distintas de la educación.

El resultado es, hasta el momento, una generación –la que tomará el relevo- que, en verdad, no es autónoma ni autosuficiente, huérfana de criterio, referentes, valores y proyectos, aislada en lo cotidiano y condenada a la inmediatez, ayuna de los alimentos culturales de trascendencia universal, del valor del esfuerzo, de la realización personal que supone el trabajo, y más cuando está bien hecho, de imaginación, y, sobre todo, ignorante de la libertad.

2). ¿Cuáles son a su juicio los grandes problemas del sistema educativo en España?A mi juicio, dos, la transferencia a las autonomías de las competencias en educación y el sistema estatal –o lo que queda- de enseñanza en sí mismo. Lo primero ha tenido efectos muy diversos, dependiendo de la región, si tiene o no lengua propia. En términos generales, los contenidos han cobrado un marcado carácter localista y, en las llamadas autonomías históricas, proselitista, sirviéndose de cuantas materias se prestan al fomento del nacionalismo, empezando, por ejemplo, por la imposición en las aulas de la lengua regional, en detrimento de la nacional –llegando, incluso, a proscribirla-, a pesar de ser de obligado conocimiento y libre uso por parte de todos los ciudadanos españoles, continuando por la Historia trasmitida en la escuela, generalmente sesgada y ocasionalmente simplemente esperpéntica, siguiendo por la Literatura y el Arte, disciplinas en las que, de repente, aparecen autores autóctonos privados de fama y gloria por alguna injusticia histórica u obras de arte sepultadas por el olvido por razones igualmente peregrinas, cuando en realidad no figuraban en los planes de estudio por haber otros cuyo reconocimiento era –y sigue siendo- internacional y de valor artístico y monumental evidente, y terminando por las Matemáticas y demás ciencias naturales y experimentales, que también se enseñan en la lengua regional.

Pero tal imposición también afecta a todos los que trabajan en el sistema de enseñanza, ya que los que quieren opositar en tales regiones, donde, curiosamente, las condiciones laborales son mejores, han de conocer la lengua terruñera, con lo que el acceso a la función pública, legalmente abierto a todos los ciudadanos españoles, se convierte en un terreno restringido, cuyo acceso sólo es posible para los que han nacido en tierras elegidas o que han sido purificados por el idioma al uso. Asimismo, y esto afecta a todas las Comunidades Autónomas por igual, la posibilidades de movilidad geográfica de los docentes de todos los grados y niveles se reduce a los confines inmediatos de la correspondiente región, coartando el crecimiento personal y laboral y condicionando, entre otras cosas, la vida familiar, que queda anclada, casi de por vida, a la Comunidad Autónoma donde se obtiene la primera plaza.

El segundo problema, a mi juicio, es el sistema estatal de enseñanza en sí mismo, que hace aguas por todas partes, desde la etapa primaria hasta la universitaria, y, en entre éstas, especialmente, la secundaria, tanto la obligatoria como la que no lo es. Los informes, con algunos datos objetivos que no dan lugar a discusión, están ahí, y no pueden ser obviados, a pesar de ser sólo fragmentos de la realidad de la enseñanza. Los informes PISA de 2003 y 2006 sitúan a España sensiblemente por debajo de la media en habilidades matemáticas, lingüísticas y científicas, el último informe sobre hábitos lectores, correspondiente a 2009, evidencia la paupérrima cultura de la lectura existente en este país, y no sólo eso, también la alarmante falta de comprensión de textos escritos.

Y los diferentes ranking mundiales de universidades presentados por The Times (2008) y la Universidad Jiao Tong de Shangai (2009) sitúan igualmente a España fuera del circuito de las 200 mejores instituciones de formación superior, salvo la Universidad de Barcelona, que aparece a la cola, pero al menos lo hace. Los datos que ahí se dan a conocer –invito a los lectores a que revisen con detenimiento tales informes- indican que algo va mal, muy mal, y debería hacer pensar a los gobiernos, a todos los que se han sucedido en los últimos treinta años, que las concepciones de la educación que manejan son nefastas, que el populismo, el sectarismo y el esnobismo pedagógicos o políticos no pueden, nunca, orientar la estructura y el funcionamiento del sistema estatal de enseñanza, lo mismo que no lo hacen en sanidad, economía, obras públicas o aeronaútica.

Pero ocurre que en enseñanza se permite cualquier desmán o disparate, en primer lugar, porque piensan que no acarrearán víctimas-muertos, como ocurriría si los cirujanos no conociesen el fisonomía humana o a los ingenieros se les permitiese ignorar, por ejemplo, la resistencia de los materiales, cuando en verdad se está condenando a millones de personas a un futuro ciertamente empequeñecido, con horizontes inmediatos, paisajes de cartón-piedra y variedades infinitas de la misma Ginebra de la Victoria, y, en segundo término, porque los intereses económicos y políticos que hay en juego son muchos.

El sistema estatal de enseñanza constituye uno de los cuerpos de funcionarios más nutridos, lo que lo convierte en un gran vivero de votos, con posibilidades de influencia casi infinitas, ya que por aquél pasan todos los niños residentes en España entre los 6 y los 16 años, y es, además, muy lucrativo económicamente, pues editoriales y sindicatos, año tras año, y más reforma tras reforma, aumentan su arcas, multiplicando las ventas y la oferta de cursillos, pero lo es más socialmente, dado que permite, mediante un espeso entramado de clientelas, la construcción, fortificación y expansión de mandarinatos que, en la práctica, actúan, de algún modo, como estados dentro del Estado, al modo de las autonomías.

3). ¿Qué medidas concretas tomaría usted?
Centrándome en lo dicho anteriormente, recuperaría para el Ministerio de Educación, en exclusiva, las competencias en educación, especialmente en lo referido a la ordenación y desarrollo del sistema estatal de enseñanza y al acceso a la función pública, con cuerpos únicos de maestros, profesores e inspectores, asegurando la igualdad de condiciones y oportunidades de todos los ciudadanos y posibilitando la libre movilidad geográfica dentro de España. Y, con esto, la obligatoriedad del español en colegios, institutos y universidades, con posibilidad de oferta, para aquellos que lo deseen, de cursos, seminarios u otras fórmulas de enseñanza en los que se ahonde en la lengua regional y en sus costumbres, salvaguardando, claro está, el derecho que asiste a todo ciudadano español para libremente usar una u otra lengua, pero con la obligación de conocer el español; no es otra cosa que hacer valer la Constitución española de 1978.

Asimismo, reelaboraría, mediante un amplio pacto de Estado con visos de perdurabilidad, el sistema estatal de enseñanza, procurando que éste se acomode a las exigencias de una vida libre y digna, a la altura de nuestro tiempo, en el que se dé cabida al mérito, la capacidad y la solidaridad en los esfuerzos, de profesores y alumnos, donde la exigencia y el rigor, dentro de los límites de lo razonable, sean palpables, y que tenga en consideración las necesidades sociales, económicas y laborales del país donde, una vez adultos los alumnos, habrán de desenvolverse, así como las posibilidades e intereses de los muchachos, especialmente en el segundo tramo de la enseñanza secundaria obligatoria, acompañado todo, entre otras cosas, de una sólida formación general de los maestros y específica y científica de los profesores y de la recuperación de materias de peso y trascendencia, de las que, en última instancia, al conferirle sentido y significado, depende el futuro de la Humanidad, como son la Filosofía, el Arte, la Literatura, la Historia, el Latín, la Religión y la Lengua, todas ellas edulcoradas o relegadas a planos casi imaginarios en las últimas reformas del sistema estatal de enseñanza.

4). ¿Cuál es el papel de la familia en el sistema educativo actual?
El papel de la familia en el sistema estatal de enseñanza es fundamental, pero como agente coadyuvante. Ha de estar al tanto de lo que ocurre en la escuela, y ha de participar en ella, enriqueciéndola y llenándola de vida, para lo cual ya se han establecido los pertinentes cauces de participación, como son, entre otros, el Consejo Escolar, las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos y el Consejo Escolar del Estado. Pero no considero prudente otorgar a las familias la capacidad de decidir sobre cuestiones estrictamente docentes y pedagógicas, no han de tener ni voz ni voto, salvo, obviamente, que se esté vulnerando algún derecho de la infancia o de cualquier otro miembro de la comunidad escolar.

Asimismo, ha de desempeñar otro papel importante, pero poco visible en el organigrama escolar, cual es el de continuar en el hogar con la formación cultural, social y espiritual del niño, propiciando situaciones de socialización en las que pueda adquirir hábitos de conducta propios de ciudadanos libres, responsables y con criterio, capaces de discernir la verdad de la mentira y exigentes de lo mismo. Lo que está claro es que ha de haber cierto entendimiento entre Escuela y Familia; de no ser así, se corre el riesgo de que una influencia neutralice a la otra o, lo que es peor, que genere cierta esquizofrenia o bipolaridad en la nuevas generaciones, al sumirse en el nihilismo relativista de la posmodernidad o, como se ha referido Lipovetsky, hipermodernidad.

5). ¿Y los medios de comunicación y clase política?El papel de los primeros debería, simplemente, no existir, no pintan nada en el entramado del sistema estatal de enseñanza. Pero desempeñan un papel de gran trascendencia a la hora de configurar el imaginario colectivo, especialmente de niños y jóvenes, cuyo carácter está aún en formación, son más permeables y fáciles de impresionar. Y son muchas las oportunidades que ofrecen radio, prensa y televisión para el incremento del acervo cultural de los ciudadanos. En cambio, tal sector ha renunciado a su función social, y lo que provoca es la degradación progresiva de pensamiento, cultura y sociedad, al ofrecer una programación de mal gusto y peor calidad que, en lugar de ensanchar lo horizontes de la existencia los contrae, por la fugacidad y frecuencia de los mensajes, condenando, así, la realidad a un eterno presente.

Y los segundos, sencillamente, no pueden desaparecer, pues son los que dirigen la vida pública del país, y la educación es una parte muy importante de ésta. Son los encargados de idear la estructura y el funcionamiento del sistema estatal de enseñanza. Y esto es así desde el surgimiento de los sistemas nacionales de enseñanza, allá por las últimas décadas del siglo XVIII y, especialmente, durante el siglo XIX por entero. Pero ahí debe acabar su función, no deben ingerir, por ejemplo, en el funcionamiento ordinario de los centros de enseñanza o de la inspección escolar. En cambio, han de asegurar, por ejemplo, la financiación del sistema educativo, lo que es un papel ciertamente relevante en el desenvolvimiento de éste.

6). ¿Dónde quedan los profesores?
Sin duda, maestros y profesores de secundaria y universitarios son los pilares del sistema estatal de enseñanza, son quienes, a fin de cuentas, pueden hacer de éste algo bueno o malo, sacando lo mejor de cada persona, desarrollando al máximo sus capacidades, pertrechándola con las herramientas de la cultura, de la razón y de la ciencia, que luego le permitirán atreverse a utilizar su propia inteligencia, contribuyendo, así, al crecimiento de la sociedad, haciéndola más culta, más exigente, más responsable, más libre.

Santo Tomás decía que el maestro es causa instrumental coadyuvante, pero no es la causa principal. Kant, que entendía la educación como la humanización del Hombre, consideraba que, aunque en última instancia esta tarea sólo puede ser llevada a cabo por uno mismo –educación como autoeducación-, también se necesita del otro, de un agente externo que ayude y oriente el impulso vital de conocer y crecer, de ser, en definitiva, lo que se ha elegido ser. Celestín Freinet, maestro francés que renovó la escuela rural durante el primer tercio del siglo XX y cuya actividad continuó hasta finales de la década de 1960, decía que los educadores no pueden suscitar ningún torrente de vida, que a lo más que pueden aspirar es a encauzarlo y ayudarlo a seguir su curso hacia buen puerto, es decir, desarrollando al máximo las potencialidades del niño y haciendo de éste una persona capaz de mejorar y transformar, mediante su acción particular, el mundo.

Es decir, el maestro ha de ayudar a ser y a ser más y mejor, pero siempre con los mimbres que le han tocado. Y Manuel Bartolomé Cossío, quizás nuestro más reputado pedagogo, decía que no había buenos o malos sistemas, sino maestros de calidad y nefastos, capaces de hacer de la Escuela un lugar de provecho, de los alumnos ciudadanos libres, responsables y solidarios y del mundo algo mejor, más habitable y justo.

7). ¿A qué crees que se debe la falta de unidad del profesorado para determinadas reivindicaciones?
Sinceramente, no sé responder con conocimiento de causa. No trabajo a pie de cañón con maestros y profesores de secundaria. Pero supongo que por las razones por las que sucede en otros grados de enseñanza o en otros gremios ajenos a ésta: Los intereses particulares o de grupo priman sobre el bien común y el interés general, ya que, por norma, los individuos, como animales que son, quieren más y vivir mejor, pese a quien pese y pasen por encima de quienes pasen. He aquí el gran reto del Hombre, y es que no basta sólo con serlo, hay que proponérselo, pues puede que, aun no siendo una bestia, acabe comportándose como tal.

8). ¿A qué crees que se deben las diferencias entre el modelo finlandés por ejemplo y el modelo español?
Creo que las primeras y más evidentes diferencias son de orden social, cultural, económico y climático: Finlandia cuenta con algo menos de cinco millones y medio de habitantes, de los que el 96,7% son finlandeses, el 2,2% europeos y tan sólo el 1,1% de inmigrantes asiáticos, africanos y americanos; el 80,% de la población es luterana, que privilegia el amor al trabajo, el esfuerzo y el afán de superación; desde la década de 1980 ha tenido una de las tasas de desarrollo económico e industrial más altas del entorno; es el país de la UE con mayor tirada de periódicos por habitante; y, dada su situación geográfica, posee un clima muy duro y con inviernos muy largos, que oscilan, dependiendo de la zona, entre los 4 y los 7 meses de invierno al año. Tales condiciones, por sí mismas, determinan buena parte de los matices de nuestra concepción de mundo y de nuestra actitud ante la realidad, lo que se refleja, indudablemente, en el sistema estatal de enseñanza.

También hay notables diferencias en la organización y funcionamiento del sistema educativo. Según los estudios, las claves del éxito finlandés –y que lo diferencian de España- radican en un alto gasto público en educación (5,8%), que posibilita las condiciones materiales y humanas optimas para el ejercicio docente; la formación académica de la población adulta es sensiblemente superior; la educación obligatoria y no obligatoria, hasta el doctorado, es gratuita; hay una descentralización curricular razonable, en la que el Estado establece el 75% de los contenidos de las materias –que no éstas-, dejando el otro 25% restante al centro escolar; se ha establecido una sólida y eficaz formación universitaria de los docentes –para ser maestro de primaria se necesitan seis años de carrera- y, parejo a esto, un sistema de formación continua con sustancia y sentido, así como unas pruebas de selección para el acceso a la función pública rigurosas; hay en el imaginario colectivo finlandés una alta estima y valoración de los docentes, y un compromiso social y político con la educación igualmente fuerte; apenas existen el abandono escolar y el fracaso escolar; y se promueven los valores del esfuerzo y la responsabilidad de los alumnos, al tiempo que se les proporciona una atención altamente individualizada, capaz de descubrir y corregir a tiempo posibles problemas de aprendizaje o de conducta, mediante la acción coordinada de profesores, familias, trabajadores sociales, orientadores y médicos.

Pero no todo han de ser loas al sistema finlandés, porque al lado de tales logros educativos, de los que España debería aprender mucho, hay que poner algunos de los costes sociales que acarrea, como son los altos índices de suicidio, y, particularmente, de depresión entre el gremio de profesores y los alumnos.

9). ¿Le ve salida a la situación actual? ¿Es posible un gran pacto a nivel educativo en España?A corto plazo, no. La actualidad de la educación ofrece un cuadro tenebroso, en el que las pocas luces que se perciben son sólo gradaciones del mismo gris mortecino que recubre la realidad por entero. Existen algunos haces de luz clara y potente, capaces de revelar la infinidad de colores y aromas, realidades, trayectorias anticipadas y proyectos de libertad y solidaridad individual y social con sustrato antropológico y filosófico –nunca está de más recordar lo que el Hombre es, lo que ha sido y, sobre todo, lo que puede llegar a ser; con este ejercicio se clarificaría, de paso, el sentido de la Escuela- que están al alcance de la mano.

Lamentablemente, tales haces suelen pasar desapercibidos, por la sutil, pero eficaz, censura sin censura existente en España: Son difíciles de descubrir, pues se hallan fuera de la escena principal o solapados por la fuerza de sombras y grises; hacen gala de un pensamiento libre, honesto y exento del tamiz de lo politically correct; parten de la realidad y a ésta se aferran, sirviéndose en sus argumentaciones y proposiciones de la razón y la lógica; apuestan por las libertades individuales, las responsabilidades social y pública y los derechos de todos los ciudadanos, por el sólo hecho de serlo; hacen valer, en aras de la justicia y la igualdad de todo ciudadano, además de las equidad e igualdad de oportunidades, el mérito, el esfuerzo y la capacidad individuales; y, lo más importante para poner punto y final al secuestro de la educación, ponen en evidencia la real, extensa y espesa red de clientelas parásitas, que maman de la gran ubre del Estado que es Educación y que neutralizan cualquier atisbo de «valentía pedagógica». Referido a esto último, recomiendo a los lectores el libro de Mercedes Rosúa Las clientelas de la Utopía (Madrid, Unisón Ediciones, 2006), que merece mucho la pena, por lo claro, sugerente, libre y sólido de su contenido, pero que, por desgracia, ha sido poco publicitado.

Creo que, una vez desmanteladas las citadas clientelas, la única fórmula válida para hacer del sistema estatal de enseñanza algo con sentido y de provecho para los individuos y el cuerpo social sería un pacto de estado, al modo del constitucional de 1978, que perdure y elimine de una vez por todas la rentabilidad electoral de aquél. Ahora, en estos días, se habla de un pacto de tal calibre, pero mucho me temo que, si se produce, no será más que un pacto en la granja al más puro estilo orweliano.

El ejemplo de esta índole más reciente es la LOE, que se ha vendido como una ley consensuada, para cuya elaboración se contó con la participación de todos los sectores, cuando en realidad se omitió del debate a un amplio sector de la población, mayoritariamente del sector privado, contó con una amplia –aunque tímida y timorata- oposición y las voces discrepantes e independientes fueron acalladas, mediante una brillante maniobra mediática, en las que descalificaciones y ocurrencias sustituyeron a razones y criterios; para colmo, al reincidir y potenciar los errores de la LOGSE, constituye uno de los mayores y más rentables fraudes en educación, además de ser un insulto a la inteligencia y una carcajada impúdica a la cara del sentido común.

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