Antología (no exhaustiva) de idioteces sobre los 'indignados'
Es realmente sorprendente la impúdica exhibición de estupideces, simplezas y disparates con la que muchos dirigentes políticos y supuestos creadores de opinión están tratando de explicar el germen y los fines de ese magma heterogéneo de indignados que ha tomado las calles. Y no parece arriesgado deducir que si unos se han apresurado a cortejarlos sin pudor tras haberlos ignorado durante años -o más bien siglos-, y otros han corrido a etiquetarlos despectivamente, empujados por sus prejuicios, es porque creen ver en ese movimiento cívico que escapa a su control una amenaza para sus privilegios. Están nerviosos, descolocados. Y los indignados olfatean su miedo.
No tengo la menor idea de la influencia que la irrupción del Movimiento 15-M podrá tener en las elecciones del próximo domingo; o de si será este o aquel partido el que rebañará más votos de ese hastío colectivo cocido durante años a fuego lento; y resulta prematuro diagnosticar a estas alturas si estamos viviendo los primeros balbuceos de un acontecimiento histórico capaz de sacudir los cimientos de nuestra anquilosada democracia o se trata de un brote fugaz de rebeldía ciudadana, una suerte de kedada multitudinaria de aprendices de Mayo del 68.
Pero, a juzgar por la ansiedad y la torpeza con que eso que llamamos el sistema -líderes políticos, partidos, instituciones, poderes fácticos, medios de comunicación...- ha reaccionado ante las protestas, me inclino a pensar que los protagonistas de esa caótica acampada en el corazón de Madrid ya han ganado su primera batalla.
Sólo la ansiedad y la torpeza pueden explicar que el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, haya comparado las concentraciones espontáneas de los indignados con las movilizaciones que siguieron a los sangrientos atentados del 11-M; o que los mismos medios de comunicación ultramontanos que jalean las paranoias conspirativas de personajes como De la Riva y señalan la mano negra de Alfredo Pérez Rubalcaba detrás de las protestas, certifiquen luego en sus editoriales los supuestos efectos demoledores del 15-M sobre las ya de por sí raquíticas expectativas electorales del PSOE, o sea, el partido del vicepresidente.
Sólo la ansiedad o la torpeza -o ambas- pueden justificar que Felipe González trace paralelismos entre la Puerta del Sol y la Plaza de Tahrir, como si la nebulosa de reivindicaciones cívicas de nuestros activistas -un atropellado catálogo de regeneración democrática redactado por quienes jamás, en su inmensa mayoría, han conocido una dictadura- pudiese homologarse a las exigencias de primera necesidad de los jóvenes árabes, que arriesgan sus vidas -y las pierden- por una libertad que jamás han conocido; o que el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, dirigiéndose a la legión de desempleados instalada en Sol, dijese ayer que "su situación económica mejorará en 10, 20 o 30 años", afirmación que, sin duda, habrá calmado el desasosiego de quienes no encuentran trabajo.
Antisistema, guerrilla urbana, vínculos con ETA...
Sólo la ansiedad o la torpeza -o algo mucho peor- puede esconderse tras el exabrupto lanzado por el escritor y periodista César Vidal, que ayer proclamaba desde su púlpito radiofónico que muchos de los jóvenes concentrados en la Puerta del Sol tienen vínculos con ETA. "Lejos de ser, como pretenden, un movimiento ciudadano independiente, participativo y apolítico, pertenecen a los habituales grupos antisistema. Las Fuerzas de Seguridad han alertado en varias ocasiones del peligro que representan estos grupos, que mantienen contacto regular con Batasuna-ETA, y que han recibido entrenamiento de Segi en cursos de guerrilla urbana".
Sólo la ansiedad o la torpeza puede haber llevado a José Blanco a advertir a los indignados que "este sistema es el mejor" -aún no he escuchado a ninguno de los que se han echado a la calle reclamar la instauración en España de una república islámica teocrática o de una dictadura comunista-, y que cometen un "error" si piensan que pueden cambiar la política sin acudir a las urnas, como si una abstención masiva o un voto en blanco desorbitado no fueran un mensaje lo suficientemente contundente como para que nuestra casta política comprendiese que ha llegado el momento de sacudir las alfombras de la democracia.
Sólo la ansiedad, la torpeza o la ignorancia pueden haber empujado al vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, a asegurar que el objetivo de estas protestas "es cambiar el Gobierno"; y no, no es sólo echar al Gobierno, a este Gobierno, lo que pretende el Movimiento 15-M: sus metas, utópicas o no, pasan por abrir de par en par las ventanas de la instituciones, las gobierne quien las gobierne, para limpiar el aire viciado por la corrupción, los privilegios y la mediocridad.
Sólo la ansiedad, la torpeza o la prepotencia -va a ser la prepotencia- pueden explicar que uno de los columnistas estrella del periódico de Pedro J. Ramírez sostuviese ayer que los convocados en Sol "no representan a los ciudadanos". Yo creo que sí. Si las 4.000 o 5.000 personas, jóvenes en su mayoría, que han tomado la plaza sólo se representasen a sí mismos, las Fuerzas de Seguridad ya las habría desalojado a todas, pacíficamente o por la fuerza; los partidos políticos seguirían enfrascados en su inane y aburrida campaña electoral; y los medios de comunicación habrían enviado a un par de reporteros en prácticas para cubrir las protestas.
Los indignados han tenido el valor de sacudir las conciencias de una sociedad muy cabreada, sí, pero también adormecida. Mientras ellos se han echado a la calle, los demás seguimos lamentándonos en el sofá, el bar o la oficina. Pero hartos estamos todos. O casi todos.
PUBLICADO EN EL CONFIDENCIAL.COM
1 comentario:
Genial el artículo. Enhorabuena
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