NO NOS REPRESENTAN
Un principio fundamental del movimiento 15M, de DEMOCRACIA REAL YA!, queda perfectamente reflejado en el lema “Que no nos representan”. Normalmente, cuando escuchan esa frase, tantas veces coreada en las plazas y calles de nuestro país, la clase política y los medios de comunicación en general, se espantan, se echan las manos a la cabeza, y se fingen afectados, compungidos, como si una bomba de fusión nuclear amenazara su ya escaso raciocinio democrático. Se espantan, sí, pero no confrontan el análisis, no se atreven a mantener, a enfrentar una lucha dialéctica en la que pudieran exponer de forma clara algunos argumentos, medianamente sólidos, que demostraran el supuesto vacío de contenido de ese eslogan demoledor. No lo hacen, no, pero nosotros sí. Veamos.
En un principio, para situarnos, se puede entender que están los ciudadanos, por un lado, y los gobernantes, “democráticamente elegidos”, por otro. Constituyen dos planos de la realidad que teóricamente demuestran la existencia de una sociedad democrática, de una sociedad organizada. Sin embargo, incluso antes de que llegaran estos tiempos que tanto hieren, estos tiempos en los que un tercer plano de esa realidad (al que luego volveremos, nos referimos, evidentemente, a esas corporaciones financieras, a esas instituciones como el FMI, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo, etc.,… a ¡los mercados!) hiciera, no ya su aparición (que ya estaban), sino su arrogante puesta en escena, lejos ya de disimulos y sutilezas… incluso antes, decimos, esta democracia no era tan pura y linda como la quieren pintar.
Se podrían apuntar muchas razones. No obstante, detengámonos solo en algunas de ellas: Ley electoral, campañas electorales… y esos medios de comunicación.
Ya todo el mundo sabe cómo funciona la Ley D´Hont que rige el sistema electoral en España. Es un sistema que beneficia de forma descarada a los partidos llamados “mayoritarios”, y perjudica de forma humillante a los llamados “minoritarios”, dando la sensación (más que “dando la sensación”, habría que decir “constatando el hecho”) de que lo que se pretende realmente es eternizar la situación privilegiada de unos y el arrinconamiento perpetuo de otros. Un ejemplo, en las elecciones generales de 2008, a IU le costó unos 481.000 votos conseguir un diputado, a UPyD, 303.000, al PSOE, 65.500, al PP, 66.500, y al PNV, 50.000. Parece que no es demasiado justo. Se ha argumentado con frecuencia que en los albores de esta última instauración de la democracia eran tantos los partidos que se presentaban a las elecciones, el abanico de opciones era tan extenso, que hacía necesario un sistema como la Ley D´Hont para obtener un paisaje de representación medianamente organizado y operativo. Se trata de un argumento, cuando menos, discutible.
Lo que no es discutible es que hoy en día, tal y como han evolucionado los estados de representatividad, ese sistema constituye, simple y llanamente, una estafa legal a la posibilidad de que surjan los verdaderos representantes, resultado de una libre elección por parte de los ciudadanos españoles.
Digamos, además, que sirve para hacer inevitable el reinado absoluto de un pensamiento único representado por esos dos partidos mayoritarios, los cuales se afanan teatralmente por aparentar dos opciones diferentes que, en realidad, no lo son, al menos en lo que se refiere al funcionamiento económico y social en su estructura fundamental. Convendría revisar ahora Mouseland (http://dueloliterae.blogspot.com/2011/06/mouseland-una-mas-que-posible.html), la fábula con la que el político canadiense Thomas Douglas (famoso, entre otras razones, por haber sido el principal promotor de la Sanidad Pública en su país) explicaba claramente el abismo existente entre los ciudadanos y la clase política. Mostraba a la perfección la idea de que los intereses que defienden los políticos, no solamente son diferentes a los intereses de los ciudadanos, sino que son esencialmente antagónicos.
En cuanto al asunto de las campañas electorales, es claro que no se puede desligar de los Grandes Hermanos que modelan el pensamiento para vaciarlo de posibilidades, que ofrecen una representación del mundo presuntamente vestida de pluralidad, pero que, en realidad, acoge en su interior una visión única del mundo… los Medios de Comunicación, también conocidos, en algunos círculos clandestinos de pensamiento, como los Medios de Desinformación. Estamos en la primera semana de octubre y, ante la inminente llegada de la campaña electoral, han comenzado, poderosos, dos procesos especialmente significativos. A saber, ninguneo, casi absoluto, de cualquier noticia asociada el movimiento 15M (a no ser que sen noticias bañadas hábilmente en connotaciones negativas), por un lado, y recuperación del bombardeo, casi exclusivo, de noticias referidas al PSOE, o al PP, por otro. ¿Qué dijo ayer Rubalcaba? ¿Qué ha dicho esta mañana Rajoy? Pareciera como si en el fondo (no tan en el fondo) quisieran transmitirnos el siguiente mensaje:
“Usted puede pensar desde aquí hasta aquí, y ya está, y, por favor, no se salga de ahí, o nos veremos obligados a tomar medidas. Esto es lo que hay“.
En las campañas electorales coinciden dos factores que las convierten en un insoportable insulto a la inteligencia de los ciudadanos. Nos referimos a los mensajes y sus formas con los que los políticos se dirigen a sus posibles votantes, por un lado, y a la humillante desigualdad de condiciones de la que parten las distintas opciones políticas, por otro.
En cuanto a los mensajes, los políticos, cuando están en campaña (y cuando no lo están, también) se dirigen a los ciudadanos como si fuéramos niños de cuatro años. No exponen ideas, no defienden, con argumentos, las supuestas bases de su programa electoral. Solo intentan resultar graciosillos, parodiar al otro (que en realidad es el mismo), mostrar una imagen campechana, cercana… (hay que reconocer que, a veces, entre chiste y chiste, se les escapa alguna propuesta, pero, en realidad, a sus feligreses, en los mítines, eso es lo que menos les interesa, ellos prefieren, en su mayoría, seguir confirmando el superior carisma competitivo de su líder, con respecto al otro), en fin, comportarse como si estuvieran en un estúpido programa de cotilleos al uso.
Sí, convierten la res pública en un programa rosa, en un programa de esos del corazón en los que el lenguaje, las ideas y el pensamiento son vapuleados de forma despiadada. Sin embargo, es necesario constatar que para que esa forma de actuar tenga sentido, sea real, previamente la población ha sido sometida a un incesante embrutecimiento general en el que la televisión y los medios de comunicación se erigen como ejes fundamentales, que se convierten en verdaderas armas de destrucción masiva que intentan (y lo consiguen) anular cualquier visión crítica de la realidad. No olvidemos que una de las “Las 10 estrategias para la manipulación mediática”, de las que hablaba Noam Chomsky era “Promover al público a creer que está de moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto...” Y, efectivamente, la vulgaridad, lo soez, la ordinariez, el insulto, el cotilleo, el famoseo, el valor del dinero rápido, de la fama, la exaltación de la basura íntima, el desprecio por la cultura... son promovidos de forma constante en los medios de comunicación. Y a nadie parece importarle. No obstante, es necesario reconocer, para que la reacción sea posible, que los ciudadanos son (somos) cómplices pasivos de su propio adormecimiento, al hacer de la pereza, no solo una excusa, sino una forma de vida.
En cuanto a las condiciones de partida de las distintas opciones políticas ante unas elecciones son de todo, menos igualitarias. No hace falta extendernos en temas como la financiación de las campañas (¿quién tiene más dinero para publicitar sus mensajes?), el tiempo dedicado a los distintos partidos en los medios de comunicación, la manipulación constante de mensajes e imágenes… en fin, ¿todos iguales? No, de eso nada.
Volvemos a insistir,
“… ¿por qué no se reducen las campañas electorales a la publicación de los distintos programas de los partidos, y acabamos así con el obsceno despilfarro (con dinero de todos) de carteles, mítines, programas de televisión en los que solo se busca ser el más gracioso, ocurrente, o en tener el mejor corte de pelo? ¿No sería, además, una forma más justa de competir, sobre todo si tenemos en cuenta que los mercados, perdón, las grandes empresas, perdón, los grandes partidos son los que obtienen mayor crédito para de forma impúdica tratar como subnormales a esos ciudadanos cada vez más embrutecidos por el efecto de la imagen y del ruido mediático?
(http://www.elpais.com/articulo/opinion/television/campanas/elpepiopi/20101121elpepiopi_6/Tes)
Pues bien, ¿qué hacen la mayoría de los políticos cuando se les espeta en la cara “que no nos representan”?
En muchas ocasiones se alarman (ellos, y algunas estrellas de los medios de comunicación, que también se sienten ofendidas, como si fuera una cuestión personal… ¿a quién defienden? ¿a quién sirven? ¿quiénes son sus señores?) y, sin mediar ningún razonamiento, ningún argumento, gritan “¡Son antisistema!”.
Se trata de una huida hacia delante. No se puede zanjar la crítica con un simple grito a la desperada. No se puede eludir el análisis simplemente convirtiendo una expresión en una alarma terrorífica que anuncia el Apocalipsis. No se puede llamar antisistema, precisamente, a aquellos que revelan la identidad de aquellos que pervierten, a su antojo, el sistema original. Ellos son los antisistema, si entendemos el sistema Democracia, como gobierno real del pueblo. Al dar constantemente la espalda a la ciudadanía, al denostar la participación ciudadana (“No tenemos tiempo de consultaros, de hacer un referéndum… pero no os preocupéis… ya nosotros sabemos… luego ya, si acaso… pues eso…”), al defender espurios intereses de otros, siempre poderosos, al olvidar que deben estar al servicio de la sociedad… son ellos los que han ensuciado hasta el asco la palabra Democracia, son ellos los antisistema.
En otras ocasiones, se ponen llorones y, entre fingidos gemidos, se quejan “… con lo que nos ha costado llegar hasta aquí… snif…”
Se trata de un intento de chantaje emocional que no se puede permitir de ningún modo, si no queremos ensuciar la historia. Para empezar, habría que precisar a quién le costó y qué significa aquí. Si “aquí” significa el estado actual de participación, de democracia real, de independencia de los poderes públicos con respecto a otros poderes… entonces, quizá, o hemos desandado el camino, o es que no hemos llegado a ningún lado. Y en cuanto al “coste”, por favor, no ensucien la memoria de tantos valientes que lucharon, de verdad, realmente, por la libertad, por la democracia. No creo que, si pudieran verlo, se sintieran colmados de placer en este “aquí”. No creo, por ejemplo, que Miguel Hernández aplaudiera feliz al analizar hoy la relación entre los poderes políticos y los ciudadanos a los que supuestamente representan. Ni Miguel Hernández, ni tantos personajes anónimos que lucharon por la democracia, y que hoy se espantarían y exclamarían seguro ¡Qué es esto! Y harían suyas las palabras de Lluis Llach,
No era eso, compañeros, no era eso
por lo que murieron tantas flores,
por lo que lloramos tantos anhelos.
Quizás debamos ser valientes de nuevo
y decir no, amigos míos, no es eso.
No es esto, compañeros, no es eso,
ni palabras de paz con garrotes,
ni el comercio que se hace con nuestros derechos,
derechos que son, que no hacen ni deshacen
nuevos barrotes bajo forma de leyes.
No es esto, compañeros, no es eso;
nos dirán que ahora hay que esperar.
Y esperamos, seguro que esperamos.
Es la espera de los que no nos detendremos
hasta que no sea necesario decir: no es eso
Y ya otros, sin exponer tampoco ningún argumento, cuando el aire gélido del “No nos representáis” empieza a llegarles, simplemente sueltan, como si fuera una oración gastada, una frase que alguien les ha ordenado repetir, aunque no piensen lo que dicen. Sí, como esos mensajes que reciben en sus teléfonos móviles (qué vergüenza) dirigentes locales, provinciales, diciéndoles lo que tienen que contestar si les preguntan algo sobre un asunto comprometido… sueltan eso de
“La democracia de verdad, la democracia real, es la que se ejerce yendo a emitir el voto el día de las elecciones”.
En esas palabras muestran ellos la prueba irrefutable de su propio delito. Parece como si ellos mismos confirmaran su voluntad de que el papel de los ciudadanos quede reducido a darse un paseo cada cuatro años para depositar, como borregos, un papelito en una urna. Eso y nada más. Os dejamos jugar a la democracia en esos días, de lo demás ya nos encargamos nosotros… nosotros, y otros que están por encima, otros que, una de dos, o dan mucho miedo, u ofrecen dádivas que nadie rechazaría… o ambas cosas a la vez.
Recordemos ahora algunos hechos recientes que confirman el abismo existente entre los ciudadanos y la clase política: Constitución Europea, Pacto por el Euro y Reforma de la Constitución.
Hace ya algunos años se intentó llevar a cabo el proyecto de una Constitución Europea. Una Constitución que, según muchos economistas e intelectuales de reconocido prestigio, pecaba de insolidaria, y, además, privilegiaba en exceso a los movimientos de capitales, a las grandes empresas, a las corporaciones financieras… pero no mimaba, en absoluto, a los seres humanos, a los ciudadanos europeos. En este sentido, Carlos Taibo, escritor y profesor Titular de Ciencia Política y de la Administración, en la Universidad Autónoma de Madrid afirmó,
“La Constitución no incorpora ningún proyecto serio de convergencia social (y de garantías medioambientales): en la estela del Tratado de Maastricht, los criterios de convergencia excluyen por completo, antes bien, la dimensión social. Agreguemos que la Constitución de la UE reclama "una economía social de mercado altamente competitiva" (Art. 9), en lo que se antoja la cuadratura del círculo de la mano del designio de postular al tiempo una economía de dimensión social y un mercado en el que la competitividad dicta todas las reglas.” (La Constitución Europea: una glosa impertinente).
Para ratificarla, los dirigentes políticos europeos decidieron convocar referéndums en los distintos países de la Unión. España, como siempre somos muy aplicaditos, fue el primer país (en plena euforia europeísta de Rodríguez Zapatero) en convocar el referéndum. Por supuesto, sin dar tiempo a una fase de verdadera reflexión, de debate democrático. El resultado fue la victoria del “sí”, pero la participación fue la más baja desde la llegada de la democracia en 1977. Después llegarían los referéndums en Francia, Holanda e Irlanda. En todos ellos venció el “no” a la nueva Constitución Europea. Por cierto, en el caso irlandés, a algunos presidentes de gobierno europeos les faltó poco para tirarle de las orejas a su homólogo irlandés por no haber sabido manipular, perdón, convencer a sus ciudadanos para que votaran lo que ellos querían.
¿Qué pasó entonces? Pues muy simple: la clase política europea decidió no hacer más referéndums. No fuera a ser que siguieran perdiendo…
¿A quién representan esos políticos?
Capítulo siguiente: El Pacto del Euro. En síntesis, y en teoría, dicho pacto es el acuerdo que la Unión Europea ratificó en junio de este tumultuoso 2011, con el objetivo de detener la crisis en la deuda nacional de varios países de la eurozona, en coherencia clara con el Pacto de estabilidad y crecimiento de 1997. Dicho de otro modo, traducido a un lenguaje normal, el objetivo era asegurar, antes que cualquier otra cosa, el pago de la deuda a esos bancos que antes habían sido rescatados con dinero público, y que habían sido los verdaderos causantes de la crisis que padecemos. Asegurarles el pago a esas corporaciones financieras que reciben préstamos de, por ejemplo, el Banco Central Europeo, a un interés mínimo, y se lo prestan a los distintos países a un interés muy superior.
Vayamos más allá. Quizá, el objetivo no era ese, asegurar el pago de la deuda. Tal vez, el objetivo fuera otro mucho más siniestro: eternizar la deuda, y, así, tener cogidos por el cuello a los distintos países (en este sentido sería muy útil para todos revisar la película “The International: dinero en la sombra, y el documental “Deudocracia”, en http://www.youtube.com/watch?v=KX82sXKwaMg.
En el texto de El Pacto del Euro se oficializa ya lo que antes se sabía, pero había que deducir, había que pensar. Ahora, fuera las caretas, digamos a las claras, y por ley, lo que todos suponíamos. Por lo visto, ya no es necesario disimular más. En ese acuerdo se dice textualmente,
“El acceso a la asistencia financiera del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) se facilitará con arreglo a unas condiciones estrictas, en el marco de un programa de ajuste macroeconómico y de un análisis riguroso de la sostenibilidad de la deuda pública, que efectuarán la Comisión y el FMI en colaboración con el BCE. Se exigirá al Estado miembro beneficiario que establezca una forma adecuada de participación del sector privado, en función de las circunstancias concretas y de manera totalmente coherente con las prácticas del FMI. El análisis de la sostenibilidad de la deuda lo realizarán conjuntamente la Comisión y el FMI, en colaboración con el BCE. Las condiciones derivadas de una asistencia conjunta del MEDE y del FMI las negociarán conjuntamente la Comisión y el FMI, en colaboración con el BCE.”
El anterior es solo un párrafo más de entre los numerosos que demuestran sin tapujos, sin pudor, cómo se entrega, de forma sumisa y humillante, la supervisión de las políticas económicas de los países de la eurozona a instituciones como el FMI, el BM… Los gobiernos de los distintos países quedan subordinados, quedan hipotecados, a las decisiones que esos dirigentes altaneros, poderosos, sabedores de estar en una esfera superior, tomen en cada momento… según se muevan por el aire, ante la mirada boba de nuestra impotencia, los movimientos de la especulación, los movimientos interesados de los mafiosos legales que en el casino mundial juegan al monopoly con todos nosotros.
Porque, ¿qué es el FMI, por ejemplo?
Diciéndolo de forma clara, es un organismo en el que las decisiones se toman de forma proporcional al poder económico de los países que lo componen, 187 actualmente. Casualmente, Estados Unidos cuenta, en la práctica, con derecho de veto fáctico dentro del FMI, ya que posee el 16,74% del poder de decisión. La concesión de créditos a los países necesitados está supeditada a la adopción de drásticas medidas económicas, sociales e incluso políticas, interfiriendo en las soberanías nacionales, haciendo tambalear y caer gobiernos y obligando a padecer a las clases bajas y medias (véase, no solo el caso de Haití, sino las acciones -y sus consecuencias- del FMI en Hispanoamérica, África… http://dueloliterae.blogspot.com/2011/06/perlas-del-fondo-monetario.html).
Vamos a decirlo clarito: instituciones como el FMI han destrozado las esperanzas de futuro de millones de seres humanos en nuestro planeta.
Y las siniestras preguntas caen sin cesar en el aire espeso de nuestra conciencia,
¿Cómo se ratificó el Pacto del Euro?
¿Cuántos simpatizantes de los partidos mayoritarios leyeron el texto?
Y los militantes, ¿qué opinaban sobre ese Pacto europeo?
Y lo que es peor, ¿cuántos diputados en el congreso estudiaron detenidamente el texto que se disponían a aprobar?
¿Cuántas comisiones de trabajo se crearon en el Congreso para reflexionar sobre los pros y los contras de la Ley que iban a votar?
¿Cuántos foros de discusión se organizaron en torno a ese texto?
Miedo me da la siguiente pregunta,
¿Cuántos diputados leyeron el texto?
¿No se sintieron humillados, despreciados, al verse obligados, en su mayoría, a apretar un botón, sin saber exactamente qué significaba esa acción?
¿A quién representan esos políticos?
El que firma este artículo, y cientos de ciudadanos en comisiones de trabajo, en distintas plazas de España, sí leyeron -y estudiaron- íntegramente el texto de ratificación de El Pacto del Euro.
Y ahora, las que caen son las palabras de Pedro Casaldáliga, obispo, teólogo y poeta, palabras que caen como piedras en el dormido pensamiento de todos aquellos que se siguen considerando habitantes de un mundo democráticamente organizado, aquellos que siguen creyendo que esa casta política sigue representando, pura, los deseos y aspiraciones de todos los ciudadanos,
“… que no es deuda, o que es deuda de otros… el pueblo, los pueblos no hicieron esa deuda, y esos pueblos la han pagado con creces. Mientras nuestros gobiernos se dediquen a responder al FMI pagando la deuda externa no hay democracia, no hay paz posible, en ninguno de los pueblos del Tercer Mundo. Y el Primer Mundo, sobre todo esos señores banqueros que son los grandes usureros de la modernidad, o de la posmodernidad…, el Primer Mundo y ellos han de entender que así no hay futuro para la Humanidad.”
¿A quién representan esos políticos?
Tan solo dos meses después de ser aprobado el Pacto del Euro, de forma tan democrática, durante el mes de agosto, el mes más activo del año, el mes en que nadie está de vacaciones, el mes en el que todo el mundo está alerta ante todo lo que ocurre, ante las decisiones que se toman, aquí, en España (ya hemos dicho que somos los más aplicados, los alumnos más obedientes, los que son siempre los primeros en realizar las tareas encomendadas) se aprueba una Reforma de la Constitución. Una reforma de la Constitución para limitar el gasto y poner techo al déficit en todas las administraciones públicas.
Y ¿cómo se fraguó esa reforma de un texto, a priori, tan sagrado? En realidad, no fue un proceso muy arduo. Básicamente consistió en lo siguiente: Zapatero se juntó con Rajoy y comentaron la necesidad de obedecer a los llamados mercados, con la intención de obtener una mayor confianza por parte de ellos, es decir, para mostrarles su sumisión infinita… la suya, y la de todos nosotros.
¿A quién representan esos políticos?
¿Cuántos debates se celebraron? ¿Cuántas comisiones de trabajo entre militantes, entre diputados de los dos partidos “mayoritarios?
¿Cuántos foros de discusión en los que participaran intelectuales, economistas, que no fueran los de siempre, los que hacen de voceros del único mensaje posible?
Ni siquiera hubo 35 diputados para exigir un posible referéndum en el que todos hubiéramos podido mostrar nuestra opinión sobre una reforma que va a hipotecar el modo de hacer política durante décadas. Nuestra opinión sobre una reforma que encorseta, aún más, el ahogamiento social que ya el Pacto del Euro dejaba atado y bien atado.
Durante los siguientes días de la aprobación de la reforma de la Constitución, ¿durmieron bien todos los diputados del congreso? ¿Y los senadores, esos políticos, cuyas funciones reales apenas salen a la luz?
¿A quién representan esos políticos?
Las palabras anteriores pueden parecer fruto de la mente exaltada de uno de esos camorristas del 15M, como gustan de calificarnos muchos de nuestros políticos. Por ello, y para desarmar cualquier intento de manipulación, de parodia, reproducimos –de forma casi íntegra- por su interés, las palabras de Iñaki Gabilondo, periodista que goza de cierta fama de sensatez (la mayoría de los periodistas, de los tertulianos, que hablan casi siempre en tono airado del 15M, muestran con frecuencia su admiración hacia este periodista), pero que no pasa por ser el mayor revolucionario de la Historia, ni tampoco, creo, por ser el gran líder de la tribu de los “Antisistema”, de esos pendencieros y camorristas. Iñaki Gabilondo afirma:
“Continúan sin descanso las ofrendas en aras de los sacrificios de los mercados. Esta vez la ofrenda ha sido muy importante: la modificación de la Constitución. Porque los grandes partidos, que tan reacios se han mostrado siempre a acercarse a la Constitución, a la que estaban tratando de forma absurdamente sacralizada, de pronto, a gran velocidad, se aprestan a obedecer a los mercados y modificarla (…) la notificación de que queda constatada en la Constitución la estabilidad del déficit es a nuestro juicio una derrota de la política (…) hemos dicho desde la caída de Lehmann Brothers que la política tenía que dirigir las maniobras… que la economía tenía que someterse a la política, pues bien, el déficit no es sino una herramienta de la política; si de pronto el déficit se consagra en la Constitución por encima de la política, la democracia queda vaciada. Así que en este acto, desde nuestro punto de vista, se produce la derrota de la Democracia, o, digamos, la rendición de la democracia, al tiempo que se hacen ya los votos perpetuos con un modelo de sociedad que deja fuera, que expulsa a los pensamientos más progresistas, o de izquierdas, a favor de los pensamientos neoliberales (…)
El asunto, desde el punto meramente formal, nos parece lamentable… a todo correr, con un procedimiento sencillamente humillante. Zapatero, que se ha convertido en una especie de nuevo abanderado del Despotismo Ilustrado, de pronto, se humilla, y nos humilla (…) de manera que la democracia aparecía vaciada, se nos convertía en un elemento casi ornamental, como una simple cáscara, otra monarquía… ya tenemos dos realidades institucionales, la monarquía y la democracia, llenas de fuerza ritual y, sin embargo, desprovistas de potencia, desprovistas de capacidad activa, y todo esto, a punto de iniciarse una campaña electoral…¿qué sentido tiene un juego electoral como este que se juega, cuando los mercados están imponiendo, de manera cada vez más insolente, más clara, y más inocultable, su poder?(…), Y una última cosa, total ¿para qué? Hemos visto a tanta gente cambiar y cambiar de punto de vista, expertos, grandes instituciones, ¿quién nos dice ahora que eso que consagramos tan solemnemente dentro de unos años va a tener sentido, o no? … Hace ya mucho tiempo se inició este proceso que ahora es insoportable: la humillación de la política, el vaciado de la democracia… la democracia se rinde.
(http://blogs.elpais.com/la-voz-de-inaki/2011/09/la-democracia-se-rinde.html)
¿A quién representan esos políticos?
¿Es esta la democracia que habitamos?
¿Quién tiene mayor poder de decisión, 40 millones de ciudadanos, o 20 dirigentes del FMI?
¿A quién representan esos políticos?
¿En manos de quién estamos? ¿Hay alguien que pueda rebatir de verdad, con argumentos sólidos, las siguientes palabras del Premio Nobel de Literatura, José Saramago?
Todo se discute en este mundo. Menos una cosa que no se discute. No se discute la Democracia. La democracia esta ahí, como si fuera una especie de Santa en el altar, de quien ya no se espera milagros. Pero que esta ahí como una referencia. Una referencia… la Democracia. Y no se atiende a que la democracia en la que vivimos es una democracia secuestrada, condicionada, amputada. Porque el poder… el poder del ciudadano, el poder de cada uno de nosotros se limita en la esfera política, repito, en la esfera política, a retirar un gobierno que no nos gusta y a sustituirlo por otro que, quizás, nos pueda llegar a gustar en el futuro. Nada más. Pero las grandes decisiones, las grandes decisiones son tomadas en una esfera distinta, y todos sabemos cuál es: las grandes organizaciones financieras internacionales, los FMIs, las organizaciones mundiales del comercio, los bancos mundiales… Todos. Ninguno de esos organismos es democrático. Y, por tanto, ¿cómo podemos seguir hablando de democracia si aquellos que efectivamente gobiernan el mundo no son elegidos democráticamente por el pueblo? ¿Quién elige a los representantes de los países en esas organizaciones? ¿Sus respectivos pueblos? No. ¿Dónde está entonces la democracia?
¿A quién representan esos políticos?
Por último, unos datos estadísticos que deberían mover a la reflexión:
En un municipio como Sanlúcar de Barrameda, en las pasadas elecciones municipales, votaron 26.810 personas, se abstuvieron 26.279 (el número es prácticamente idéntico), el número de votos en blanco fue 648, y el de votos nulos, 281. El partido ganador, PSOE, obtuvo 9855 votos. La suma de abstenciones, votos en blanco y votos nulos fue de 27.208: casi el triple de los votos conseguidos por ese partido ganador.
Podrán venir ahora los brillantes teóricos de la cosa electoral, podrán cacarear todo lo que quieran los espesos tertulianos del pesebre mediático… pero, ¿de verdad cree el equipo de gobierno de Sanlúcar que representa a una ciudad de casi 70.000 habitantes? ¿No hay ningún momento a lo largo del día, (o de la noche, mejor), en el que se pregunten, qué hacemos aquí, a quién representamos?
¿A quién representan esos políticos?
Se acerca una convocatoria electoral, las elecciones generales del 20 de noviembre. Deberíamos hacer acopio de toda nuestra inteligencia para saber, si es que es posible, cuál es el camino que debemos alumbrar.
Puede que ocurran mil cosas, pero jamás nos podrán robar el hecho de que hubo un día, una primavera, en que su discurso fue desmontado.
No dejemos que, una vez más, apaguen esa llama molesta. Es nuestra… y el pensamiento también.
3 comentarios:
No significa nada por que no se actua en consecuencia. ¿Que hay que hacer para que 'no nos representen', cual es la primera acción: Votar en blanco, votar nulo, votar a un partido que deje el escaño vacio, o a un partido que promulgue una democracia plenamente participatitva (no representativa) Eso es lo que hay que hacer despues de decir que 'no nos representan'. Y me pregunto: ¿Por que demonios el 15 M no se lo pinta eso en la frente y lo ponen como primer eslonga y primera paso de sus campañas? No se puede hacer nada, por más que se pida, por más que se indigne la gente, si no se da ese primer paso y se es consecuente con lo que se clama ¿Y por qué, si el 15M es consecuencia de un despertar a las realidades sociales y políticas, en vez de tantas manifestaciones y tanta protesta, no se dedican a despertar de verdad a aquellos que van incautamente, ignoramtemente, abducidamente a dejar el voto, confiando con aquellos que con cantos de sirena, muchas gracietas y ultimamente con alguna que otra lágrima de cocodrilo les traicionan vil y miserablemente en las cosas fundamentales y de paso con ese voto nos fatidian a quienes no les votamos?
VOTA EN BLANCO
http://comunidad.terra.es/blogs/economiamundial/default.aspx
Buen artículo y exhaustivo, sin embargo, a mi entender, el autor no explaya ni pone como conclusión la consigna "no nos representan", sino algo más tajante "no tenéis legitimidad".
Se impone impugnar las elecciones del 20 de noviembre, en tribunales nacionales e internacionales, aduciendo todas las razones que aquí acertadamante se asertan.
Agradezco al autor su aportación y a la Revista Utopía que la difunda.
Esa es la diferencia que aporta el voto en blanco respecto al nulo o la abstención, aunque en cualquiera de estas opciones últimas, indirectamente, tambien aporta la suficente valides para 'desligitimar' este sistema 'representativo' según cada ideología se adueñe de ese sesgo interpretativo, pero necesita unos porcentajes mucho más elevados, precisamente por sus interpretaciones más ambiguas y por que no son votos válidos. El voto en blanco, es un voto válido y supone desligitimarles con sus propias reglas del juego. Mandarán igual, o quizás más comodamente un gobierno bipartidista (que ese si que representa solo la oligarquía) pero un gobierno claramente deslegitimado, desde las urnas, con sus propias reglas del juego, será justo lo que necesitamos como transición hacia una democracia plenamente participativa. No puede haber vacío de poder mientras se prepara el sistema, pero tiene que haber el respaldo representativo suficiente en las urnas para que se haga.
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