LICENCIADOS EN FORNICIO. CARLOS SONSECA

LICENCIADOS EN FORNICIO
Este fin de semana les voy a dejar en paz con la crisis económica para hablarles de sexo. La idea me la ha dado Don Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, que esta semana ha escrito una carta pastoral con el sugerente título de “Huid de la fornicación”, en la que acusa a algunas escuelas de Secundaria de fomentar el fornicio dentro de sus programas escolares. No lo dice, pero doy por seguro que esta materia se estudia en la felona asignatura de Educación para la Ciudadanía que, a Dios gracias, el PP va a suprimir. El riesgo es que si el fornicio es ya asignatura en Secundaria, es cuestión de tiempo que lo conviertan en grado universitario ¡con prácticas de laboratorio!

Dice don Demetrio que para la persona soltera no hay lugar para el ejercicio de la sexualidad; que los casados deben “administrar” sus impulsos, y que la persona consagrada “vive su sexualidad sublimada en el amor más puro y oblativo”. Sus palabras me han recordado mi niñez, cuando en las escuelas se estudiaba el catecismo, que era una sucesión de preguntas que respondíamos con una cadencia musical que, al menos en mi caso, me ayudaba a recordar lo que era simple memoria. Una de aquellas preguntas no la he olvidado. Decía así: ¿Cuáles son los enemigos del hombre? Esa me la sé, decía yo para mis adentros, y respondía ufano: los enemigos del hombre son tres: el mundo, el demonio y la carne.

Lo del demonio era obvio y no requería de explicación. Más complicado de entender era lo del mundo, pero terminabas asociándolo a las tentaciones de la sociedad hedonista. Lo de la carne tardé un tiempo en pillarlo. ¡La carne eran las mujeres!, y me acordé de que por culpa de Eva nos expulsaron del paraíso. Todo encajaba.

Han pasado los años y cada vez entiendo menos la aversión de la Iglesia hacia el sexo y todo lo relacionado con él, excepción hecha de la procreación. Si no es para concebir, el sexo es vicio. Menos aun entiendo a quienes han renunciado voluntariamente a él y desde su alzacuellos imparten doctrina sobre lo que no conocen o no deberían conocer. Que si las relaciones prematrimoniales; que si póntelo, pónselo; que si condón para arriba, condón para abajo (Benedicto XVI bendijo su uso en 2010, pero solo para casos muy concretos y como medida de profilaxis contra el SIDA) y, para concluir, que el mundo está lleno de maricones y estas cosas no pasan porque sí. Don Demetrio dijo hace exactamente un año que este fenómeno obedecía a un plan de la UNESCO para hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual. ¿El objetivo? Lo desconozco, pero es obvio que la cosa es grave.

Me pongo serio y les digo que respeto a quienes desde sus creencias, religiosas o no, comparten la doctrina de la Iglesia en lo referente al sexo. Están defendiendo su libertad individual. El problema es que ni la Iglesia ni estas personas respetan las opiniones de quienes no comparten las suyas y convierten las diferencias en una cruzada. No admiten que su libertad acaba donde empieza la de los demás, que la sexualidad es una elección personal, y que ni lo que ocurre en los dormitorios, ni entre quienes ocurre les compete.

La casualidad ha querido que el mismo día que don Demetrio criticaba a un sistema educativo que fomenta la fornicación hayamos conocido la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía que obliga a reintegrar en su puesto de trabajo a una profesora de Religión despedida en 2001 por casarse con un hombre divorciado. El tema tiene su miga porque son los obispados los que proponen al Ministerio de Educación a las personas que consideran idóneas para impartir la asignatura de Religión y el Estado se limita a pagar los salarios y callar. Ahora, sin embargo, va a ser el Estado quien pague a la profesora los aproximadamente 200.000 euros de salario que dejó de percibir desde que fue despedida hace once años. El fallo es firme, pero el obispado ha anunciado que no piensa readmitirla. No acata las leyes, supongo que porque su reino no es de este mundo, aunque en ocasiones lo parezca.

Les recuerdo que el príncipe Felipe se casó con doña Leticia pese a ser una mujer separada y además, por si fuera poco, periodista. La ceremonia la ofició el obispo de Madrid, monseñor Rouco Varela, y aquí paz y después gloria. Una profesora es despedida de su trabajo por casarse con un divorciado (no es un caso excepcional), pero nuestro futuro Rey puede hacerlo con una divorciada sin que la Iglesia se rasge la sotana, el alba, la estola ni la casulla, y a mí tanto cinismo me da asco.

Hasta la próxima semana.

3 comentarios:

Tomás Morales dijo...

Siempre ma "ha jodido" que los que, voluntariamente, han hecho voto de "no joder", quieran "jodernos" la vida a los que nos gusta "joder". Y que sean ellos los que nos digan cómo, dónde y cuándo debemos "joder".
No nos "joda" Ud.Sr. Obispo

Anónimo dijo...

No puedo comentar tu artículo, Carlos, no me saldría nada más que pura hagiografía, pues te la mereces. Das en el clavo, en el martillo, en la pared, y en la corona del problemilla de esta iglesia católica española que no sabe imponerse, como penitencia por sus pecados del pasado, unos cuantos siglos de voto de SILENCIO!!

Iván Albarracín González dijo...

Estaría bien que lo de no fornicar se lo aplicaran ellos con los monaguillos y los niños de los colegios...