LLAMADA PERDIDA. ABEL GAVIRA.


LLAMADA PERDIDA
En fin, es solo otra semana más. Además, esta semana se hace corta porque empieza la Feria allí y sólo tengo tres días de clase; luego, de vuelta a casa y a disfrutar de 4 días de playa. La maleta, la mochila, los exámenes a medio corregir, el móvil y la pasta, todo en el coche y para la carretera.

Quizá debería haber salido antes, antes de que se me haga tan tarde porque voy a llegar casi a las 2 de la mañana y al día siguiente estaré dormido. En fin, ya no hay marcha atrás, tampoco es tanto, 2 horas y media de camino si coges la autopista, autopista a la que han doblado el precio por el verano, por cierto.

En la radio no ponen casi nada bueno, oyes las noticias porque el
«pachangueo» veraniego ya está asesinando oídos en todas las emisoras. Finalmente recurro al MP3 que me grabé hace poco, ya lo tengo muy escuchado pero es que los otros dos que tenía los he dejado a medio grabar, a ver si esta semana que vuelva...

Bueno, por lo menos ya voy cenado y también me quedé a cenar con mi padre, para que no cene solo el pobre. Joder, qué sueño me está entrando. ¡Será que no he dormido, vamos! Si me he levantado casi a la una y por la tarde me he quedado dormido en la playa. Creo que va a ser por el calor, ya era hora, que estamos en junio. Ahí está el peaje, vamos a sacar la guita. ¡Y dale con los bostezos! ¡Pues no llevo cuatro seguidos! Estoy por parar y tomarme algo, aunque ya sólo me quedan 30 kilómetros para llegar y eso de desviarse para una estación de servicio y luego volver... Eso es un auténtico coñazo...

Pongo al Puchero del Hortelano, me canso, cambio por El Bicho, muy escuchados, El último de la Fila es mi último recurso, tenía que haber grabado lo que me bajé del e-mule, por lo menos sería novedoso. Joder con el sueño, si ya casi estoy llegando. Cambio de postura, me pego golpecitos en la cara, canto una canción a voz en grito, pero nada, es casi irremediable, se me cierran los ojos, estoy pensando en poner el aire acondicionado por si acaso es el calor cuando el sonido del móvil me despierta de una centésima de segundo en los que Morfeo había acabado venciendo.

Me despierta justo cuando el coche a casi 130 km/h va directo hacia unos pivotes que separan la autovía de un saliente hacia Santa Fe, volantazo a la derecha, no controlo el coche, volantazo a la izquierda, frenazo en seco, no logro hacerme con él, si no golpea contra los pivotes, caeré por el arcén derecho, el móvil sigue sonando, no puedo pararlo, ring-ring-ring, la mochila cae con violencia sobre el suelo, el cinturón me aplasta el pecho, y de golpe, el coche para de golpe envuelto en una capa enorme de humo que ha salido de las ruedas, sólo el móvil aún sonando rompe el silencio y el miedo que ha traído la noche.

Vuelvo a encender el motor, aparto el coche de la carretera y pongo la señal de «aviso» en los cuatro intermitentes. El móvil ha dejado de sonar, pero antes de seguir hacia Granada, tengo que devolver la llamada, aunque casi no pueda hablar y tenga la cara de un muerto, al menos solo la cara, de no ser por... ¿Papá? ¡Papá! Sí, soy yo, es que estaba la guardia civil detrás y no he podido cogerlo. Que ya he llegado, ¿vale? Mañana te llamo y te cuento qué pasa al final con el piso y las clases. Buenas noches, papá...

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