EL TIEMPO DEL FIN, AHORA
Todos los datos, muestran que las políticas de
austeridad, que promueven recortes del gasto público (incluyendo el gasto
público social) y la reducción de los salarios –la llamada devaluación
doméstica- han sido un fracaso, y han creado un enorme daño a la mayoría de las
clases populares. La pregunta que debemos hacernos es ¿por qué, entonces, si la
evidencia de su fracaso es tan robusta, continúan imponiéndose a las
poblaciones de los países de la Eurozona? Una respuesta podría ser que los
diseñadores de tales políticas son gente incompetente. Es cierto que hay gran
número de expertos que asesoran a las autoridades que toman las decisiones
conducentes a la aplicación de aquellas políticas de austeridad que son claramente
incompetentes. Las predicciones de recuperación de las economías de la Eurozona
son un ejemplo de ello. Mark Weisbrot, del Center for Economic and Policy
Research (CEPR), ha documentado el cálculo erróneo de tales predicciones por
parte del FMI, del BCE y de la Comisión Europea, alcanzando, en el caso de
Grecia, predicciones irrisorias, que harían reír si no fuera por las trágicas
consecuencias que conlleva su aplicación (los suicidios en Grecia crecieron un
40% en un año, según The Lancet).
Ahora bien, el problema es mucho mayor que la
incompetencia. Es un problema de fe en un dogma, el dogma neoliberal, que
imbuye tales instituciones y que se reproduce debido a que sirve intereses muy
específicos, intereses de clase (sí, de clase social), tanto financiera como
empresarial, que han diseñado un sistema de gobernanza de la Eurozona que lleva
inevitablemente a estos resultados, resultados que coinciden con sus objetivos,
que no son otros que cambiar Europa, convirtiendo la Europa social en la Europa
liberal. Y para conseguirlo y vencer las resistencias populares, han creado una
gran recesión, imponiendo tales políticas (imponiendo porque no hay ningún
gobierno que las aplique que tuviera tales políticas en su programa electoral)
con el argumento de que no hay alternativas. En realidad, tal objetivo aparece
claramente en las declaraciones del Sr. Draghi al Wall Street Journal
(24.02.12), donde afirma que la Europa social está desapareciendo, refiriéndose
a España como un ejemplo de ello. Indica en su entrevista que en España, con
una tasa de desempleo juvenil superior al 50%, ya no existe protección social
universal (el gobierno PP ha anulado la universalidad del sistema nacional de
salud, de manera que las personas de más de 26 años no tienen garantizada la
cobertura sanitaria a no ser que hayan cotizado a la Seguridad Social). Esto es
lo que intentan, y lo están consiguiendo. Es lo que Noam Chomsky ha llamado la
guerra de clases unidireccional.
Los instrumentos para conseguirlo son dos. Uno es el
Pacto de Estabilidad (al cual se añadió el término “Crecimiento”, a propuesta
del gobierno socialista francés del Sr. Jospin, sin que se le dotara de
instrumentos para facilitar tal crecimiento) que fuerza a los Estados a tener
un déficit público por debajo de un 3% del PIB y que dificulta enormemente la
recuperación económica en momentos de recesión, como está ocurriendo ahora. De
ahí que cuando hay una recesión, el Estado recorta los gastos públicos,
incluido el gasto público social, a fin de reducir el déficit público originado
por la bajada de ingresos al Estado como consecuencia de la recesión. La
recesión es, pues, una manera de forzar el desmantelamiento de la Europa social
(a través de una reducción de la protección social y de los salarios). En
realidad, la entrada de España al euro (que requería una reducción del déficit
del Estado) se consiguió a base de aumentar el enorme déficit de gasto público
social que España tiene en relación con el resto de países de la UE-15. Este
Pacto de Estabilidad se quiere ahora sustituir por un Pacto fiscal incluso más
restringido, en el que en lugar de un 3% del PIB, el déficit tendrá que ser
prácticamente cero (sí, ha leído bien, cero). Esto es un ataque frontal a la
Europa Social y a la posibilidad de salir de la recesión.
El otro instrumento que se creó para eliminar la
Europa social es el Banco Central Europeo que, en realidad, no es un banco
central. Esta afirmación sorprenderá a mucha gente, pero los hechos así lo
muestran. Un banco central imprime dinero, y con este dinero ayuda al Estado
comprándole deuda pública, manteniendo los intereses de sus bonos relativamente
bajos. Protege así a los Estados frente a la especulación de los mercados
financieros sobre su deuda pública. En ausencia de tal protección, los mercados
financieros (sobre todo los bancos y las compañías de seguros) especulan con la
deuda pública, creando la percepción de que los Estados tienen problemas para
pagar su deuda, forzándole así a tener intereses altos en sus bonos. Si hubiera
un banco central en cada país, este banco central imprimiría dinero y compraría
deuda pública del Estado bajando así los intereses de los bonos e impidiendo la
especulación por parte de la banca privada (los llamados mercados financieros).
Pues bien, el Banco Central Europeo no hace esto. Sí
que imprime dinero, pero se lo da (a un interés bajísimo, de un 1%) a los
bancos privados para que compren bonos públicos (a unos intereses mucho más
elevados, un 6% en el caso de los bonos públicos españoles). Es un enorme
negocio para la banca a costa de los Estados. Y ahí está el problema. Sin un
Banco Central que les proteja, los Estados están totalmente expuestos a la
especulación. No son los mercados financieros el problema, sino la ausencia de
un Banco Central, hecho que está diseñado de esta manera para debilitar a los
Estados a fin de que tengan que reducir su gasto público y su protección social
y facilitar la disminución de los salarios.
Se dice que el Banco Central Europeo no puede comprar
deuda pública. Ello responde a la lógica que acabo de explicar. Pero hay que
saber que el BCE lo hace en bases excepcionales cuando el Estado está a punto
de quebrar y no puede pagar su deuda pública, como consecuencia de no estar
protegido frente a los mercados financieros. Cuando está a punto de colapsar,
interviene entonces, comprando deuda pública para que baje los intereses de la
misma. Con ello evita que el Estado se colapse y los bancos pudieran estar
colgados con gran cantidad de deuda pública que no pueden recuperar debido al
colapso del Estado. Es como si hubiera una sanguijuela que chupa la sangre del
cuerpo y que, como resultado de ello, la persona estuviera a punto de morir y
le inyectaran sangre para que pudiera continuar viviendo y así la sanguijuela
pudiera continuar chupándole la sangre.
Ahora bien, cuando el BCE compra deuda pública al
Estado, le exige como condición que desmantele su Estado social, es decir, que
recorte la protección social y baje los salarios. Ésta es la realidad que se
oculta a la ciudadanía en los medios. El problema no son los mercados
financieros, como constantemente acentúa gran parte de las izquierdas, sino el
edificio construido para sostener el euro, que deja a los Estados totalmente
vulnerables, lo cual era el objetivo de la avalancha neoliberal.
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