La comisión parlamentaria de
investigación del escándalo de los ERE echará a andar con una perspectiva
inédita: su suerte depende enteramente de la voluntad de Izquierda Unida, el
grupo con menos diputados del Parlamento andaluz.
No sólo se ha creado porque IU ha
querido que se cree, en coherencia con su reivindicación de la anterior
legislatura que el PSOE estuvo vetando continuamente gracias a su mayoría
absoluta. Ahora los socialistas han tenido que aceptarla. También la coalición
ha logrado hacerse con la presidencia de la comisión, ha fijado la duración de
los trabajos y ha impuesto las comparecencias de Griñán y Chaves, entre otros
exgobernantes y gobernantes de la Junta.
Hay más. Según funcionan en España las
comisiones parlamentarias, Izquierda Unida decidirá igualmente a qué
conclusiones llegarán los comisionados después de los tres meses previstos de
comparecencias, análisis de documentos, informes y debates. Al contrario que en
otros países, a los diputados de la comisión ni se les pasará por la cabeza
disentir de las posiciones oficiales de sus respectivos partidos. Los tres
partidos intentarán convertir en conclusiones sus pre-juicios, y todos ellos ya
disponen de juicios previos sobre el caso de los expedientes de regulación de
empleo fraudulentos.
Así las cosas, en manos de la coalición
izquierdista estará hacer que la comisión concluya estableciendo las
responsabilidades políticas de los altos cargos socialistas en la organización
y funcionamiento de la trama corrupta o limitando la culpabilidad al ex
director general conocido y devenido en apestado del socialismo. Lo primero es
lo que ya tiene decidido el PP, lo segundo es lo que propondrá el PSOE. El voto
ponderado de Izquierda Unida inclinará la balanza hacia uno u otro lado.
A aquel de los dos grupos mayoritarios
que no consiga el respaldo de IU en el seno de la comisión solamente le quedará
el recurso al pataleo (formular votos particulares a las conclusiones oficiales
e insistir en sus argumentos, sospechas y obsesiones por tierra, mar y aire,
tratando de ganar la batalla de la opinión pública). Pero, repito, las
conclusiones serán las que diga la coalición, que a partir de ahora se debatirá
entre el apego a la verdad esclarecedora que tan intensamente ha defendido
desde que estalló el caso ERE y la lealtad a unos socios con los que gobierna y
que serían los grandes perjudicados por la investigación de lo que hicieron
cuando no eran sus socios, sino sus adversarios.
Realmente IU es el partido de las
encrucijadas. Se enfrenta a una encrucijada con los ERE, a otra encrucijada con
los recortes y a la encrucijada general de estar gobernando una autonomía a
partir de una cultura que ha sido siempre de oposición. Son auténticas
papeletas para una formación política menos férrea de lo que parece.
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