Durante unos días la libertad de expresión ha sido la coartada
preciosa, el espejismo encantador por el que movilizarse en París, ya
fuera allí mismo o en ese París que todo europeo lleva en su interior.
Se trata del mantra perfecto para darse golpes de pecho con retórica
flamígera brindando por 'nuestros valores más profundos'. Claro que la
farsa solo podía durar hasta ver la comitiva de dirigentes: el primer
ministro Davutoglu de Turquía, donde los encarcelamientos de periodistas
van por cifras bárbaras; Netanyahu, siete reporteros asesinados este
año, y Abbas, con los críticos entrullados; Sergueï Lavrov de Rusia,
otro territorio hostil, ahora con la coartada del insulto al
funcionario; el rey Abdalá de Jordania, el húngaro Viktor Orban, el
egipcio Choukryou. ¡en el retablo de liberticidas sólo faltaban Kim Jong
Un, Assad, Maduro y Ahmadineyad! Ha sido un gran espectáculo ese
desfile de mandatarios reivindicando la libertad de prensa que ellos
agreden, unos a destajo, y otros en cómodos plazos. Siempre es fácil
escandalizarse con Keita en Mali o Jomaa en Túnez tras la condena de
tres años a un bloguero por satirizar al ejército, pero ya es distinto
si la fiscalía de Rajoy, el rey de las ruedas de prensa sin preguntas o
por plasma, lleva la sátira del humorista Facu Díaz sobre la disolución
del PP a una imputación de la Audiencia Nacional. Ahí se acaba el buen
rollo. Todos somos Charlie, sí, pero a condición de que Charlie sea en
otro país y se rían de otro.
La 'libertad de expresión' sólo ha sido un envoltorio, eso sí, muy
Tiffany's, para movilizarse contra el terrorismo. Pero olvídese, el plan
no va por ahí: ¡es la seguridad, estúpidos! Sí, claro que toca hacer
concesiones a la seguridad, sin la cual no hay libertad, eso va de suyo;
lo chusco es la hipocresía de revestir la respuesta a los atentados con
la 'libertad de expresión'. No cuela. Y no se trata de enumerar más
políticos liberticidas en la comitiva de la libertad, Ali Bongo de
Gabón, el esloveno Cerar con la guillotina para la 'difamación',
Bahrein, Catar... La crisis le ha servido a muchos gobernantes, lejos de
fortalecer la 'libertad de expresión', para ejercer la 'libertad de
presión'. En España sin ir más lejos. Con los medios asfixiados, estos
años se han defenestrado directores a gusto de Moncloa; TVE vuelve al
corral; se ha negociado trato de favor a cambio de licencias
discrecionales del poder; y hasta sale una Ley Mordaza. Sí, el humorista
que ha cabreado a Moncloa es de dudoso gusto, pero no tanto como
Charlie. Así es la libertad de expresión; una trinchera de arsenal
irritante. Se ve que algunos se ponen estupendos con caricaturas a
Mahoma; pero que no les toquen sus dioses. Esta es la lógica: esos
malditos islamistas no aceptan que bromeemos con sus tabúes, ¡a ver si
vamos a tener que reírnos de los nuestros!
PUBLICADO EN DIARIO SUR
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