LA REALIDAD DE LA CRISIS. JESÚS MARTÍN OSTIOS

LA REALIDAD DE LA CRISIS. JESÚS MARTÍN OSTIOS
Llegaba a casa cansado del trabajo, con ganas de comer y de echarme una siesta. Mientras divagaba sobre los planes de la tarde esperando a que el semáforo se pusiera en verde, miré a un lado y vi a un grupo de personas que se arremolinaban en torno a un cubo de basura cercano a un supermercado. El grupo lo componían tres mujeres y un señor mayor. Me quedé pensando en ello, hasta que el semáforo me devolvió a la realidad y volví a divagar sobre tonterías varias.


No volví a pensar en ello hasta hace unas semanas cuando de nuevo paré en el mismo lugar y esta vez el número de personas en torno al cubo de basura era en torno a siete. Siete personas comiendo del cubo de la basura, siete personas desempleadas por las circunstancias más diversas. Y mientras, en las Cortes se tiran los trastos a la cabeza sobre los culpables de la crisis. Yo no sé quién tendrá la culpa, lo que sí sé es que hay mucha gente que se encuentra en una situación tan desesperada que se ven obligados a buscar comida entre la basura. Ese, y no otro, debería ser el problema principal que trataran de solucionar nuestros políticos.
Al respecto os dejo este artículo que vi en el XL Semanal que refleja muy bien lo que siento cada vez que veo a gente rebuscando en la basura.

VI COMER BASURA. ARTÍCULO DE JUAN JOSÉ LÓPEZ GALLEGO (MÁLAGA) PUBLICADO EN XL SEMANAL.
Un día, un mirlo llegó a mi ventana. Yo estaba sentado en mi escritorio, desconcertado, y, tras el cristal, el pajarillo me miraba, desafiante. Me levanté y fui hacia él, que salió espantado y alzó el vuelo. Entonces, me quedé apostado en el ventanal, observando la calle. Nada salía de lo común: gente yendo y viniendo, coches, camiones de la obra del Metro; pero, repentinamente, algo atrajo mi atención. No sé por qué reparé en él; estoy acostumbrado a ver gente hurgando en los cubos de basura –por desgracia, hoy es algo común-; sin embargo, este hombre era distinto.
Iba desastrado y harapiento, tenía barba, mofletes sobresalientes y una gran cantidad de mugre. Sus pies, descalzos, habían adquirido un color negro carbón. Removía el interior del cubo con interés, sacó varias bolsas y se recostó contra el muro más próximo; abrió las bolsas y volcó en su regazo todo el contenido. Fue en ese momento cuando comenzó la tarea de selección. Vi como rebañó con el índice algunas latas, que mordisqueaba un muslo de pollo azulado, que lamía los restos de una fruta podrida. La gente pasaba y lo miraba con rechazo y asco, pero nadie hizo nada. Por encima de la crisis por encima de las ideas reaccionarias o progresistas, más allá de los planteamientos éticos, desde mi ventana vi a un hombre comer basura. Y nadie levantó la voz; ni siquiera yo.

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