DESHUMANIZACIÓN ANTE LA MUERTE. DAVID CUEVAS GÓNGORA

LA DESHUMANIZACIÓN ANTE LA MUERTE: LOS CONQUISTADORES ANTROPÓFAGOS.
En este artículo, abordaremos el uso de la muerte o en este caso del cuerpo del difunto como medio de supervivencia de otros. Nos estamos refiriendo a la antropofagia, que no sólo fue practicada por los pueblos indígenas de América, como comunión con sus dioses o ceremonia ritual para hacerse con la fuerza del enemigo derrotado. Sino también por los propios españoles que llegaron a ese Nuevo Mundo, estos conquistadores antropófagos de rodela y espada, que recurrieron al más primitivo de los instintos del ser humano, la supervivencia; aunque ello supusiera el comerse a otro miembro de la misma especie.

Las crónicas y documentos de Indias, están llenos de estos episodios “caníbales”. Si bien, el conquistador se enfrentaba a una doble mentalidad; por un lado su religiosidad cristiana y civilizada, patente en el rechazo a las prácticas caníbales de los indígenas antillanos, caribes, aztecas o carios del Brasil, que los propios cristianos veían con horror. Por otro, la supervivencia, el instinto de conservar la propia vida, de burlar a la muerte más ignominiosa. En estos casos de escasez extrema, la parte civilizada y cristiana, dejaba paso al hecho de mantenerse vivo aún a costa de los propios muertos.

¿Qué llevó a estos conquistadores a cometer tales actos?, tal vez un miedo ante la ausencia de encontrar comida, a no ser rescatados de tierra extraña e inhóspita; miedo a morir en la soledad y espesura de las selvas y los lugares desolados; que te devoran primero la mente, luego el cuerpo y por último el alma. En estos casos, la antropofagia era un producto de la propia moral de la conquista y por supuesto del conquistador.

Los episodios que a continuación vamos a narrar se hayan repartidos por la amplitud de la geografía que ofrece ese lugar de ensueño y riquezas, pero también de peligros y soledades que era el Nuevo Mundo. Nos moveremos desde la Florida a Costa Rica (Veragua), desde las pequeñas islas del litoral colombiano, pasando por Venezuela hasta la primitiva Buenos Aires. No obstante, hubo muchos más episodios, pero su disertación sería ardua y larga de exponer. Por ello he elegido los más representativos.

Vayamos pues a la “Terra Florida” , donde se dirigió la expedición de Pánfilo de Narváez, que con 300 hombres se adentró en territorio desconocido; soportando escaramuzas y penalidades. Llevando a los supervivientes a construir barcas con las que llegar a tierra de cristianos. Sin embargo, un temporal empuja a los españoles a las costas del actual Estado de Tejas.

Alvar Núñez Cabeza de Vaca, sobreviviente del naufragio junto con otros compañeros, relató que ante la situación de extrema hambruna y desolación de los náufragos decía al respecto: “Començose a morir la gente y cinco cristianos que estaban en rancho en la costa llegaron a tal extremo que se comieron los unos a los otros, hasta que quedó solo uno que por ser solo no hubo quién se lo comiese…” Cabeza de Vaca, prosaico en sus descripciones, nos pone de manifiesto cual sería la penuria de esos pobres infelices, que ante tal situación, y manteniendo las esperanzas en vivir, no dudaron pese a su mentalidad cristiana, comerse a sus propios compañeros que morían.

Sin embargo, no fue este el único episodio antropofágico que registró Cabeza de Vaca; pues un capitán de nombre Pantoja, el cual hacía malos tratamientos a los conquistadores fue muerto de un garrotazo por un tal Sotomayor. Entonces los que morían, los otros los hacían tasajos, y el último que murió fue Sotomayor, y Esquivel (un conquistador de Badajoz) lo hizo tasajos y se mantuvo con su carne, hasta que fue muerto por los indios.

El psicólogo Sigmund Freud, en su obra “Tótem y Tabú”, dice que el motivo principal por el que se comía carne humana era para castigar al enemigo por su venganza, o por motivos ceremoniales o mágicos; esta afirmación sería válida para alguno de los pueblos precolombinos que practicaban este “canibalismo ritual”. Pero para el caso de los conquistadores españoles, gentes civilizadas y cristianas, era distinto; de ahí que debamos recurrir a la idea de la antropofagia entre los españoles como un método de supervivencia.

Nos trasladamos hacia el Sur, a la zona denominada Veragua (actual Costa Rica), donde en 1535 llegó una expedición de 400 conquistadores al mando del madrileño Felipe Gutiérrez. Dicha expedición fue un total fracaso, donde la hambruna hizo estragos en los expedicionarios hasta tal punto que como dice el cronista López de Gómara, que tras comerse perros y caballos, decidieron comerse a sus compañeros, con el pensamiento de que “aquello que ha de ser pasto de los gusanos, mejor lo comen los cristianos”.

Y siguiendo dicha premisa, un Diego Gómez y un Juan de Ampodia de Ajofrín, se comieron a un indio de los que mataron; luego éstos se juntaron con otros conquistadores hambrientos y mataron a Hernán Darias sevillano, que venía enfermo. Otro día mataron a un Alonso González, natural de Ronda, y se lo comieron. Posteriormente quisieron hacer otro tanto a un soldado, pero éste se percató del intento y delató a sus compañeros, los cuales fueron castigados por esta inhumanidad y pecado.

En este ejemplo, debemos decir que una cosa era alimentarse de los muertos y otra muy distinta, cazarlos y darles muerte para saciar el hambre. Para cualquier religioso estos actos eran un atentado contra la vida y muerte del prójimo, por ello los infractores debían ser ajusticiados como medida de escarmiento.
Siguiendo el litoral costero llegamos a la zona de Colombia, concretamente a una isla denominada la Serrana. Donde tuvo lugar en 1528 el naufragio de un navío que hacía el tránsito entre las islas del Caribe y Tierra Firme. Sobrevivieron al naufragio seis personas, entre ellas el maestre Juan, que relató en un escrito conservado en el Archivo de Indias, el viaje y penurias que pasó hasta que fue rescatado.

Llegados a la isla antes mencionada, estos náufragos solo pudieron salvar lo puesto y algunas armas. Durante días se alimentaron de lo poco que daba la isla; lobos marinos, cuervos y a falta de agua no dudaron en beber sangre. Meses después, y tras construir una barcaza con los maderos que el oleaje arrastró a la orilla, se embarcaron tres de los seis supervivientes para ir en busca de ayuda. Quedando en la isla, el susodicho maestre Juan, un joven y un Moreno de Málaga. Cuál sería la desesperación de éste último, que ante la ausencia de alimentos, un más que improbable rescate y una muerte segura en el más desolador de los infiernos. Llevó a su enloquecimiento, y dicho malagueño comenzó a comerse por los brazos, y de los bocados que se dio murió rabiando de dolor.

Continuamos nuestra andadura por la costa de Tierra Firme, hasta llegar a la provincia de Venezuela, territorio que el emperador Carlos V, cedió a los banqueros Welser para que lo explotaran y conquistaran. En una de las entradas a esta provincia, un grupo de expedicionarios formado por 25 españoles y algunos indios de servicio se pierden en una zona montañosa llena de anegadizos y ciénagas.

Viéndose faltos de víveres y perdidos en la espesura de la selva. Los españoles deciden matar uno a uno a los indios que les quedaban para comérselos. Acabados los indios, los españoles recelan de sí mismos, ante una probable caza de hombres entre ellos, de esta forma deciden dividirse en dos grupos; uno de ellos será engullido por la selva venezolana. El otro, reducido a cuatro supervivientes entre ellos Francisco Martín , ven su salvación al divisar una canoa de indios, los cuales les entregan comida a los famélicos españoles, pero éstos no buscan solo eso, sino que pretenden capturar a los indígenas para comérselos, solo consiguen coger a uno. Finalmente tres españoles mueren, y Francisco Martín consigue llegar a un poblado indígena, donde vivirá hasta ser encontrado años después por sus compatriotas.

El último lugar al que haremos referencia sobre la imagen de los conquistadores antropófagos, será en la primitiva Buenos Aires, ciudad fundada por Don Pedro de Mendoza en 1536. Nuestros testigos, uno de oídas y dos de vista nos relatarán en sus escritos los casos “caníbales” que acaecieron a los españoles en tierras del Río de la Plata.

Ulrico Schmidl cuenta que la hambruna comenzó a asolar el asentamiento de Buenos Aires, pues la gente no tenía que comer y se moría de hambre. Ante la miseria que padecían, tres españoles hurtaron un caballo para comérselo a escondidas, pero fueron descubiertos y sentenciados a la horca. Luego al caer la noche, otros españoles se acercaron al patíbulo y cortaron los muslos y otros pedazos del cuerpo de los ajusticiados, llevándose sus pedazos para sus casas donde los consumieron (Ruy Díaz y Francisco de Villalta, confirman este hecho). Pero la necesidad fue tan grande que hasta un español se comió a su propio hermano que había muerto .

Por otro lado, Francisco de Villalta, decía que era tanta la necesidad y hambre que pasaban los españoles, que muchos tenían a su compañero muerto tres y hasta cuatro días, para así tomar la ración que le correspondía al difunto.

Estos hechos llegaron a oídos de la Corte de Carlos V, que en un socorro que envió a los desesperados de Buenos Aires, mandó una cédula por la que perdonaba a los conquistadores de los delitos de antropofagia, ante la situación que tuvieron que soportar.

Pero veamos la justificación de la antropofagia desde el punto de vista teológico y antropológico o natural, y que expone un fraile de la orden de Santo Domingo, cuyo nombre era el de Francisco de Vitoria, en cuya obra “De la Templanza”, ahonda en la justificación sobre la licitud e ilicitud de la antropofagia a través de dos ámbitos, el de la ley natural y el de la ley divina.

Si bien, debemos entender como derecho natural al conjunto de leyes naturales, que avala todo aquello que sea necesario para que el hombre logre mantenerse vivo, siendo una de ellas el derecho a alimentarse y el deber de hacerlo. Así pues, si una persona se ve en la extrema necesidad de alimentarse de un prójimo para poder sobrevivir, parece que el derecho natural lo justifica.

En cuanto a la ley divina, y que para cualquier cristiano está materializada en la Biblia, parece ser que no se prohíbe de manera directa el consumo de carne humana, sino indirectamente como lo apuntó el propio Vitoria a través de algunos ejemplos que están en la Biblia y él los interpreta, como los siguientes:
“Os servirá de comida todo lo que se mueve y vive…” (Capitulo 9 del Génesis). Entonces, el hombre que también vive y se mueve, entraría dentro de la dieta del propio hombre según la ley divina.

Pero, si seguimos leyendo dicho pasaje de la Biblia se lee: “Pediré cuenta de la sangre de vuestras almas a todos los animales, y pediré cuenta del alma del hombre al hombre, al varón y a su hermano. Si alguno derrama la sangre de otro hombre, que sea derramada también la suya”. Sin embargo, tal vez el precepto de no matar al prójimo que recoge la ley divina, sea el más claro ejemplo de la prohibición de la antropofagia.

Pero además, el hecho mismo de la antropofagia o de comer carne humana es abominable en naciones civilizadas y humanas. Vitoria, dice que el mejor antecedente es la propia historia, ya que todos los historiadores y poetas cuentan esta costumbre como una fiereza o inhumanidad. Y si todos recogen esta concepción negativa de la antropofagia, entonces para todos los hombres es una costumbre mala y perversa. Con lo cual esta conducta del ser humano es castigada y penada por la propia humanidad, tanto en el sentido natural como religioso.

En conclusión, a lo largo de estos ejemplos de “caribes hispanos”, la causa que llevó a estas prácticas fue la falta de comida, debido a que los conquistadores llevaban las vituallas para sobrevivir unos meses o un año, esperando la generosidad de los indios o la facilidad de encontrar alimentos en tierra que al decir de viajeros y exploradores tenía todo tipo de frutos y alimentos, una especie de jardín del edén.

Las cosas no eran como las pintaban, el hambre perseguía al conquistador, que rehuyendo de morir de inanición, no dudó en dejar de lado sus hábitos socioculturales en cuanto a la vida y la muerte, y por salvarse no dudó en utilizar la antropofagia, aunque su mentalidad europea y cristiana condenara esas prácticas “caníbales” de los indígenas. Había que conservar la propia vida, he ahí un ejemplo claro de la mentalidad moral o inmoral del proceso de conquista y por supuesto del conquistador.

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