EL CUENTO DE LA EDUCACIÓN
Queridos amigos, me gustaría contaros un cuento. Creo que os
va a gustar así que si ahora no tenéis tiempo, leedlo más tarde… Pero no mucho
más tarde.
Érase una vez un país muy, muy pobre donde a pesar del
cariño y el innato deseo de protección que las mamás sentían por sus hijos,
muchos morían antes de cumplir un año de vida. La gente con un poco de poder, o
sea, los gobernantes, decidieron cambiar esa situación porque comprendieron que
necesitaban manos fuertes para trabajar y entre todos salir de esa pobreza. A
uno de ellos se le ocurrió regalar a las mamás una cajita de cartón con las
cosas más básicas para que los bebés comieran, estuvieran abrigados, limpios,
al menos durante los primeros meses. Como eran tan pobres, incluso aprovecharon
la cajita como cuna, además allí los niños se sentían muy calentitos y las
mamás se los podían llevar de un sitio para otro con ellas sin descuidar la
vigilancia de los pequeñines. El milagro comenzó a fraguarse, y sin la ayuda de
dios.
Sólo había que cumplir un requisito para que los sabios
gobernantes regalaran esta cajas mágicas : Era obligatorio ir al médico antes
de los tres meses de gestación y luego recibir un poco de información sobre el
cuidado del niño, cómo había que asearlo, cantarle, hablarle bajito, mirarlo a
los ojos… Incluso empezaron a pedir a los papás que acudieran con ellas porque
al fin y al cabo el bebé era un regalo maravilloso que no se podían perder.
Pasaron muchos, muchos años, las cajas de cartón se fueron
perfeccionando, incluyeron un colchoncito, mejoraron la calidad de las telas
para confeccionar la ropita de los niños… Se fueron adaptando a las nuevas
tecnologías, e incluso a las modas sobre la alimentación del niño, primero
incluían biberones y leche en polvo, luego los retiraron porque se dieron
cuenta de lo rica que era la leche materna. Pasaron más años, descubrieron la
celulosa y los pañales de papel ¡Qué maravilla! Pero unos años más tarde, se
dieron cuenta de que eso era un poco agresivo con el medio ambiente y volvieron
a los pañales de tela. Y así, año tras año, las cajitas de cartón se
convirtieron en todo un símbolo de aquel país tan pobre, que ya no lo era
tanto. Todas las familias, desde más adineradas a las más pobres, tenían su
cajita. Era curioso cómo uno podía saber en qué año había nacido un niño con
sólo mirar las viejas fotos y ver qué tipo de ropita llevaba el bebé.
¿Sabéis cuál fue el último objeto imprescindible que
incluyeron en las cajitas mágicas? UN LIBRO. El milagro ya era una realidad.
Dejaron de ser pobres y empezaron a leer.
¿Cómo no se les había ocurrido antes? ¿En qué estaban
pensando? Era un país frío, apartado, sin grandes recursos naturales y si no
llegan a reaccionar a tiempo se quedan casi sin gente. Los niños, los niños,
había que salvar a los niños, había que cuidar a las madres, había que
incorporar a los padres, había que proteger a las familias. Había que invertir
en ellos para que luego ellos se salvaran a sí mismos y empezaran a salvar a
otros, el alma colectiva del gran John Steinbeck en “Las uvas de la ira”. Ya estaba inventado,
pero no lo habían leído.
Crecieron los niños, incluidos los 65 de cada 1.000 que ya
no se morían, y necesitaron escuelas. ESCUELAS PÚBLICAS PARA TODOS.
Sólo contaban con una escuela raquítica por elitista, donde
a los 11 ó 12 años muchos de esos maravillosos bebés en los que ya se habían
invertido un dinero regalándoles una cajita de cartón, dejaban los estudios
porque sus modestas familias no podían pagarlos o no tenían el tiempo
suficiente, o la formación para hacer la cantidad ingente de deberes con ellos.
Además tenían que estudiarlo todo de memoria, hacer muchos exámenes y ayudar en
lo posible a la familia sin recursos. Eso en el caso de ser muy listos y muy
perseverantes. Claro, era agotador. Esa alta capacidad intelectual de algunos
niños de clases bajas ponía con frecuencia a la familia en una situación muy
comprometida: ¿De dónde sacamos el dinero?
Posiblemente uno de los descendientes de aquel gobernante al
que se le ocurrió la idea de la cajita de cartón, quiso continuar con su
legado. Esta vez, la cajita se presentaba con un formato diferente: “La
Orgullosa y Mágica Cajita de la Educación”
(LOMCE). La idea principal era formar a los mejores MAESTROS del mundo, con
ayudas a sus familias y becas extraordinarias. Se les exigiría pagar un precio,
tenían que ser los mejores. Obtener como mínimo 9 sobre 10 en los promedios de
Bachillerato, además de una gran dosis de sensibilidad social ( participar en actividades sociales,
voluntariado…), una gran capacidad de comunicación y empatía, el resumen de la
lectura de un libro (¿Sería el que le pusieron en la cajita de cartón al
nacer?) , una explicación de un tema ante una clase, demostración de aptitudes
artísticas, una prueba de matemáticas, y una prueba de aptitudes tecnológicas.
Las pruebas más duras del mundo. ¡Todo un reto!
A partir de ahí, ya podían entrar en la Universidad, hacer
su Licenciatura y las Prácticas. Una vez terminada su preparación, saldrían al
mercado, en sentido literal, y los centros los elegirían según sus necesidades,
porque cada comarca, cada municipio tiene su propia idiosincrasia. Cada uno a
lo suyo. La educación se basará en las necesidades de los alumnos, el maestro
se adaptará. Podrán hacerlo porque son los mejores. ¿El premio? No, no será el
dinero. Será algo que ni el hombre más rico del mundo podría comprar: “ES UN
HONOR NACIONAL SER MAESTRO DE PRIMARIA”. No habrá ninguna profesión mejor
considerada y respetada por todos.
Y ahora a la Reforma: Simple y lógica. Todos los niños de 7
a 16 años están obligados a ir a la escuela. Tendrán comida, asistencia
sanitaria, libros y material escolar gratuitos.
La escuela Secundaria no será obligatoria. A esta edad ya se
considera que han alcanzado la madurez suficiente para decidir si quieren
seguir Estudios Académicos o Estudios Profesionales. Ambos se iniciarán a los
16 ó 17 años y durarán de 3 a 4 años. Los estudios académicos se llamarán “Grado
Académico”. Después podrán seguir hasta “Maestría” durante otros 2 ó 3 años más
desde donde alcanzarán la Diplomatura y si lo desean el Doctorado.
Los estudios profesionales se llamarán “Escuela
Politécnica”, durarán también unos 3 ó 4 años, de ahí se pasará a la “Escuela Politécnica
Superior” donde se prepararán durante otros 2 ó 3 años y de ahí ¡Al mercado laboral!
Durante toda la Escuela Primaria las clases no tendrán más
de 20 alumnos en las materias comunes y no más de 8 ó 9 en las optativas. Se
valorará mucho la limpieza, las actividades extraescolares dentro del mismo
colegio y pocos deberes porque es
urgente jugar y bailar... Las familias
saben que son el primero y más importante de los motores de la educación de sus
hijos (están muy concienciados porque se lo aprendieron muy bien en aquellas
clases obligatorias que les dieron con la cajita de cartón). El gobierno
colaborará además con ciertos detalles insignificantes y baratos como la
proyección de programas y películas en la TV siempre en versión original y
subtituladas , y así los niños
alcanzarán gran destreza al leer y se acostumbrarán
a otros idiomas.
¿Cómo empezamos a enseñar a los más pequeños? Primero los
ponemos en forma, buenas clases de Educación Física, ya se dieron cuenta de
esto los romanos, a la par les ponemos buenos abdominales en el cerebro con una
adecuada dosis de matemáticas, y un poco de lengua materna. Luego, cuando
crezcan un poquito hacia los 9 años empezamos con el dichoso inglés, pero sobre
todo conversación, nada de aburrirlos con toneladas de gramática , haremos que
los los profes de inglés sean bilingües pagando su formación en los propios países de
habla inglesa. las Ciencias y la Historia hacen su entrada triunfal también
cuando los niños son un poquito mayores porque para cosas tan especiales
necesitamos haber madurado.
¡Menos horas de clase, menos memorización, más discusión y
reflexión!
Leer, leer, leer.
Les ayudaremos con becas pero si no las aprovechan las
tendrán que devolver.
Las escuelas privadas casi no existirán.
El maestro vale lo que sabe y sabe mucho, por eso el
gobierno no tiene que darle órdenes. Por eso el maestro dialoga con el alumno,
por eso puede ausentarse del aula sin ser sustituido. Los alumnos son
responsables de su trabajo, sus padres se lo dijeron desde la cajita de cartón,
y después de los padres, lo más importante de la vida es el maestro, SU
maestro.
Prueba de que este sistema educativo, que no es una ficción,
está sano y vivo es que si tú le preguntas a un niño de ese país, que un día
fue pobre e inculto : ¿Te gusta la escuela? La mayoría dice: NO, que para eso
soy un niño y a mí lo que me gusta de verdad es hacer lo que me da la gana,
pero estoy educado y le debo mucho a mi familia y a mi país porque estoy
orgulloso de ellos, aunque nunca hayamos ganado la copa del mundo de fútbol.
¡OH! Casi olvidaba poner título a este cuento : “ La cajita
de cartón de Finlandia”.
FIN ? o
TO BE CONTINUED ?
Escrito por Estrella C.P.
( Datos reales obtenidos en los diarios nacionales El País,
El Mundo y ABC y sobre todo, del magnífico estudio realizado a lo largo de 10
años acerca del sistema educativo finlandés por el psicólogo y pedagogo catalán
Xavier Melgarejo. )
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