Diario Sur 20 de Febrero 2011
Voy a resumirlo mucho, porque les supongo enterados, por otras secciones de este periódico, de lo que pasa en Andalucía: resulta que aprovechando Expedientes de Regulación de Empleo, alguien, amigos casi todos de diversos mandatarios andaluces o familiares bien avenidos, conseguían cuantiosas prejubilaciones en empresas en las que nunca habían trabajado -e incluso en algún caso ni siquiera existían ya mientras seguían amparando las vidas laborales de los agraciados.
Las preguntas sin contestar sobre el caso de los ERE en Andalucía son muchas, y pertenecen todas a un laberinto en el que informes jurídicos, millones de euros manejados por un director general que no tenía que dar cuenta de lo que hacía a sus superiores, extorsiones a ex directivos de Mercasevila, y otras golosinas, se enrevesan en un argumento que bien podría dar para una temporada entera de The Wire, pero que no va a inspirar ni un soneto. El asunto, como no podía ser menos, por mucho esfuerzo que hicieran las autoridades andaluzas por impedir que se investigara, saltó la barrera natural de Despeñaperros y llegó a Madrid, al Congreso de los Diputados, donde el joven látigo de la oposición, Soraya Saenz, preguntó al viejo látigo del Gobierno, Rubalcaba, qué pasaba en Andalucía. El gobernante le respondió a la opositora, que con los dineros de la trama Gurtel se hubieran podido pagar miles de salarios mínimos. O sea, pregunta, ¿cuál es la capital de Guinea?, respuesta, los esquimales tienen noventa maneras de decir blanco.
Hasta aquí, condensado hasta la banalidad el asunto. La tragicomedia es lo que queda: porque puesta de acuerdo la oposición en el Parlamento Andaluz para exigir una comisión de investigación que nos aclara a todos lo que ha ocurrido, el Gobierno del Sr. Griñán ha dicho: ni mijita. Ni siquiera el potente argumento de Javier Arenas para quebrar el 'no' de la Junta de Andalucía ha servido: decía Arenas, «señores, tienen ustedes la mayoría absoluta, las conclusiones de la investigación van a ser suyas, puede que hasta les venga bien y escriban una verdad oficial que se ponga de su parte, pero déjennos investigar». No, en Andalucía, prohibido investigar esas cosas. De hecho la Junta ha dicho 'no' ciento diez veces a comisiones de investigación. Somos unamunianos sin saberlo, que investiguen ellos, es la enseña del país.
En fin, como se puede comprender, el desencanto en el que ya cabalgábamos a buen ritmo hacia la desesperación, ha aumentado su velocidad. Porque, ¿cómo se come que los mismos que ponen el grito en el cielo clamando contra el presidente de la Comunidad Valenciana por aceptar unos trajes, traten de disculpar o de taparse los ojos ante lo que parece a todas luces un clamoroso caso de corrupción política para favorecer a unos cuantos ciudadanos bien situados por lazos familiares o amicales? ¿Cómo se puede impedir una comisión de investigación sobre un caso tan flagrante -y fragante- de corrupción e inepcia política? Es fácil responder: porque aunque las conclusiones vayan a ser redactadas por la mayoría, antes o después se oirán cosas que podrían hacer daño a los gobernantes, y es mejor el silencio, tapar la basura, que darle acogida en el templo de todos -lo digo con ironía- que es el Parlamento.
Para hacerlo es necesario una virtud que entre nosotros se ha vuelto imprescindible para triunfar en político: la cara dura. Es una virtud que uno se va encontrando cada vez más, a pesar de lo cansados que estamos todos del ambiente político y de la casta gobernante, a pesar de lo triturada que está nuestra confianza en lo que puedan hacer con la cosa pública. Dicen algunos cronistas, muy amigos de políticos, de esos que cenan con políticos y se saben el nombre de sus hijos y las fechas de sus cumpleaños, que somos injustos cuando tratamos a toda la clase política por unos cuantos casos de corrupción que afectan a un porcentaje mínimo de políticos. Puede que sea cierto. Pero por eso mismo, no se entiende que cuando llega la hora de aprobar una comisión de investigación que arroje luz a un entramado corrupto, en vez de ponerse del lado de los que quieren saber a toda costa y caiga quien caiga, los políticos profesionales se pongan del lado de la oscuridad, por si algún coágulo de mierda les cae en el planchado y bonito traje.
¿No son estos que ahora han dicho nanay a la investigación del fraude de los ERE, los mismos que se echaban las manos a la cabeza porque la Iglesia Católica no se atrevía a investigar a la luz pública los casos de curas pederastas? Sí, se ve, como siempre, que las acciones no son buenas o malas en sí mismas, sino convenientes o no, dependiendo de cómo afecten al grupo al que pertenecemos.
Por eso es muy difícil mantener la confianza hoy en ninguna empresa -digo bien, empresa- política: porque se ve que los códigos de la mafia rigen en ellas con mayor elocuencia que los códigos del sistema al que se deben. Así pues, los fraudes del ERE no se investigarán en el Parlamento Andaluz: el Parlamento Andaluz ha dicho que no quiere saber lo que pasó, o que quiere saberlo sólo cuando ya sea tarde, cuando los jueces dictaminen, cuando nadie pueda pedirle responsabilidades a todos esos que el otro día dijeron: No, no se investiga, o prefieren convertirlo todo en un cuento, Érese una vez, donde el lobo, por supuesto, tiene dientes de periodista y hambre de oposición, y la niña Caperucita, tan buena ella, cruza un bosque lleno de peligros -corruptos, gente deshonesta- sin querer saber nada, no vaya a enterarse, de que ella -o su abuela, que amasa una fortuna- son las verdaderas culpables.
Las preguntas sin contestar sobre el caso de los ERE en Andalucía son muchas, y pertenecen todas a un laberinto en el que informes jurídicos, millones de euros manejados por un director general que no tenía que dar cuenta de lo que hacía a sus superiores, extorsiones a ex directivos de Mercasevila, y otras golosinas, se enrevesan en un argumento que bien podría dar para una temporada entera de The Wire, pero que no va a inspirar ni un soneto. El asunto, como no podía ser menos, por mucho esfuerzo que hicieran las autoridades andaluzas por impedir que se investigara, saltó la barrera natural de Despeñaperros y llegó a Madrid, al Congreso de los Diputados, donde el joven látigo de la oposición, Soraya Saenz, preguntó al viejo látigo del Gobierno, Rubalcaba, qué pasaba en Andalucía. El gobernante le respondió a la opositora, que con los dineros de la trama Gurtel se hubieran podido pagar miles de salarios mínimos. O sea, pregunta, ¿cuál es la capital de Guinea?, respuesta, los esquimales tienen noventa maneras de decir blanco.
Hasta aquí, condensado hasta la banalidad el asunto. La tragicomedia es lo que queda: porque puesta de acuerdo la oposición en el Parlamento Andaluz para exigir una comisión de investigación que nos aclara a todos lo que ha ocurrido, el Gobierno del Sr. Griñán ha dicho: ni mijita. Ni siquiera el potente argumento de Javier Arenas para quebrar el 'no' de la Junta de Andalucía ha servido: decía Arenas, «señores, tienen ustedes la mayoría absoluta, las conclusiones de la investigación van a ser suyas, puede que hasta les venga bien y escriban una verdad oficial que se ponga de su parte, pero déjennos investigar». No, en Andalucía, prohibido investigar esas cosas. De hecho la Junta ha dicho 'no' ciento diez veces a comisiones de investigación. Somos unamunianos sin saberlo, que investiguen ellos, es la enseña del país.
En fin, como se puede comprender, el desencanto en el que ya cabalgábamos a buen ritmo hacia la desesperación, ha aumentado su velocidad. Porque, ¿cómo se come que los mismos que ponen el grito en el cielo clamando contra el presidente de la Comunidad Valenciana por aceptar unos trajes, traten de disculpar o de taparse los ojos ante lo que parece a todas luces un clamoroso caso de corrupción política para favorecer a unos cuantos ciudadanos bien situados por lazos familiares o amicales? ¿Cómo se puede impedir una comisión de investigación sobre un caso tan flagrante -y fragante- de corrupción e inepcia política? Es fácil responder: porque aunque las conclusiones vayan a ser redactadas por la mayoría, antes o después se oirán cosas que podrían hacer daño a los gobernantes, y es mejor el silencio, tapar la basura, que darle acogida en el templo de todos -lo digo con ironía- que es el Parlamento.
Para hacerlo es necesario una virtud que entre nosotros se ha vuelto imprescindible para triunfar en político: la cara dura. Es una virtud que uno se va encontrando cada vez más, a pesar de lo cansados que estamos todos del ambiente político y de la casta gobernante, a pesar de lo triturada que está nuestra confianza en lo que puedan hacer con la cosa pública. Dicen algunos cronistas, muy amigos de políticos, de esos que cenan con políticos y se saben el nombre de sus hijos y las fechas de sus cumpleaños, que somos injustos cuando tratamos a toda la clase política por unos cuantos casos de corrupción que afectan a un porcentaje mínimo de políticos. Puede que sea cierto. Pero por eso mismo, no se entiende que cuando llega la hora de aprobar una comisión de investigación que arroje luz a un entramado corrupto, en vez de ponerse del lado de los que quieren saber a toda costa y caiga quien caiga, los políticos profesionales se pongan del lado de la oscuridad, por si algún coágulo de mierda les cae en el planchado y bonito traje.
¿No son estos que ahora han dicho nanay a la investigación del fraude de los ERE, los mismos que se echaban las manos a la cabeza porque la Iglesia Católica no se atrevía a investigar a la luz pública los casos de curas pederastas? Sí, se ve, como siempre, que las acciones no son buenas o malas en sí mismas, sino convenientes o no, dependiendo de cómo afecten al grupo al que pertenecemos.
Por eso es muy difícil mantener la confianza hoy en ninguna empresa -digo bien, empresa- política: porque se ve que los códigos de la mafia rigen en ellas con mayor elocuencia que los códigos del sistema al que se deben. Así pues, los fraudes del ERE no se investigarán en el Parlamento Andaluz: el Parlamento Andaluz ha dicho que no quiere saber lo que pasó, o que quiere saberlo sólo cuando ya sea tarde, cuando los jueces dictaminen, cuando nadie pueda pedirle responsabilidades a todos esos que el otro día dijeron: No, no se investiga, o prefieren convertirlo todo en un cuento, Érese una vez, donde el lobo, por supuesto, tiene dientes de periodista y hambre de oposición, y la niña Caperucita, tan buena ella, cruza un bosque lleno de peligros -corruptos, gente deshonesta- sin querer saber nada, no vaya a enterarse, de que ella -o su abuela, que amasa una fortuna- son las verdaderas culpables.
2 comentarios:
Es realmente triste lo que ocurre. No sólamente se tapan este tipo de asuntos, además se ataca al partido contrario qué hace lo mismo que estás haciendo tu y encima, cuando alguien dice es que todos los políticos no son iguales, yo me quedo perpeljo. Si no son iguales porqué se convierten meros aplaudidores de su partido. ¿Por qué no hay voces disidentes? Vergonzoso. Jesús Martín Ostios
Por higiene mental y para evitarme una úlcera de estómago; y como lo de los E.R.E.s andaluces no es que sea ilegal, no es que sea inmoral, es que OBSCENO.
En cualquier país, democrático real,no es que tendrían que devolver lo robado, es que deberían estar en la cárcel. En una comunidad con UN MILLÓN de parados, y que el mismo Consejero de Empleo hace lo que ha hecho...
(perdonad que no siga, pero están dándome náuseas, y acabo de cenar)
Publicar un comentario