POR EL CAMBIO EDUCATIVO. EMILIO RUIZ


POR EL CAMBIO EDUCATIVO

Ante el amplio o generalizado descontento del que goza el actual sistema educativo español, no basta con la crítica fácil sino que se hace más necesario que nunca la búsqueda y aportación de respuestas concretas, totalmente ajenas a intereses políticos, que propongan qué y cómo cambiar para tomar otro rumbo bien distinto (dado que la historia reciente demuestra que con el actual rumbo vamos a la deriva).

Tras un anterior artículo donde hablo del “Interés político por la educación pública”, paso ahora a dar cierta continuidad a lo allí expuesto, haciendo una propuesta relativamente concreta para plasmar en la realidad la forma de iniciar aquella tan necesaria revolución educativa.

Desde mi punto de vista, los aspectos más importantes (entre otros) en los que habría que acometer cambios muy urgentes y significativos serían los siguientes:

1. Eliminación de la promoción automática del alumnado repetidor.

2. Eficacia-Seriedad en la atención a la diversidad.

3. Devolver-Exigir a los padres/madres la responsabilidad que asumieron con su paternidad/maternidad.

4. Adecuar a las circunstancias reales la normativa que rige el funcionamiento interno de los centros escolares.

A continuación intentaré desgranar y justificar cada uno de los apartados anteriores:

1. Eliminación de la promoción automática del alumnado repetidor. Veamos un supuesto caso muy ilustrativo: Alguien se somete a una prueba para demostrar su conocimiento y capacidad para realizar el ancho de una piscina de aprendizaje nadando a crol. Falla en el primer intento. Pasado un cierto tiempo repite la prueba y tampoco la supera. Pero tras dos intentos, aunque fallidos, ya se le supone, automáticamente, capacitado para incorporarse a un nivel superior; o sea, pasa a realizar propuestas de aprendizaje en una piscina de 25 metros y con profundidad variable.

Tras el correspondiente tiempo, se somete a la oportuna prueba (nado a crol de 25 metros en piscina) sin superarla. Pasado otro cierto tiempo, repite la prueba y tampoco la supera. Pero tras dos intentos, aunque fallidos, ya se le supone, automáticamente, capacitado para incorporarse a un nivel superior; o sea, pasa a realizar propuestas de aprendizaje en un pantano... y posteriormente en mar abierto... ¿Qué puede hacer alguien que no sabe nadar en un grupo con un nivel cada vez más distante?.

¿Alguien le encuentra sentido a lo expuesto?. Quien esté leyendo esto pensará que todo es absurdo y descabellado; y, efectivamente, lo es. ¡Pues así es nuestro actual sistema educativo!. Dicho con un ejemplo totalmente real: ¿Qué hace un alumno/a que no sabe multiplicar en un aula donde se está explicando la división?. Respuesta mayoritaria: aburrirse y, con el paso del tiempo, generar conflictos.

Los técnicos a los que recurren los políticos para justificar tal hecho esgrimen teorías referidas, básicamente, a que cada alumno/a debe ir con los compañeros/as de su edad o similar. La realidad es que esto se hace para que todo el alumnado evolucione y así evitar la aglomeración de repetidores/as y también tratar de maquillar los resultados y aparentar que casi todo el alumnado llega al nivel para obtener el título de Graduado en Educación Secundaria (con el consiguiente descrédito de tal título). Esto viene a significar lo mismo que tener un título que acredite que has superado todos los niveles de natación necesarios para realizar la travesía a nado de una bahía o un pantano aún cuando realmente ¡no sabes nadar!. ¿Para qué serviría ese título?.

Con la promoción automática del alumnado repetidor, lejos de resolver cierta problemática, sólo se consigue disimular, posponer, agravar, extender… el problema. O sea, es un absoluto engaño para la persona en cuestión, para los compañeros/as afectados y para la sociedad.

2. Eficacia-Seriedad en la atención a la diversidad. Integrar a una persona discapacitada o con deficiencias en el aprendizaje anterior no consiste en mezclarlo con un ambiente totalmente diferente que le impide progresar, madurar, evolucionar... según sus peculiaridades. Si el sistema educativo pregona tanto la igualdad, éste no es el camino ya que en realidad se produce una gran desatención de este alumnado lo que llega a poner aún más de manifiesto la discapacidad o deficiencia; o sea, discrimina más que integra. NO a la actual integración; SÍ a la adecuada y necesaria atención mucho más personalizada.

La administración educativa y sus técnicos vuelven a exponer razones de sociabilidad para justificarlo. La cruda realidad es que se hace porque es muy barato comparado con lo que supondría una integración real. En realidad, el actual sistema educativo sólo “arrastra” a tales personas con el colectivo que temporalmente corresponda.

Integrar a una persona con peculiaridades significa mucho más; significa e implica atenderla y prepararla adecuadamente para que se desenvuelva en la sociedad de la mejor manera posible y con el mayor grado de autonomía o independencia. Ello supone dotar a los centros escolares de muchos más medios de los que disponen hoy día, lo cual exige un aumento significativo de la correspondiente partida presupuestaria.

3. Devolver-Exigir a los padres/madres la responsabilidad que asumieron con su paternidad/maternidad. El sistema educativo no puede sustituir la labor educativa de padres/madres ni puede ser una “guardería” donde dejar a los hijos/as durante el horario laboral.

Craso error aquel de liberar a padres/madres de sus deberes educativos con la justificación de la falta de tiempo debido al horario laboral. Craso error aquel de trasladar el deber de la educación de los hijos/as al sistema educativo. Una maniobra política magnífica para ganar los votos de padres/madres y para aliviar sus conciencias, pero de nefastas consecuencias ya manifiestas.

La base de la educación está en el entorno familiar; el sistema educativo colabora en la educación y es el gran responsable de la instrucción, del aprendizaje, de la preparación... La educación de una persona no puede quedar exclusivamente en manos del sistema educativo, es inviable, es absurdo (aunque para mucha gente pueda ser la solución ideal, “la solución más cómoda”). Sólo en el caso de que el alumno/a esté en un internado desde pequeño, el sistema educativo sería responsable de su educación.

Hay que decir claramente NO a la dejación de funciones correspondientes a la paternidad/maternidad. Padres/Madres son los auténticos/as responsables de la educación de sus hijos/as. Si un niño/a muestra respeto, no grita, se sienta bien, come correctamente, manifiesta adecuada higiene... no es por el centro escolar al que acude sino por el entorno familiar en el que vive. El centro escolar es totalmente responsable de la preparación del alumnado pero no de su educación. Es imposible educar en el aula a quien en casa vive con otras normas (o sin ellas) y con otros valores bien distintos.

4. Adecuar a las circunstancias reales la normativa que rige el funcionamiento interno de los centros escolares. Éstos han de atender a TODO su alumnado, sin volcar (como ocurre ahora) casi todo su tiempo y energía en una falsa, absurda, imposible… resolución de los permanentes conflictos generados por el alumnado problemático. Ello implicaría disponer de normas con prohibiciones y sanciones más claras, rápidas y directas (disminuyendo así tiempo y burocracia; aumentando inmediatez y eficacia). Todo centro escolar debiera dedicar la mayor parte de su tiempo y energía para abarcar, contemplar, estimular, premiar… al alumnado no problemático.

Para educar hay que, irremediablemente, establecer límites (tanto en el centro escolar como, especialmente, en el ámbito familiar). Esto implica la prohibición de sobrepasar tales límites; y la sanción correspondiente si ello ocurre. Por tanto, las prohibiciones y las sanciones adecuadas son necesarias para educar y enseñar-aprender. Y más necesarios aún son los estímulos, reconocimientos y premios adecuados (tanto en el ámbito familiar como, especialmente, en el centro escolar); algo muy olvidado por el actual sistema educativo. ¡Qué pena que el buen alumnado reciba tan poquísima atención y casi ningún reconocimiento!.

Para ello, es imperiosamente necesario un radical cambio en las normas que rigen la convivencia en un centro escolar para evitar que el alumnado problemático se sienta sin obligaciones, intocable, dominador… e impedir que pueda dinamitar “plácidamente” cualquier situación de enseñanza-aprendizaje. Ya está bien de tanto esfuerzo y presupuesto para quien no quiere hacer nada ni permite que otros lo hagan. Es preciso un gran reclamo de atención para el resto de alumnado. Por tanto, más prohibiciones y sanciones al alumnado problemático para con ello permitir y multiplicar la atención, los estímulos y los premios al resto de alumnado.

Al respecto, hay ejemplos de medidas tomadas por la administración educativa que rozan lo esperpéntico ya que lejos de promover el buen funcionamiento del centro escolar, lo que hacen es favorecer la instalación de un ambiente totalmente inadecuado.

Así, p. ej., nos encontramos con la posibilidad de que una familia pierda ciertas ayudas económicas si los correspondientes menores caen en el absentismo escolar. O sea, dicho de otra manera más realista: dar dinero a la familia para evitar el absentismo escolar de los correspondientes menores. La propuesta tendría que ser muy diferente: no basta con la asistencia a un centro escolar, es fundamental añadir “con respeto y con aprovechamiento”. O sea, premiar a quien aprovecha adecuadamente su paso por el sistema educativo y no a quien simplemente “utiliza” el sistema y, además, perjudica al resto de beneficiarios.

Premiar/Pagar por la simple asistencia es invitar al no esfuerzo, a la desidia, al pasotismo; es invitar a exigir derechos sin asumir responsabilidades, a disfrutar de beneficios públicos sin obligación alguna. Es, por tanto, una forma perfecta de impedir que el resto del alumnado (que sí asume responsabilidades y obligaciones) pueda recibir sus clases con normalidad. Los “premios educativos” han de ser por cumplir con las obligaciones y nunca por abusar de los derechos.

Si subsidiamos al alumnado problemático premiando, incluso en metálico, su actuar contrario a toda norma ética, sólo estamos abocando al fracaso el cometido del actual sistema educativo (hace tiempo que claras y abundantes pruebas de ello se nos ofrecen constantemente) y la competencia de la futura sociedad (ya la sociedad actual da claras muestras de esa incompetencia que se nos viene encima si mantenemos este rumbo). Invitar a alguien al subsidio desde pequeño, invitarlo a exigir derechos, invitarlo a no asumir obligaciones, invitarlo a vivir exento de responsabilidades... ¿es prepararlo para la vida de adulto?; ¿o es invitarlo a que dificulte la convivencia de la futura sociedad en la que ha de desenvolverse?.

Podemos contemplar otro ejemplo aún más amplio: la gratuidad de los libros de textos. Bárbaro error éste, muy prolífico en votos para el político de turno pero altamente negativo como medida educativa. Qué fácil es utilizar el presupuesto público de forma interesada. No se puede dar algo sin exigir ninguna obligación. Esta medida, lejos de ser educativa y económicamente acertada, cumple el cometido totalmente opuesto: es maleducativa, antieducativa y derrochadora.

Hay que resaltar que tales libros no son gratis: se pagan con dinero público, o sea, los pagamos entre todos/as. ¿Para qué “regalar” libros a quienes no los van a usar y sí los van a destrozar, impidiendo su posterior uso por otro alumno/a e implicando duplicar de forma innecesaria ese gasto público?. La propuesta podría ser de otra manera bien distinta: cada familia comprará los libros de textos correspondientes y, al final del curso, si el aprovechamiento que su hijo/a ha hecho del sistema educativo ha sido adecuado, entonces (y sólo entonces, o sea, cuando ha cumplido con las obligaciones correspondientes) se le devolverá a la familia (p. ej. con un oportuno apartado en la declaración de la renta) una cuota establecida similar al coste de los libros de texto.

Así la ayuda con dinero público se convierte en medida muy educativa. Consiste sencillamente en disfrutar de un derecho si se asumen ciertas obligaciones (esto es lo normal en otros ámbitos: un conductor puede circular por la vía pública con su vehículo si cumple las normas al respecto, de lo contrario se le sancionará incluso retirándole tal derecho).

Pero esto no resultaría provechoso para la captación de votos; exigir a los padres/madres que se impliquen y exijan a sus hijos/as un adecuado aprovechamiento de su paso por un centro escolar da bastantes menos votos que “regalar” dinero público al inicio del curso. La modificación de esta medida colaboraría en la mejora del “ambiente” existente en los centros educativos y, además, resultaría mucho menos derrochadora (objetivos ambos que debiera perseguir una política educativa mínimamente seria; pero aquí vuelve a manifestarse claramente aquel interés político por la educación pública que ya fue expuesto en un anterior artículo).

Otro ejemplo de este tipo lo encontramos en la gratuidad de ordenadores portátiles. Creo que ya sobra cualquier aclaración al respecto.

En definitiva, no pueden plantearse medidas que sólo consistan en asistir a un centro escolar para obtener beneficios sin obligaciones y, por extensión, acabar “contaminando o minando” el ambiente y el normal funcionamiento de tal centro. Al contrario, toda medida debiera estar encaminada a la mejora de dicho funcionamiento, a la mejora de la convivencia, a la mejora del proceso educativo.

Y hasta aquí llega mi reflexión sobre los cambios que creo prioritarios en esa revolución educativa que propongo, promuevo y anhelo.

Trabajo como profesor, intento ser profesor, y no me limito a la crítica fácil sino que apuesto por proponer algunas medidas para corregir el actual rumbo que creo bastante equivocado Me importa el alumnado, me importa mi trabajo, me gusta mi trabajo y por ello lucho. Lucho porque creo que el cambio y la mejora son posibles y absolutamente necesarios. Por el bien de tantos, por el bien de todos/as.

Seguro que son posibles otros muchos cambios que alguien (siempre ajeno a intereses políticos y conocedor/a de la realidad de nuestras aulas) pueda proponer y se puedan contemplar Este artículo o esta reflexión es sólo una propuesta, de entre otras muchas posibles. Pero creo que si se atacasen con valor y rigor los cambios aquí propuestos, posiblemente, se produciría una gran mejora en el clima de clase, lo cual, a su vez, implicaría una tremenda mejora en la educación, evolución, maduración, preparación… del alumnado. O sea, el sistema educativo tendría sentido, serviría para lo que pretende, sería eficaz. Ojalá se inicie la necesaria revolución educativa. Ojalá pongamos todo nuestro empeño y haya algo de suerte. Por el presente y, especialmente, por el futuro de nuestra sociedad.

Es fundamental llevar a cabo cambios significativos que disminuyan tremendamente el “ambiente agresivo” que se respira de forma casi permanente en toda aula de cualquier centro escolar de hoy día y que amenaza con estallar en cualquier momento (siendo muchos los momentos en los que estalla). ¿Se puede impartir clase, enseñar, educar, aprender, disfrutar... en este “ambiente”?. La respuesta es bien evidente, pero parece que ningún responsable político quiere ver ni asumir la necesidad de un cambio profundo en el actual sistema educativo. ¿Para qué cambiar con lo bien que les va?.

Éste es el sistema que mejor permite maquillar los resultados y que más votos reporta, ¿alguien da más?. Pero quizás sea el momento de recordar el conocido refrán “Quien siembra tormentas, recoge tempestades” para entender claramente lo que está pasando y lo que está por llegar. En ello estamos y así nos va. Pero los responsables surcan plácidamente otros mares muy ajenos a estas tempestades. ¡Para qué cambiar con lo bien que les va!.

P. D.: Es preciso aclarar que no debe asociarse este artículo con una crítica exclusiva al actual partido político en el gobierno. Hace pocos años, el que ahora es el principal partido de la oposición, gobernó durante dos legislaturas y conocidos son los “cambios” que realizó. Por tanto, la crítica va por igual para ambos partidos políticos y también para el resto; porque ninguno propone nada serio y realista para la modificación del sistema educativo (ni siquiera los partidos minoritarios). En cada campaña electoral sólo encontramos propuestas que profundizan en el enfoque establecido o que no tocan lo que realmente importa. Desde hace bastantes años vamos a peor indistintamente del color político predominante tanto en el gobierno nacional como en el autonómico

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enhorabuena por el artículo, yo añadiría otro punto de reflexión: la reducción de la ratio. Un saludo