PGOU MÁLAGA. SERGIO RUIZ MATEO


PGOU: sangre, sudor y lágrimas.
El fin del 2010 trajo por fin una buena noticia a la asolada economía malagueña: el visto bueno, por parte de la Junta de Andalucía, del documento básico de planificación de la ciudad de Málaga para los futuros años, el Plan General de Ordenación Urbana. Podríamos decir, a riesgo de usar tópicos literarios, que sangre, sudor y lágrimas ha costado que un documento tan importante para el desarrollo de la ciudad y por tanto para su economía concite el acuerdo entre los principales partidos encargados de esta elaboración que más tiene de consenso político y negociación que de estudio y planificación estrictamente urbana y territorial.


Este proceso ha venido enfrentando al Ayuntamiento y a las diferentes delegaciones del gobierno regional durante casi una década. Reconociendo que un documento de tales dimensiones y trascendencia debe conllevar una larga y madura discusión, que por supuesto consume tiempos de reflexión y estudios, nos parece inapropiado que se haya convertido en munición de carga entre los partidos e instituciones que para infortunio de Málaga más se empeñan en su medro que en el bien general de la ciudad.

Durante todo este tiempo muchos inversores se han visto retenidos en su intención de generar riqueza, y grandes proyectos han estado paralizados, esperando su plena definición; o simplemente la incertidumbre y la única certeza de un documento ya periclitado y otro que no terminaba de llegar han supuesto un freno para la reanimación de una economía tan falta de alegrías. Y ello porque a pesar de que todos quisiéramos que nuestra riqueza se nutriese de actividades más productivas y menos frágiles que la construcción o los servicios poco cualificados, lo cierto es que hasta que eso no se produzca, o reanimamos al enfermo con las viejas fórmulas, o lo dejamos moribundo en la sala de operaciones ( si bien algunos pensarán que lo único que resta es rezar por el alma del difunto y esperar una remisión cual ave Fénix a muy largo plazo; ejemplos los tenemos en la historia de Málaga...)

Pero al margen de las concomitancias económicas, este plan presto a aprobarse por el gobierno municipal, debe plantear el modelo de ciudad para los próximos años, y aun más; junto a los anteriores bien podemos decir sin exagerar que establece el modelo de ciudad para los próximas décadas o siglos, ateniéndonos al grado de consolidación de la urbe, donde ya es tan difícil y costoso realizar remodelaciones profundas.

Varios han sido los puntos más polémicos y varias las líneas generales del plan. En cuanto a las últimas se encuentra la vocación de crecimiento hacia el Valle del Guadalhorce, prácticamente colmatando los suelos disponibles y por tanto acabando con el crecimiento físico de la ciudad por esa zona. Allí se dibujan los grandes desarrollos residenciales, en torno a los focos productivos: Universidad y Parque Tecnológico de Andalucía; inclusión de grandes reformas interiores, como lo son la urbanización del pasillo ferroviario y la integración urbana del Guadalmedina. Otros elementos lo han sido de debate, ejemplificado en la decisión de la Junta de prohibir un crecimiento al norte de la ronda este de circunvalación, los desarrollos de Campanillas y la ocupación de suelos fluviales, las alturas y edificabilidad de los diferentes rascacielos proyectados a lo largo del término municipal o la reconversión del antiguo proyecto de urbanización para Arrajainal que ahora pasa a tener vocación de parque metropolitano.

En todo el proceso, el papel del gobierno regional ha interpretado un rol diferente en función del diferente punto de vista con el que se la juzgue. A través de los informes vinculantes y la elaboración de un documento mayor, el POTAUM, al que el PGOU debía adecuarse (sentimos el inevitable despliegue de siglas) la Junta ha ejercido para algunos, y a falta de una oposición bien asentad en la Casona del Parque, el papel de malvada administración empeñada, desde su atalaya sevillana, en frenar el desarrollo de Málaga. Para otros, es la noble centinela que salvaguarda la sostenibilidad y el urbanismo racional en una ciudad donde el equipo de gobierno confunde desarrollo con desarrollismo y que entiende como la principal función del PGOU la de hacer caja. Juzguen ustedes.

Por nuestra parte, trataremos de ir desgranando en futuros artículos algunas de las claves del plan, aunque por lo pronto señalaremos el estupor que produce la ausencia de debate en otros elementos que bien merecerían la atención de la ciudadanía, como por ejemplo el nivel de edificabilidad por metro cuadrado, la ausencia de grandes zonas verdes en los distritos consolidados, que va pareja a la poca atención que a nuestro entender se concede a la ciudad consolidada y la necesidad urgente de reformas interiores que ésta necesita. Escribimos esto porque grandes zonas de Málaga, especialmente Carretera de Cádiz, Miraflores, la Unión, etc, están en severo riesgo de obsolescencia y de transformación, dentro de la propia urbe, en zonas periféricas y marginales.

Otros aspectos son el escaso nivel de la arquitectura empleada en la ciudad, y por tanto la revisión de las normas que o bien impiden la arquitectura de calidad, o bien fomentan la arquitectura más burda y anodina; y la catalogación de los niveles de protección que dejan desamparados a cientos de edificios históricos, expuestos a la dejadez y a la ambición de promotores más preocupados en la rapidez del negocio que en la participación de iniciativas enriquecedoras para la sociedad en su conjunto.

A la postre, las cartas ya están echadas y el documento prácticamente aprobado. El futuro, cuando sea presente, nos informará de los aciertos y errores del mismo.

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