SOBRE HAITÍ. FERNANDO JURADO ANAYA


Desaparición de lo público, “hipertensión” de lo individual:
Haití, como presentación
Mi participación en esta revista se debe al estímulo que me produjo el artículo de Emilio Ruiz sobre la gripe A y la locura humana. Para dialogar con él, y con todos los que lo deseéis, va esta reflexión personal.

De hecho, creo lo más acertado retomar un enfoque similar al de Emilio y dirigirlo sobre la respuesta que se está dando al terremoto de Haití. Pero vamos poco a poco.
La tesis que pretendo discutir aquí a lo largo de varias entregas será la de que la desaparición de lo público-político está acarreando una crispación insoportable de lo individual, materializada en una nueva moralidad “cívica”, me temo, antesala de un nuevo fascismo.

Me explico: para mí es constatable la desaparición de lo público, lo decidido y gestionado por el común, por la totalidad, invento de la modernidad sobre el que se sustenta todo el edificio de la cultura occidental actual. Como resultado, una vez todos los “organismos” superiores al individuo se diluyen en el “sistema”, la gravedad y la responsabilidad de éste, así como todas las medidas reguladoras y correctoras del “sistema”, caen invariablemente sobre el individuo, aplastándolo. Y como consecuencia de ello, desquiciamiento, comportamientos antisociales, autodestructivos, compulsivos...

Dicho de otra manera: una vez hemos prescindido de organizar de manera política las relaciones sociales primordiales (económicas) declinamos toda la responsabilidad del buen funcionamiento de la sociedad en el comportamiento individual, que pretendemos reglamentar mediante unos nuevos códigos morales, lo cual lleva a la crispación.
Y aquí es donde nos acercamos al terremoto de Haití.

Durante decenios, Haití ha sido y sigue siendo el país con peores indicadores económicos y de condiciones de vida de toda América y uno de los más pobres de todo el mundo: el 80% de su población vive por debajo del umbral de la pobreza, el 75% de la población vive de la agricultura y la pesca de subsistencia, su industria textil (90% del PIB) depende completamente de EE.UU.

Como consecuencia, Haití es uno de los 24 países del mundo con un menor IDH (Índice de Desarrollo Humano), lo que podríamos traducir como los países del mundo donde más dura se hace la supervivencia, el día a día. Así, durante decenios, miles y miles de haitianos han paseado su agonía, en espera de que les llegara su hora, causada por un sistema económico mundial injusto que permite que grandes masas de población vivan condenadas a la explotación y la miseria mientras otros nadan en la abundancia y se permiten destruir toneladas de alimentos para mantener precios, comer para vomitar, o ingerir pastillas que impiden la absorción de hidratos y grasas por parte del organismo, por citar sólo algunas “modernas” costumbres occidentales.

Sin embargo, un buen día, la tierra tiembla bajo Haití y todo el mundo decide ayudar a los pobres damnificados: ¿por qué ahora y no antes?

Creo que se trata del pensamiento neoliberal subyacente en todos los discursos actuales y que proclama como mandamientos básicos la inviolabilidad del derecho al lucro, la sacrosanta propiedad privada y la libre autorregulación de la economía. Luego sólo nos quedan dos posturas, que se hacen llamar izquierda y derecha.

Para la llamada izquierda la economía sería algo así como un dios griego, irracional, caprichoso, tiránico, que unas veces nos concede sus dones (desarrollo económico) y otras nos arrasa con su furia (crisis). La humanidad, por tanto, debe solidarizarse con las victimas y acudir compensando con lo que sobra a unos lo que a otros falta.

Para la derecha, al parecer, la economía se parece más a un dios judeocristiano que castiga con sus plagas (paro, decrecimiento, crisis) a los vagos, pusilánimes, derrochadores, irresponsables, ilusos…

Así, que día tras día, año tras año, miles de personas vivan condenadas a la miseria del capitalismo es un mal divino e irreparable, cosas que pasan, pruebas que nos manda el Señor, pero un terremoto, UN TERREMOTO… a eso sí hay que ponerle solución.

Como en el caso de la gripe A, cuyo devenir tan certeramente aventuró Emilio, no nos preocupan las víctimas cotidianas, muertos y malheridos, de nuestra organización económica, sólo los de los acontecimientos naturales, sean o no exagerados. En verdad, un mundo de locos.

Hasta pronto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y qué propones al respecto? Denoto en tus palabras una crítica muy importante al sistema actual, crítica con la cual coincido, pero, ¿cuál sería tú modelo?

Anónimo dijo...

Coincido contigo en el estímulo que me produjo el artículo de Emilio.
- Es cierto que la participación de la masa sólo tiene lugar cada cuatro años, y mientras tanto ahí está, observando lo que ocurre sin hacer nada al respecto.
- Totalmente de acuerdo contigo en lo que dices de Haití. Hay miles de Haitís en el mundo sin terremotos. Haitís muertas de hambre que no salen en los medios de comunicación y que no generan solidaridad.
Che Guevara 10

Anónimo dijo...

Fernando, quizás no venga al caso, pero ya que eres profesor y ahora está el tema en la opinión pública. ¿Qué medidas llevarías a cabo si tu fueras el ministro de educación? ¿Cuál sería tu modelo ideal de educación? ¿Cuáles serían las tres principales medidas que tomarías?
Hasta otra y enhorabuena por el artículo