PAGANDO 15 EUROS. CRISTIAN SILBERMANN

…Pagando 15 €…Como todo hijo de vecino, yo soy un españolito de a pié (y me enorgullezco de ello), de esos que a una hora determinada sale a trabajar y luego vuelve a casa, de los que lava el coche cada domingo ( o no, según la pasta que halla), y de los que cuando puede, y no está a dieta, sale a tomar una cerveza con su esposa (o no, “gracias al divorcio exprès”, tengo compañera y me enorgullezco de ella), en definitiva uno de esos que se deja sorprender por el ‘compre a plazos pagando sólo 15 € al mes`.

Craso y oneroso error. Por aquello de la tarjeta de crédito que te dan una vez que firmas una oleada de papeles detrás de la otra y que no te dan tiempo ni ocasión de leer. Allá que va uno, muy contento, con su lavadora nueva, con la garantía extendida por cuatro años, con su suplemento correspondiente pagado, claro, sin pensar que después de la lavadora uno cae en la cuenta de que… ¡caramba que frío en invierno! ¡Anda, si es tarjeta de crédito!
 

Pues voy y me compro el radiador, y luego la impresora, y los cartuchos y el mp3 de los reyes para los hijos…. y así hasta agotar la tarjeta. Sí, lo confieso, agoté la tarjeta imprudentemente, yo no soñé con las vacas flacas, como el faraón de turno al que José el hijo de Jacob le interpretó el sueño, pero las vacas flacas llegaron, y todo el mundo (de la política) fue muy comprensivo con los bancos y les dieron dinero, mucho dinero, nuestro dinero, para que salvaran su trasero, (sic, su culo) y nos dieran un respiro.

A mi también me llegaron las vacas flacas. No fui al paro, pero mis ingresos disminuyeron drástica y fatalmente, de modo que desmantelé mi casa, mandé a mi hijo a vivir con su madre y yo ahora vivo alquilado en una habitación (compartida con mi compañera en su casa, pero alquilada, de verdad de la buena). Gracias a eso puedo seguir pagando mis facturas y recibos mensuales pero, ¡oh mala fortuna! hubo un mes que tuve que devolver un recibo de 60 € de aquella compra a plazos de 15 € al mes. La respuesta de la entidad acreedora fue fulminante, me volvieron a pasar el recibo por la cuenta, sin encomendarse a Dios ni al diablo, es decir, ni si quiera me comunicaron que pasarían el recibo por segunda vez, y hasta una tercera, pero por un importe superior al 55 % del nominal del recibo, es decir me pasaban un recibo por más de 97 €.

Esto, por no hablar del auténtico y real acoso telefónico al que te someten si no puedes pagar, o no quieres por que no estas de acuerdo con lo que quieren cobrar. Yo no me lo podía creer, me llamaban de un número desconocido e identificable, yo trataba de responder a la llamada y nadie al otro lado de la línea, una vez y otra y otra más, mañana tarde y noche (eso si, el probo empleado da de mano a la diez de la noche).
Un día respondió y le interpelé que qué ocurría que molestaban hasta la saciedad y no respondían a su propia llamada, a lo que balbuceó una excusa sobre el estropicio de la centralita (ya, claro), acto seguido recuperó su compostura y en un tono más amenazante se negó a darme justificación de los 14 € de más (¡oh coincidencia sublime! De verdad) que me habían cobrado meses atrás, y si a exigirme sin excusa ni pretexto lo firmado en el contrato que nunca pude leer, por que no llevaba mis gafitas pregraduadas compradas a plazos. Por no extenderme más, acotaré que parece ser práctica, ya habitual, en las empresas el someterte a acoso telefónico para que pagues, puedas o no, les da igual.

Es a partir de aquí donde uno se empieza a replantear la lectura de los contratos, (siempre y cuando lleves las gafitas de leer pregraduadas que compraste a plazos, por que no ves las minúsculas letras de los contratos), las relaciones con las entidades financieras, y con las asociaciones de consumidores. Total que para no pagarle de más al banco, le tienes que pagar a la asociación de consumidores de turno. Al fin y al cabo, siempre se trata de sacarle dinero al consumidor.
Cristian Silbermann

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