Cuando España “iba bien”, nadie se acordaba de los funcionarios. Bien al contrario, se les compadecía. Estando en un bar con unos amigos, hace unos años, nos encontramos con un antiguo compañero de colegio. Tras los típicos saludos y preguntas tipo “¿Qué tal estás?”, “Estás igualito que hace veinte años”, llegaron las cuestiones serias: “Y vosotros, ¿a qué os dedicáis?”. Mis amigos fueron contestando: “Yo trabajo en la banca”, “yo también”, “yo soy director de publicidad en un periódico”… y llegó mi turno “yo preparo oposiciones”.
Nuestro ex compañero sonrió, pícaramente, y nos hizo partícipe de su felicidad vital del momento: “yo dejé de estudiar, soy escayolista y gano 4.000 euros mensuales”. Ahora no puede pagar el BMW y tiene una hipoteca de 1.300 euros. Da igual, en ese momento nadie pensaba que se fuera a acabar la bonanza económica nunca, ¿verdad?
Cuando España “iba bien”, los empleados públicos no estaban arriba en la escala económica. Su poder adquisitivo se resentía ya que los precios subían por las bondades económicas que vivía el país. Nadie se fijaba en ellos y nadie criticaba que ganaran los sueldos que ganaban. Pero vino el batacazo, se pinchó la burbuja inmobiliaria y los bancos, que antes daban hipotecas a un caracol por su concha, sin aval por supuesto, retrocedían en sus préstamos ante la nueva situación. La economía demostró ser, una vez más, un gigante con pies de barro. (¡Anda, si la Historia sirve para algo! Pero para saber Historia hay que estudiarla, y ¿quién quiere estudiar si Belén Esteban gana en un mes lo que yo en tres años, y los constructores vendían pisos enanos a precio de palacios?).
Entonces España dejó de ir bien, y de repente todos se fijaron en esas personas que habían estado varios años preparando unas oposiciones, mientras otros vivían la vida padre… en esas personas que tenían trabajos fijos, con sueldos fijos y horario fijo… en los funcionarios. Prensa y políticos unidos se lanzaron a la caza y captura, y no pensaban hacer prisioneros. “Los funcionarios ganan mucho y trabajan poco”, “Los funcionarios tienen que sacar adelante la economía”, “Hay demasiados funcionarios, y eso no puede ser”… No importa, se les baja el sueldo y reducen las ofertas de empleo público (faltan médicos, enfermeras, profesores y policías a porrillo, pero eso da igual, no vende periódicos ni da votos).
De repente, aquellos que perdieron poder adquisitivo en la época de bonanza, ¡tenían que hacerse responsables del desastre al que nos llevaron los gobiernos, los bancos y la incultura generalizada! Kafkiano. Seguimos…
Dado que la “caza de brujas” contra el funcionariado es de las pocas campañas mediáticas que están dando réditos políticos al maltrecho y desbordado gobierno español, ahora se les ha ocurrido a estos virreyes que viven en sus torres de marfil una nueva “solución mágica” para la mejora del panorama presupuestario: que parte del salario de los empleados públicos vaya en función de la productividad, es decir, que se cumplan objetivos prefijados de antemano.
Semejante declaración es un ejemplo más de la importancia que tiene el titular rimbombante y el desdén con el que tratan la realidad cotidiana nuestros dirigentes. El que escribe es defensor de un mayor control a determinados sectores del funcionariado (local, autonómico y estatal, y por ese orden), pero si se quiere pagar por productividad, habrá que establecer unos criterios coherentes respecto a cada grupo. Y, ¿cómo se establece la productividad de un médico, de un profesor, de un policía? ¿Dando menos recetas, aprobando a más de nuestros ya mediocres alumnos, poniendo más multas? El tema no es baladí, porque si a alguien le meten la mano en la cartera, tenderá a morder. Y si no (oído por un servidor, literal) que le pregunten a los escayolistas hace tres años: “¿Yo? Por menos de 1.000 napos el encargo, ni me levanto”.
3 comentarios:
Fe de erratas: donde dice "gigante con pies de plomo", en realidad debe decir "gigante con pies de barro". El autor.
La productividad? Dani, siento decirte que eso no tiene nada que ver, es echarle el muerto a otro. Y eso lo está haciendo un gobierno socialista.
Ahora viene la ministra de economía y dice que el problema es que hay que cambiar el sistema educativo y productivo para ser más competitivos. ¿Después de 30 años se han dado cuenta de esto?
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