TÁPENSE LA NARIZ
PUBLICADO EN DIARIO SUR
Tápense la nariz: vamos a dar un paseo por las alcantarillas del periodismo. Se puede decir en defensa del periodismo, que periodismo no era lo que hacían los bravos profesionales del News of the worlds: pero de lo que no cabe duda es de que vivían en las alcantarillas. El escándalo de las escuchas telefónicas que ha llevado al magnate Murdoch a cerrar el dominical más leído de la Gran Bretaña y puede salpicar al mismísimo David Cameron, pues uno de sus colaboradores más cercanos fue director de la publicación que, entre otras meritorias hazañas, se adelantó al primer ministro Gordon Brown en decirle al mundo los problemas de su hijo, y se metió en el buzón de voz del teléfono de una adolescente desaparecida y borró mensajes para dejar espacio, lo que llevó a los padres a confiar en que aún estuviera viva. Ahora Murdoch ha publicado una telegráfica carta pidiendo disculpas y hablando de ética y de lo que le enseñó su padre.
Algo del todo irrelevante judicialmente, espero. También se ha reunido con los padres de la adolescente asesinada para pedir perdón y levantar un poco una imagen que ha sido brutalmente golpeada por la misma audiencia que estaba encantada con las hazañas de sus chicos.
Porque, no nos engañemos, News of the World hacía lo que hacía porque tenía miles y miles de lectores que cada domingo se desayunaba con espectaculares titulares aviesos, escandalosas revelaciones que torturaban a personajes públicos cuando podían retratarlos en momentos de debilidad o euforia -una tomando cocaína, el otro saliendo de copas hasta las tantas, ese tipo de cosas.Vale decir que el periódico era basura, pero también hay que agregar que esa basura encantaba a un público que entre las pobladas columnas del Times o las investigaciones del Guardian y los titulares de cuerpo 72 del News, prefería ceder su mañana de domingo a los escándalos, la basura, la peste, la mentira interesada, el espectáculo que con un par de frases destrozaba una vida.
Está bien que se cargue contra los responsables, que se sienten ante un juez, que se les condene si se prueba fehacientemente su culpabilidad, que el jefe de todo el sarao, tan contrito ahora, pague lo que tenga que pagar: pero si hubiera sitio -el juicio podría celebrarse en el Estadio de Wembley- yo sentaría también, aunque sólo fuera para que tuvieran idea de su responsabilidad, a todos esos miles de lectores encantados de consumir la basura de los grandes titulares, de las supuestas investigaciones profesionales de quienes, a la manera de los espías de la guerra fría y de los de hoy mismo, consideraban que para potenciar el periodismo, todo vale.
Estaría bien aplicarle a este caso la misma vara de medir que se le aplica a la pornografía infantil: el que la consume es tan responsable del delito como el que la produce y el que la transmite, porque sin él no sería posible el negocio. Pero si hay algo que parece anticuado en nuestros días, algo que parece que no va a recuperar la buena forma si es que alguna vez la tuvo, es la responsabilidad.
Díganle a un consumidor de prensa basura que él es el responsable directo de que se cometan algunos delitos, y verá lo que es indignarse: no, por supuesto que no, él no ha hecho nada, se ha limitado a comprar un periódico y leerlo. Y puede que lleve razón: ¿cómo culparle de nada? Si acaso empezaría a ser culpable cuando parase en el pub y, sin otra cosa de lo que hablar, dijese: Hay que ver lo del hijo de Gordon Brown.
News of the World tiene mucho que ver con el auge del periodismo excremento, aquel que considera que es interesante lo que los personajes públicos, por el hecho de serlo, hagan las 24 horas del día: sus vidas sin nuestras, el público tiene derecho a saber.A saber qué, ¿que un futbolista se lo hace con la canguro de sus hijos?, ¿que el hijo de un príncipe le dice cositas pícaras a su prometida? ¿que una modelo, en noche de farra, se pega un par de viajes de cocaína? ¿Esas son las grandes exclusivas del periodismo moderno patentado por Murdoch?
La prueba de que eran exclusivas banales es el hecho de que ninguna de ellas iba a llevar a la quiebra al periódico: todo lo más perdía algún juicio cuya multa se pagaba con los amplios dividendos obtenidos de semejantes investigaciones. Sólo ahora, metido en terrenos más trascendentales, cuando las escuchas ilegales pueden afectar a un primer ministro, se han tomado las medidas de presión oportunas para que cierre el garito, a pesar de que el delito sea el mismo: utilizar herramientas indecentes y criminales. La pena, lo que debería avergonzar al numeroso público del News, es que el periódico haya cerrado por pura vergüenza, no por fracaso mercantil. Seguía vendiendo mucho, y cada uno de esos ejemplares, junto a sus grandes titulares infectos, llevaba, también impresa, la responsabilidad de estar apoyando esa basura. Cada uno de sus compradores estaban dando el visto bueno a ese hedor.
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