LIBERTÉ, ÉGALITÉ, FRATERNITÉ, OU LA MORT!. 222 años del inicio de la Revolución Francesa
14 de julio de 1789, la terrorífica y temida fortaleza de la Bastilla, símbolo de la represión de las clases dominantes del Antiguo Régimen y de la subyugación durante siglos del pueblo a manos de los poderosos, es tomada por una muchedumbre enfervorecida desde días atrás. El marqués Bernard-René de Launay, gobernador de la fortaleza es decapitado por los revolucionarios y su cabeza colocada en una pica y paseada por las calles de París como muestra del enfurecimiento de las masas populares, este suceso fue el detonante del inicio de la Gran Revolución Francesa. Aquella que hizo rodar la cabeza de la monarquía francesa representada en la figura del penoso Luis XVI y su nefasta mujer Maria Antonieta.
La Revolución Francesa se originó, desarrolló y creció en todo momento gracias al gran empuje del pueblo, el campesinado, los desheredados, los más pobres de la sociedad, y por tanto sin ellos, nunca se hubiese producido aquella transformación política, social, intelectual, etc. La clase burguesa bien lo sabía, y supo utilizar muy bien el gran mazo de las masas campesinas y trabajadoras, para derribar todo aquello que les delimitaba la tan ansiada libertad económica (no olvidemos que la clase burguesa es la clase capitalista por excelencia) y en definitiva sacar gran provecho para sus intereses de clase.
Como los hechos han demostrado, casi todas las revoluciones han emanado de lo más profundo del pueblo, sin embargo las clases acomodadas, los comerciantes, la gran y mediana burguesía terminan siempre por utilizar y traicionar a sus compañeros de viaje para establecer un dominio sobre ellos y consolidar unos privilegios que hoy en día en nuestras sociedades perduran (si no han ido a más).
Los señores (provenientes de prósperas familias en la mayoría de casos) que en los momentos iniciales de la Revolución Francesa decían estar con el pueblo y se erigieron en sus representantes dentro de la Asamblea Constituyente y Asamblea Nacional, pronto se olvidaron de él. Pocos defendieron verdaderamente al pueblo, y si hay que destacar a uno, ese sería sin duda el gran Jean-Paul Marat, revolucionario verdadero, que desde el primer día de la rebelión estuvo a disposición de la sociedad para reclamar en las asambleas aquello que el pueblo le transmitía.
No tenía piedad frente a los enemigos del pueblo, era tajante e implacable y con su fuerza y carisma revolucionarios e impulsado por las páginas que escribía en su periódico contra los enemigos de la revolución, mantuvo una gran lucha frente a los contrarrevolucionarios, que terminaban sus días en la guillotina, incluido el rey Luis XVI y Maria Anonieta, cuyas cabezas rodaron también por el cadalso.
Mantuvo la puerta de su casa abierta de par en par para que todo aquel que quisiera proponerle ideas, propuestas y en definitiva mantener una tertulia política tuviese la posibilidad de hacerlo, esto le costó la vida.
El mismísimo Maximilien Robespierre (al cual hay que reconocerle muchas virtudes y respetarlo por cosas importantes), junto con sus compañeros jacobinos defendía sus privilegios de clase, su estatus de burgués, bajo su autoridad y poder moral e intelectual fue totalmente intransigente con la derecha girondina pero mucho más con la izquierda, a la cual castigó con esmero (la cuchilla de la guillotina funcionaba por aquel entonces a pleno rendimiento).
Por aquel entonces (época del terror 1793-94) todo sector político que defendiese con demasiado entusiasmo al campesinado y clases más pobres olvidando los poderes de los burgueses y sus propiedades, era colocado en el punto de mira y su cabeza corría grave peligro. Hebert y sus seguidores (Hebertistas), de ideas claramente izquierdistas fueron aniquilados en 1794. Robespierre tampoco tuvo piedad para uno de sus aliados más importantes durante el proceso revolucionario, Georges Jacques Danton, quien también fue ajusticiado ese mismo año.
También se le aplicó la medicina de la guillotina a un verdadero luchador del pueblo. Un revolucionario muy desconocido pero enormemente importante para la masa social, Jacques Roux, luchador incansable que siempre defendió la abolición de las grandes propiedades privadas para ponerlas al servicio de toda la población y que por supuesto estuvo siempre al lado de los más desfavorecidos y maltratados de la sociedad. Roux llegó a ser el líder de los sans-culottes (en la imagen inicial tenemos a uno de ellos), el grupo político más a la izquierda y que más representaba el sentir general de la sociedad trabajadora y campesina que como siempre era la gran mayoría del país.
Fueron ellos los auténticos revolucionarios, quienes gritaban por las calles de París y de toda Francia "Liberté, égalité, fraternité, ou la mort!" y quienes soñaron con la verdadera emancipación del campesinado y de todos los oprimidos.
Terminaré con una reflexión bastante clara de esta Revolución. Es muy significativo que terminara en la práctica con la sublevación de la derecha el 9 de Termidor (27 de julio de 1794) y la ejecución de Robespierre un día después.
El poder de la burguesía triunfó, la monarquía fue erradicada y la nobleza despojada de sus privilegios (o de gran parte de ellos), ahora ya nadie quedaba por encima de la burguesía, que pasó a dominar la sociedad y dejar bajo su yugo a los eternamente sometidos, la clase trabajadora.
¿Cuándo terminaremos con la dominación que ejerce una parte minúscula de la sociedad hacia la mayoría?
Mi respuesta: Cuando no existan las diferencias de clases, y por tanto todos seamos realmente iguales, y para esto solo hay un camino; abolición de la propiedad privada estableciendo un escalafón universal en el cual las personas estén siempre por encima del capital y de cualquier interés económico y de poder. Esto, unido a la desaparición de las religiones hará del ser humano un ser verdaderamente libre.
Publicado en http://el-azote-del-tirano.blogspot.com/
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