CIENCIA Y AZAR. MONTSERRAT FERNÁNDEZ


LA CIENCIA Y EL AZAR

¿Cuántas veces el azar ha intervenido en los descubrimientos científicos? ¿Y la ciencia en el azar?

La historia del descubrimiento de la penicilina nos ilustra estas interacciones de forma asombrosa. Tenemos que remontarnos a la infancia de Alexander Fleming y a un suceso que fue determinante para los acontecimientos que vendrían después. Fleming era hijo de un agricultor inglés al que un día el albur hizo que se encontrara con el futuro de su hijo.

Estaba el hombre trabajando el campo cuando escuchó gritos en un pantano y corrió hacia allí, cuando llegó se encontró a un niño aterrorizado medio enterrado en el lodo y sin pensárselo dos veces le salvó la vida.

Al día siguiente un carruaje llegó a su casa y de él se bajó un noble inglés que se identificó como el padre del niño que había salvado. El padre estaba muy agradecido y quería recompensar al agricultor, pero éste se negó alegando que había actuado como lo hubiera hecho cualquiera. En ese momento, de nuevo el azar intervino y Fleming hijo apareció en escena, permitiendo al noble llegar a un acuerdo con Fleming padre: el noble se haría cargo de la educación del hijo del agricultor en agradecimiento por salvar la vida de su propio hijo. Así se hizo y lo demás podría ser historia, si no fuera porque el azar intervino de nuevo en forma de descuido prevacacional.

Alexander se fue de vacaciones dejando una placa con cultivos bacterianos que se contaminó con hongos, esto fue obra de la casualidad. Cualquiera en su lugar hubiera tirado la placa sin más y hubiera seguido adelante con sus investigaciones, pero aquí interviene el espíritu científico y Fleming se fija que falta crecimiento bacteriano en la zona contaminada por hongos, lo que le lleva deducción tras deducción al descubrimiento de la penicilina, el primer antibiótico. El hongo había producido una sustancia que impedía el crecimiento de las bacterias y como era un Penicillium, a la sustancia se le llamó penicilina.

Pero aún queda otra intervención del azar para cerrar el círculo de esta increíble historia. El destino quiso que aquel chico que salvó el padre de Alexander Fleming en la ciénaga cerca de su casa, enfermara, muchos años después, de pulmonía, enfermedad que probablemente le hubiese costado la vida, de no ser por una nueva sustancia que ya se comercializaba: la penicilina. El antibiótico le salvó la vida. Era la segunda vez que la familia Fleming le salvaba la vida a este chico. El chico, que ya no era tal chico, era Winston Churchill.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No está reconocida en el DRAE, pero la palabra serendipia está relacionada con esto de los descubrimientos casuales.

Un abrazo para Montse.

Anónimo dijo...

Un saludo, Montse.
Mis alumnos del 2º del PCPI van a trabajar sobre este texto este curso.
Oliver