FILOSOFÍA HOY. ANTONIO PARRA LEÓN

FILOSOFÍA HOY

«Cuando hayamos talado el último árbol y contaminado el último río, nos daremos cuenta de que el dinero no se come». Buscando la felicidad, la humanidad parece haberla encontrado depredando la naturaleza y utilizando el paradigma de la ciencia como motor de toda verdad y de todo progreso. Es cierto que las ciencias consiguen mejorar la humanidad con la investigación y la aplicación de sus descubrimientos, pero podemos recordar que hay otras ciencias hermenéuticas y filosóficas que tienen la misión de dar sentido a esos hechos científicos por medio de la reflexión y la valoración ética.

La filosofía pretende reflexionar sobre el sentido de este progreso, viendo si es correcto y adecuado para ayudar a esta humanidad a ser más auténtica y solidaria. La felicidad no se consigue sólo con avances económicos y materiales, necesitamos dar sentido a nuestro ser y nuestro quehacer existencial, tal como proponía Kant: «¿Qué puedo conocer, qué debo hacer, qué me cabe esperar...?»

No es difícil pensar que podemos encontrarnos en el futuro en una sociedad donde las personas pierdan su propia subjetividad y pasen a ser objetos, en vez de sujetos que deciden por sí mismos su propio destino, según la advertencia kantiana: «El hombre siempre es un fin , nunca un medio....». Cuando el ser humano es puesto al servicio de cualquier proyecto o ideología que se convierten en fin, se produce una inversión de valores que propicia una sociedad mundial donde se establecen las desigualdades, las injusticias, las discriminaciones entre personas, pueblos, países, razas, ideologías, creencias.....

Hace años que experimentamos esta verdad, pudiendo comprobar que no existen para todos los mismos derechos, posibilidades, oportunidades. En nuestras sociedades ricas y desarrolladas no carecemos de nada; en las de los países pobres todo es escasez, problema, abandono, no tener salida ni futuro. Para los grandes dirigentes económicos, políticos e ideológicos que mueven los hilos del planeta, la prioridad no es crear un orden mundial nuevo, más justo y equilibrado entre todos los pueblos respetando la dignidad del hombre y la conservación de la naturaleza, sino asegurar cada vez más el inmenso poder que poseen, para conseguir beneficios propios para sus economías, intereses particulares o aquellos que benefician a su grupo ideológico.

Al ser poseedores de los medios de comunicación social, influyen en los ciudadanos para crearles ideas, creencias, pensamientos adecuados para que no cuestionen su propio poder, sus métodos y el desorden que van produciendo en el mundo, nos «orientan y aconsejan» para que sigamos conformándonos con un modo de pensar que a ellos les mantiene y afianza su poder económico y social.

Sólo pueden encontrar un problema en su camino, personas que pueden poner en peligro sus planes, aquellos/as a los que no van a poder convencer de que «todo va bien», porque tienen un pensamiento crítico y reflexivo, no se dejan manipular, no están alienados con ideologías o intereses, son buscadores de la verdad, no sólo con la razón, que es capaz de razonamientos correctos pero también erróneos, falaces y demagógicos, sino buscadores del bien y la verdad también desde el corazón y desde el centro del dolor que son capaces de captar en quienes sufren a causa de la injusticia, la pobreza, la desigualdad, el hambre, la incultura, de quienes en la miseria y el olvido buscan en la emigración una vida y un futuro mejor para los suyos.

Nos dicen que nada de pensar, cuestionar la realidad o preguntarnos sobre nuestro modo de vivir, de ser, de hacernos a nosotros mismos, que evitemos las preguntas que cuestionan la verdad y la bondad de nuestros actos, la corrección de nuestras acciones, nuestra colaboración en la vida social, nuestra parte de responsabilidad en la suerte de los más desfavorecidos o en la injusta estructura global del planeta. Así acomodados, tranquilos y despreocupados del resto que sufre, nos volvemos insolidarios, conformistas e incapaces de cuestionar este montaje mundial. Pero no todos son conformistas.

Quienes viven «escuchando» la realidad auténtica y las voces de los que carecen de dignidad, cultura y recursos económicos, los que utilizan su formación y sus posibilidades como instrumento de cambio del desorden mundial, guiados por sentimientos de humanidad y solidaridad, no sólo no son conformistas, sino peligrosos para los poderes establecidos. Se tiene miedo de estos hombres y mujeres capaces de esfuerzo y acción, que después de haberse encontrado a sí mismos, se han encontrado con la realidad, despojándola de alienaciones y demagogias. A pesar de todo el mensaje manipulador de los poderosos, se han percatado de que la auténtica felicidad sólo se experimentará cuando todos los seres humanos tengan acceso a una vida digna y humana.

Ortega afirmaba que el primer paso para cambiar la realidad consistía en proyectar nuestra vida y autoconstruirnos, según nuestro propio modelo personal y dando sentido a nuestra acción en el mundo y la sociedad, rechazando una cultura impuesta por otros que nos dicen lo que debemos pensar, creer, hacer, ponernos o divertirnos.

Mirar a lo profundo de nosotros mismos, de los demás y de la realidad, es el consejo de Platón para no caer en la superficialidad y vivir en un mundo aparente alejado de lo que es auténtico y esencial. Con estas actitudes podemos colaborar en el cambio de mentalidad que construya un orden social más justo, y estas ideas llevarlas a la práctica, a la acción, como decía Marx, cambiar las estructuras para cambiar la mentalidad. Cambio que en su tiempo se dirigió a la clase obrera y que hoy además resurge para juzgar la actual globalización, asimilando proletarios a países pobres y capitalistas a países ricos.

Y siempre el ser humano como fin, imperativo categórico kantiano, el ser humano centro de toda nuestra atención, pues, sean cuales fueren nuestras creencias y opiniones, filósofos, científicos, personas del pueblo, creyentes y no creyentes de buena voluntad, estamos unidos para proclamar que cada persona es digna de atención, respeto, amor y comprensión.

1 comentario:

Esteban HG dijo...

Podría consistir en crear conceptos, conceptos vivos y alegres, seria magnifico...


Hola, pregunto por el autor de esta entrada. Antonio Parra León, pues, pocos años atrás conocí a cierta persona con idéntico nombre, era profesor de filosofía en un instituto malagueño, y en tales circunstancias me tuvo como alumno.
Guardo sobre el muy buenos recuerdos, ademas de ser pieza importante en el gusto por la filosofía.

¿Es esta la persona que busco?, ¿podían ponerme en contacto con el?

Muchas gracias y saludos.