AUTORRETRATO
No somos tempestad, no somos cáncer,
nos ha llenado el vino
los ojos de una idea misteriosa
y andamos preocupados y nos duele
la suerte de algún árbol sin recuerdo,
la suerte de mamíferos sin nombre.
Nos gusta declararnos permanentes,
nos aburre dormir, salir intactos
del golpe de una boca,
sabemos que follar, perdón, el sexo,
es un lenguaje vivo, incalculable.
Y hemos asesinado deseando,
incluso, algunas veces
hemos mirado con condescendencia,
como a niños traviesos,
a quienes solamente siembran rabia.
Del arrepentimiento que nos queda,
apenas heredamos otra cosa
que el miedo a definirnos,
esa dificultad con la que hablamos
del hambre, de la escuela, del dinero.
Y, sin embargo, es casi tan sencillo
como decir que, siempre,
estamos en el lado del pan y la palabra,
que elegimos vivir y eso nos basta
al margen de la prisa, de ocasos culturales,
vivir en ese límite impreciso
del amor, la política, el trabajo.
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