LOS NIÑOS DE HUANG SHIN. ÁLVARO GARCÍA GÉMAR


LOS NIÑOS DE HUANG SHIN
El cine nos da la posibilidad de conocer muchas historias. Unas son fascinantes historias sobre mundos imaginarios, otras tiernas historias de amor y en ocasiones podemos disfrutar de historias reales. El intento de recrear lo que una vez ocurrió es una aventura realmente complicada para cualquier director de cine, pues se puede perder fácilmente la narración de la historia para caer en lo simple, en algo cercano a lo morboso.

Lo interesante es marcar el límite entre las historias personales y la película propiamente dicha. No se debe olvidar que una película no es más que comprimir en un tiempo cercano a dos horas una historia que debe empezar y terminar con un hilo dramático, no sólo la sucesión de impresiones de los protagonistas.

En mi opinión, esta película lo consigue. Es difícil presentar al mundo occidental la historia del mundo chino, un país tan alejado en kilómetros y en cultura del cual desconocemos casi todo. Desconocimiento aliviado en parte por las olimpiadas celebradas hace poco tiempo y que sólo nos muestran una pequeña parte. La historia reciente de este país está plagada de malos momentos, guerras y pobreza que se van sucediendo pero que esta población va superando con una fuerza interior que nos sorprende a los ciudadanos occidentales. Forma de vivir muy relacionada con la cultura oriental, o una cultura que tiene que ver con esa historia particularmente dura que los acompaña.

El director aprovecha una historia real para contarnos parte de la historia de China, una historia real que además corre paralela a la historia de parte del pueblo chino. Pues en ambos casos, los niños de la película y el bando comunista chino realizan largas caminatas de miles de kilómetros para sobrevivir. Nos muestra además cuáles eran los bandos dentro del conflicto que parte del enfrentamiento con los japoneses pero que demuestra como dentro del mundo chino nacionalistas y comunistas son aliados temporales pero rivales reales que se utilizan unos a otros para un fin común, la victoria frente al invasor.

Añadiendo a esto la figura del héroe que no quiere serlo, de aquel que está comprometido a medias, de lejos. Una implicación del que se queda al margen de lo que ocurre, siente la necesidad de contarlo pero no de vivirlo en primera persona. De repente, la situación lo aleja de la contienda pero lo acerca a aquellos problemas que trae ese conflicto y ve que las guerras no sólo se vencen en el campo de batalla, que no siempre la solución es luchar, en ocasiones la mayor victoria es sobrevivir y poder enseñar a otros a poder salir adelante disfrutando de la paz, sin necesidad de matar a nadie.

Pero por encima de historias nacionales o personales la película nos muestra el horror de la guerra, pone rostro a la muerte, al desastre y a la desesperación que los enfrentamientos bélicos provocan entre los habitantes de cualquier país.Imágenes de la desesperación por la muerte del otro o por la proximidad de la propia sin más razón que las injustas ideologías de los bandos.

Estamos acostumbrados a leer en periódicos, a ver en televisión o a escuchar en la radio datos de muertos en guerras o enfrentamientos en uno u otro país, pero con películas como esta hacemos más nuestro el problema, el terror, la desolación del que vive la guerra, y este caso aún más, pues se muestra en el rostro de los niños.

Ocurre que puede ser difícil soportar una película en la que lo pasas mal, pero te puede ayudar a apreciar cosas nuevas en la vida, en el día a día. En este caso entre otras muchas cosas podemos apreciar la paz y no sólo en el frente de batalla, también en el frente de todos los días, en la vida diaria.

P.D.: al final de la película, los niños, que hoy no son tan niños, cuentan en primera persona muchas impresiones de aquella época; de entre todos uno decía que Hogg, en todo ese tiempo que estuvo con ellos, siempre les habló con una sonrisa, con un buen gesto. Realmente eso es difícil hoy día, quizá si consiguiéramos eso tendríamos más cerca la Paz.

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