DROGAS PSICOACTIVAS
La reciente intoxicación mortal por estramonio (Datura stramonium) de dos jóvenes en una rave es cuanto menos sorprendente. ¿Estramonio? ¿En el siglo XXI? El estramonio es una de esas plantas relacionadas con la brujería y los aquelarres en la Europa medieval (aunque su uso es milenario), junto con otras como la mandrágora y otras plantas de la familia de las solanáceas, como el beleño (del dios celta Belenos, lo que nos indica su uso en la vieja religión céltica), o la belladona. En el siglo XII tenemos alusiones escritas a la “esponja soporífera”, un anestésico compuesto a partes iguales por opio, beleño y mandrágora.
Pero lo que llamaba la atención de estas plantas no era su valor anestésico (obvio en el caso del opio), sino su potente psicoactividad, que produce intensas alucinaciones. El estramonio es además un potentísimo afrodisíaco, lo que explica que en los interrogatorios las brujas confesaran a los inquisidores haber participado en orgías con el Diablo en sabbaths a los que llegaban montadas en escobas. Las mismas escobas donde se untaba el estramonio u otra planta con principios activos semejantes y se absorbía por…si, por ahí.
Si bien el uso de drogas tan peligrosas como esta (unos pocos gramos pueden provocar la muerte) es ancestral, su uso lúdico-irresponsable no parece serlo tanto. Cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo, se encontraron con una cantidad de drogas visionarias enorme (y seguro que en el Amazonas hay bastantes sin catalogar todavía) como el peyote y muchas drogas estimulantes como el tabaco, la coca (solo podía tomarla la nobleza inca, los españoles la “democratizaron”), el mate, o el cacao. Y a pesar de tanta variedad, el uso de las drogas psicoactivas (provocadoras de alucinaciones) era tremendamente restringido, básicamente solo a ceremonias chamánicas.
Es muy posible que el chamanismo sea la “religión” más antigua de la Humanidad, propia de pueblos cazadores-recolectores, que ha ido desapareciendo con el empuje de las religiones organizadas (la desaparición fue muchas veces lograda tras tremendas persecuciones, como contra la brujería medieval –probablemente una supervivencia marginal de las viejas creencias prehistóricas-) donde existe un intermediario entre este mundo y el “otro”, el chamán que con su sabiduría y el uso de ciertas sustancias alucinógenas hace de puente entre las dos realidades.
Pues bien, en América, el uso de estas drogas tan peligrosas estaba reservado a este “especialista”, y para fines exclusivamente ceremoniales y prácticos (como conseguir información en un “viaje” de donde se localiza la caza, por ejemplo). No había nada parecido a los aquelarres europeos, donde sí se consumían de forma masiva (aunque podamos prescindir de la llegada en escoba volando).
Fue la represión de los estados organizados (como el romano, que acabaron con los druidas celtas, solo en Irlanda pervivieron varios siglos más) y las religiones reveladas (como el Cristianismo en Europa, el Brahmanismo en la India o el Islam) lo que habría provocado la ruptura de esta prudente costumbre. Los amargados europeos usarían las drogas psicoactivas (tan perseguidas por la Iglesia) como rechazo a una religión cristiana tan poco comprensiva con las debilidades humanas. Irónicamente, fue la persecución de estas sustancias las que las popularizó
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