MISERIA EN LA ELITE.

SOBRE LA MISERIA DE LOS DEPORTES DE ÉLITE. ENTENDIDOS COMO MEDIO DE MANIPULACIÓN DE MASAS

Pocas son las personas que pueden imaginarse un mundo sin deportes de élite. Hasta tal punto se han ido integrando en nuestras vidas a lo largo de todo el siglo XX que ya casi nadie puede imaginarse un fin de semana sin su dosis de competición futbolística adulterada, sin el mundial, el Tour de Francia, los Juegos Olímpicos de los veranos. Y sin embargo pocas veces nos paramos a analizar las implicaciones psico-socio-afectivas que la omnipresencia de los deportes profesionales tiene en nuestras vidas.

No es muy difícil entender, sin embargo, la importante labor que los deportes profesionales de competición desempeñan en un mundo donde la pasividad es fomentada cada día por unos medios de comunicación que ya ni siquiera se molestan en disimular de parte de quién están. No es difícil entender su capacidad para, al tiempo que idiotizan al espectador con sus interminables competiciones y clasificaciones, fomentar los roles que el poder del capital necesita seguir expandiendo y, a ser posible, exaltando entre la masa de consumidores que lo mantiene a flote.

Competitividad enfermiza, patriotismo exacerbado, machismo, racismo, fama, son algunas de las cualidades que se ensalzan alrededor de los deportes de élite. Cualidades que se podrían sintetizar en la frase: “adoremos al más fuerte” y el más fuerte hoy por hoy no es otro que el capital. ¿O es casualidad acaso que los medalleros de los Juegos Olímpicos y de otras competiciones similares estén copados por los países del llamado primer mundo? Por supuesto que no, como tampoco lo es que la mayoría de los deportes que forman parte de las Olimpiadas hayan sido inventados por los países occidentales, que, por otra parte, son quienes tienen los medios económicos para preparar a sus deportistas profesionales para mayor gloria de sus estados.

Un ejemplo muy concreto lo podemos encontrar en los Juegos del Mediterráneo que estos días se celebran en Almería, donde los países del norte del Mediterráneo serán los grandes beneficiarios deportivos relegando a los países musulmanes del norte de África a meras comparsas de los todopoderosos países occidentales. Un caso claro de nacionalismo y racismo (la superioridad del blanco como mensaje) que no hacen sino ridiculizar los tímidos eslóganes de integración intercultural difundidos por las autoridades responsables.

Mediante eventos como las Olimpiadas y sucedáneos (véase Juegos del Mediterráneo, Universiadas, Juegos Panamericanos, Juegos Paralímpicos) así como otros grandes acontecimientos deportivos de nivel internacional como mundiales de atletismo, natación, gimnasia, etc., tratan de vendernos como positivos roles que no son ni más ni menos que los roles del capitalismo. Los estereotipos del más rápido, el más fuerte, el más alto, el más hábil, el triunfador, en definitiva, que priman en esta sociedad, son exaltados por estos acontecimientos socioeconómicos antes que deportivos a través del llamado espíritu olímpico (donde la frase hecha “lo importante es participar”, de claras connotaciones positivas, queda reducida a lo irrisorio si se echa un vistazo a la práctica de endiosamiento que se lleva a cabo en estos espectáculos del capital).

Tengamos siempre presente, siempre, que los más arriba mencionados roles, que son los roles sobre los que se ha construido la actual sociedad capitalista, con su catastrófico espíritu de competitividad al frente, son los responsables morales y “espirituales” del paulatino pero apremiante deterioro del medio ambiente terrestre, de la expansión de la miseria y la muerte en los países subdesarrollados y en los guetos del “primer mundo”, de las masacres programadas para expandir el mercado y controlar las materias primas, o de la aparición o acentuación de enfermedades mentales claramente relacionadas con este siniestro espíritu como el stress o el mobing, y de un sinfín de consecuencias catastróficas al que se empeñan en acostumbrarnos con sus medios de comunicación de nefasta influencia adormecedora. Medios de comunicación que, como no, cuentan entre sus principales armas de falsificación de la realidad con la inestimable ayuda de un bombardeo incesante de competiciones deportivas.

No olvidemos tampoco que las consecuencias del espíritu de competitividad que se fomenta con los distintos deportes de competición afecta principalmente y sobre todo a los mismos deportistas, cuya presión por conseguir los títulos exigidos por su entorno, muchas veces el propio entorno familiar que es capaz de traumatizar a un adolescente por los sueños de un padre, les lleva en ocasiones a deteriorar su propio cuerpo mediante el uso de sustancias dopantes o el sometimiento del cuerpo a situaciones límite de entrenamiento, aparte de los problemas psicológicos que suele acarrear la susodicha presión teniendo en cuenta además que los atletas profesionales dedican toda su vida a la actividad deportiva.

La hipocresía de quienes tratan de vendernos este espíritu suyo es bochornosa. Y ésta se hace especialmente espinosa cuando hablamos del voluntariado, cuya colaboración es requerida para Juegos Olímpicos o del Mediterráneo, que para el caso lo mismo da ocho que ochenta.

¿Cómo se puede pedir a los jóvenes de una ciudad (o de una provincia), muchos de ellos parados o futuros licenciados en paro, que trabajen de forma altruista para una organización que recogerá y repartirá entre las grandes empresas millones de euros de beneficio? Esto sólo se entiende viniendo de unas instituciones, y todos los conocemos, cuya ruindad y capacidad de explotación es ilimitada; de unas instituciones dispuestas a comerse hasta la última miga de pan de los insensatos que caen (caemos) en sus hipócritas redes.

Y encima lo piden con esa buena cara maquillada por kilos y kilos de una publicidad rayana en la cursilería, de un empalagoso que sólo se hace creíble en las manos de semejantes entidades que viajan muy lejos ya de la realidad. Como si a quien estuvieran ayudando fuera a un pobre desamparado sin un lugar donde caerse muerto. Pues no, muy al contrario, a quien ayudan es a unas instituciones cuya miseria moral y rapacidad está más que probada. Y los casos de corrupción tan oportunamente maquillados en los distintos Comités Olímpicos no hacen sino confirmarlo.

Estos casos se entienden perfectamente si tenemos en cuenta las importantes sumas de dinero que mueve la especulación urbanística que gira alrededor de estos importantes eventos deportivos y en los que los miembros de los comités de las ciudades organizadoras, que curiosamente suelen coincidir con los políticos de la ciudad, son directamente responsables mediante concesiones a constructoras o la recalificación de terrenos. De ahí que la competición de las grandes ciudades (Londres, París, Madrid, Nueva York) por conseguir organizar unos Juegos Olímpicos o de ciudades más pequeñas como Almería para organizar los Juegos del Mediterráneo se convierta en una lucha bastante más encarnizada que las mismas competiciones deportivas celebradas. Y aquí vemos, una vez más, la clara localización de los sin duda beneficiosos eventos deportivos en los centros neurálgicos del Imperio económico. Repito: Londres, París, Madrid, Nueva York son las ciudades candidatas a celebrar los próximos Juegos Olímpicos de 2012. Así pues, en las Olimpiadas todos participan, todos son candidatos a la gloria universal, pero la creación y las mejoras de infraestructuras que suele acompañar a estos acontecimientos van siempre a los mismos lugares de referencia. El capital siempre termina en manos del capital. Es la ideología básica de la tan traída, y ahora parece que olvidada, globalización.

Porque debe quedar claro, en este sentido, sería preocupante si no lo estuviera quedando, que esta crítica no tendría razón de ser si no se hiciera dentro de una crítica radical a todos los aspectos socioeconómicos de la sociedad capitalista. Es decir, que las grandes competiciones deportivas, incluidos los aparentemente inocentes Juegos Olímpicos, no son más que la parte de un todo. Una parte cuya lógica interna, el sistema de compra-venta, de la oferta y la demanda, se ajusta perfectamente al funcionamiento habitual del todo. Y las relaciones, por tanto, con el individuo, son las mismas. Una comunicación vacía entre emisor y receptor, en la que la intercambiabilidad de los papeles, tan necesaria para que la comunicación sea satisfactoria, no se produce, quedando el receptor (el espectador) reducido a un simple observador del espectáculo en el que, en cualquier caso, se le beta la participación. Es el vivo ejemplo de la relación actual del individuo con el sistema que lo subyuga.

Tal vez por eso no sea de extrañar que algunos individuos elijan precisamente estos acontecimientos para manifestar espontáneamente su rabia ante la sociedad que los ignora y los relega a la mediocridad del simple espectador, y reclamen para sí la mirada momentánea de los millones de espectadores que contemplan estos espectáculos.



La misión final de estos juegos teledirigidos es, pues, la misma que la de otros espectáculos de lógica similar: mantener la actividad del ciudadano en su grado más bajo. La pasividad absoluta que parece ser el signo de nuestros días. De este modo, los deportes profesionales, así como otros medios vacíos de expresión pseudoartística, parecen haber sustituido en esta labor a la religión. Podríamos decir que se trata del nuevo opio, aunque éste mucho más cargado de colorido y espectacularidad. No en vano hemos podido observar, a lo largo del pasado siglo, cómo las ciudades se han ido llenando de esas nuevas iglesias (estadios, pabellones deportivos) donde, como en las anteriores, son unos pocos los que hablan (actúan) y muchos los que escuchan (observan); contribuyendo, a su manera, a mantener este orden caótico que gobierna el mundo y nuestras vidas.



Por todo ello, frente a la degradación profesional del deporte de competición, debemos apostar por un ocio creativo (que supondrá a la larga trabajar para cambiar los cimientos de esta sociedad agresiva), por la asociación libre y activa (contra la pasividad del espectador televisivo o la militancia política), por la asunción o toma de conciencia individual de nuestras vidas (frente al acongojamiento que reduce la reflexión a la observación idiotizada del ocio ofrecido por el sistema).



(Para que no nos acusen de no dar propuestas, cuando hablamos de ocio creativo, asociación libre y activa, etc. nos referimos por ejemplo a la propuesta de Hakim Bey y su Zona Temporalmente Autónoma (TAZ) que puedes encontrar en el sigiente enlace: http://www.merzmail.net/).



P.S: Leed este texto del Grupo Surrealista de Madrid http://gruposurrealistademadrid.org/todav%C3%ADa-no-se-han-parado-todos… se recomienda por varias razones, porque aunque no habla del mundial (mejor) va más allá que el mío al referirse a las carreras populares y otras mierdas similares (se olvidan aquí del “más patético todavía” del voluntariado) que al contrario que los deportes de élite televisivos propugnan la pseudo-participación, etc. con lo que la capacidad adoctrinadora es aún mayor… y además porque lo enlaza con el tema del trabajo, adelantando mi “deserción laboral” que yo creía original (para qué, pobre de mí) aunque ellos la llaman “insumisión al trabajo”, respondiendo de alguna manera en el último párrafo a la incomprensión que ha causado el texto de la “bendita” pegatina y a su supuesta ofensividad (en parte buscada)… y sobre todo por las propuestas de acción que en él se recomiendan y en algunas de las cuales más de uno hemos pensado y tan apropiadas y necesarias resultan en este momento de la “historia” (si es que queremos volver a estar en la historia)… y para terminar y sin ánimo de resultar pesado, que ya sé que lo soy, no puedo dejar de entresacar la declaración de uno de los organizadores de la carreara popular aludida en el artículo:

“Es impresionante la imagen de tanta gente corriendo tan temprano”,

en contraposición a la declaración igualmente estúpida y esclarecedora del (supongo) gobernador del Estado de Michigan durante las revueltas de Chicago de 1967, que podéis encontrar en el libro Motherfuckers! editado por la Felguera:

“El gobernador Hughes, después de un paseo en coche por las calles destrozadas por los disturbios, afirmó: lo que más me repugnó fue el ambiente de fiesta… es como reírse en un funeral”.



PUBLICADO EN http://sites.google.com/site/fandangorevolucion/

1 comentario:

juanmanuel dijo...

Es un buen indicador y sostenedor del nivel de aborregamiento social, válvula de escape a nuestra condición territorialista, agresiva y fanática, que así se hace bien vista, pero que oculta nuestra condición humana mas degradante que sostiene este orden de cosas. Evidentemente mientras estás pensando en el deporte de competición, no estas pensando en tus intereses y si en defender los intereses de la élite, y de conservar y ejercitar los valores sociales que nos separan.