Anoche falleció Jorge Semprún. Alguien que para mí no es más que un recuerdo de los telediarios. En mi infancia ese nombre era el de un ministro socialista. Pero este sonaba diferente al de muchos ministros actuales. Sonaba a historia, sonaba a respeto sonoro. Semprún fue un político de los que quedan pocos,pues lo era para defender el bien común, tan olvidado hoy día. Alguien que no vivía de la política, se dedicó un tiempo a ella, en medio de una vida cargada de cultura y de historia, porque era una consecuencia inevitable para un hombre comprometido con sus ideas.
Vivió el periodo de mayor barbarie de la historia reciente europea, y lo vivió en sus propias carnes, dentro del campo de concentración de Buchenwald, donde se encontró por defender unas ideas, por defender la libertad, primero la propia y después la de Francia,país que lo adoptó durante la dictadura de Franco, y donde después sentía su casa, donde falleció.
Leer las noticias de prensa y escuchar en la radio la información sobre su fallecimiento me hizo reflexionar primero sobre los políticos de "la vieja escuela", pero cuando me he sentado frente a la pantalla mis pensamientos me han llevado a la historia. La historia que se pierde, la historia que, mientras vivían personajes como Jorge Semprún, se mantenía viva, intocable por todos aquellos que quieren negar la fatalidad humana representada en la guerra y el holocausto.
Un hombre que, en medio del horror nazi, descubrió la necesidad de la unidad europea, de valorar todo aquello que compartimos, no sólo intereses económicos, si no culturales, sociales y porque no, políticos.
Mientras estas personalidades se mantienen con vida no hay posible parcialidad histórica, la realidad es lo que nos cuentan, por que es lo que han vivido.
Dentro de unos años, cuando esta generación haya desaparecido definitivamente, estaremos a expensas de la falsificación y de la manipulación de los diferentes grupos de presión, de los diferentes autores que escriben verdades partidarias, y que niegan o ignoran parte de la historia. Historia que toma forma en rostros de víctimas, en sentimientos y en el dolor que perdura, aún hoy. ¿Alguien podría negar la memoria histórica de Jorge Semprún?
Descanse en paz, esperemos que su ejemplo y su cultura nos valgan como espejo donde mirarnos para defender la democracia y la paz.
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