RECOMENDACIÓN ARTÍSTICA: El JURAMENTO DE LOS HORACIOS. MARÍA JOSÉ CARRERA RODRÍGUEZ


Me gustaría dedicar unas líneas a esta obra de Jacques-Louis David conocida con el nombre de “El Juramento de los Horacios” realizada en 1784. Cuando ya habían pasado los criterios estéticos del Barroco y se imponían los del Neoclasicismo, un estilo frío y equilibrado, muy acorde con el pensamiento racionalista que empezaba a darse en este período, además el Neoclasicismo se vio favorecido por el descubrimiento de las ruinas de Herculano y Pompeya y fue considerado por los padres de la Revolución Francesa el estilo del nuevo régimen que, en cuanto a pintura se refiere, podríamos caracterizarlo por el dibujo perfecto y la pobreza del color.

El contexto histórico en el que se desarrolla es el del final del Antiguo Régimen con las monarquías del Despotismo Ilustrado y la Revolución Francesa que pone punto final a la Edad Moderna y abre un nuevo período, la Edad Contemporánea. Se trata, pues, de un momento de cambio como consecuencia del enriquecimiento de la burguesía que toma conciencia de su papel en la economía y quiere participar activamente en la política y que está fuertemente influenciada por el pensamiento filosófico de los ilustrados con Montesquieu, Voltaire y Rouseau a la cabeza que dirigen sus críticas hacia la religión y el origen divino de la monarquía, defendiendo la razón, el progreso, la naturaleza y la búsqueda apasionada de la felicidad.

El tema que nos presenta Jacques-Louis David es de carácter histórico, el pintor ha recreado el juramento que los tres hermanos de la Gens Horatia realizaron ante su padre para luchar contra los tres curacios, también hermanos, para decidir cuál de las ciudades, Alba Longa o Roma debía ostentar la primacía en el Lacio.

El tratamiento del tema que pretende exaltar el patriotismo y el sacrificio, así como la composición simple y natural que presenta a los personajes de la antigüedad romana vestidos fielmente según los relieves romanos hallados en las campañas arqueológicas, la separación, por un lado del mundo masculino, símbolo de lo público con la exaltación de la virtud cívica cuyo centro es el padre, antítesis del sentimiento y exaltación del deber y por otro de lo femenino, símbolo de lo íntimo, el hogar, la resignación y el sufrimiento, ya que una de las hermanas de los Horacios está prometida a uno de los Curacios, y llora tanto por sus hermanos como por su prometido, ya que el combate es a muerte, es lo que nos hace advertir las características de la pintura neoclásica, que surgió como una reacción frente al recargamiento del Rococó tomando la antigüedad clásica como modelo e ideal artístico.

Jacques-Louis David presenta el tema en lo que podríamos definir como un escenario teatral, en cuyo eje central destaca un personaje barbado ataviado con túnica corta y capa roja que sostiene en sus manos tres espadas en alto, estando solo, en contraste con las otras figuras del cuadro que forman grupo, éste se presenta de frente hacia el grupo de tres guerreros vestidos con la indumentaria típica de los soldados romanos y que se presentan fuertemente entrelazados como lo demuestra la mano de uno de los guerreros que sujeta la cintura del más cercano al espectador.

Destaca en este grupo la composición horizontal remarcada por los brazos que se dirigen hacia las espadas en actitud de juramento así como por la posición de las piernas abiertas y el alineamiento de las cabezas cubiertas por el yelmo. A la espalda del personaje central se observa otro grupo, esta vez femenino, de composición piramidal con gesto de dolor y dramatismo contenido. Toda la escena aparece enmarcada en una arquitectura clásica romana en la que destaca los tres arcos de medio punto sostenidos por robustas columnas dóricas que permiten ver un fondo oscuro, así mismo el tratamiento del suelo de losas rectangulares y cuadradas permiten situar a los diferentes personajes dentro del espacio, creando el artista con él una perspectiva lineal, realizando una composición bien equilibrada, natural y sobria al mismo tiempo.

En todo el conjunto se observa un predominio del dibujo y la línea frente al color, en el que la figura humana ha sido tratada más bien como si de una escultura se tratara, en el caso masculino es de postura firme y cuerpos bien musculados mientras que en el de las mujeres está definido por la línea ondulada y suaves contornos.

En cuanto al color ha sido aplicado con una pincelada lisa evitando los excesos de pintura consiguiendo con ello una superficie pulida y de grandes calidades táctiles, destacan los colores ocres, rojos y blancos pero es la luz, que en este caso proviene de una fuente no natural, la que permite el modelado de los cuerpos, sin que se observe ningún contraste violento de luz sino que más bien se va diluyendo suavemente hasta quedar en penumbra la parte de atrás enmarcada por la arquitectura clásica produciendo así una sensación de realidad.

He querido comentar esta obra por lo que representa de ruptura con lo anterior y también por rescatar del pasado un pasaje que puede tener cierto paralelismo con el presente que le tocó vivir a J.L.David.

Quizá hoy en día deberíamos mirar al pasado para que nos alumbrara el futuro y, al igual que J.L. David, rescatáramos y pusiéramos de moda algunos valores ya olvidados en esta época de cambios que nos está tocando vivir.

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