DESCUBRIR EL SER… Y CONOCERSE. JOSÉ MANUEL BELMONTE


DESCUBRIR EL SER… Y CONOCERSE
      
    En una sociedad en crisis de valores, es difícil hablar de lo que no preocupa, aunque sea necesario. A una sociedad, que por motivos diferentes tiene que salir o vive en la calle, es difícil decirle que el mundo interior es importante. A una sociedad que prolonga el día hasta altas horas de la noche, y sólo descansa cuando se cae rendida, es difícil hablarle de lo que no puede verse. El secreto es muy simple: “sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” (El Principito, A Saint Exupery). En la  mentalidad actual, individualista y “dominada por la lógica de la eficiencia y del beneficio”, es difícil hacer entender- como dijo Benedicto XVI-, que se puede vivir en otra onda distinta a la “lógica del beneficio y del tener… que es la de la gratitud y del amor”.  Sin embargo, hay que intentarlo. Puede resultar chocante, pero es de valientes decir lo que hay que decir. Hasta puede  resultar esclarecedor.


     El desconcierto en la sociedad se produce porque algo difícil de controlar y de asumir, bombardea diariamente desde los periódicos, desde la radio o las televisiones. “Hay que haber aprendido  mucho para darte cuenta del tamaño de tu ignorancia”. Tal vez, sin que estemos preparados, se plantean cuestiones importantes o fundamentales,  que pueden desconcertar al público. De hecho  en noviembre, una televisión, que sigue mucha gente, acaba de hacer en directo y públicamente en el plató, “una regresión” parapsicológica, en hora de máxima audiencia. La regresión se apoya en la hipnosis para hacer que una persona recuerde acontecimientos de su supuesto pasado o de vidas pasadas. Mediante ella se puede "volver" a sentir las emociones de esa supuesta vida pasada (alegría, dolor, hambre, etc.) y ayudar a mejorar de enfermedades, superar algunos temores o explicar ciertas fobias. La ayuda profesional es importante, para conocernos a nosotros mismos, y para afrontar y mejorar de cara al futuro, siempre que no se banalice o se mercantilice. Puede hacernos caer en la cuenta de que un enfoque multidimensional es siempre enriquecedor: al involucrar vidas pasadas y futuras, vivencias y relaciones familiares. El inconsciente puede ayudarnos a entender secretos de la vida y la relación anímico-corporal. También y sobre todo, la dimensión de trascendencia y la percepción del futuro.

       Parto de ese hecho, para mi reflexión, porque eso no es un juego. Como decía al principio, vivimos tan pendientes de la imagen, de nosotros, del dinero, del trabajo, de las cosas materiales e incluso del cuerpo, que a veces se nos escapa lo esencial, “lo que es invisible a los ojos”. Tal vez tenemos éxito pero no somos felices. Y lo que es aún peor: se nos pasan los días y la vida sin darnos cuenta, sin haber tenido ni el tiempo ni el silencio necesarios, para entrar en nosotros mismos; ignorando nuestro “hemisferio derecho” y sin entrar en contacto con lo espiritual. Pero somos espíritu; o  como diría Séneca somos parte  divina o tenemos “un dios hospedado en el cuerpo humano” (deum in corpore humano hospitantem, Cartas, 31.11). El alma es la parte divina encarnada. Es la que nos vivifica y nos hace personas. Esto debería hacernos reflexionar: Primero, porque no estamos solos; Segundo, porque lo que ya somos es fundamental; Tercero, porque estamos aquí formando parte inseparable de los demás; Cuarto, porque nuestra razón de ser aquí es crecer; y Quinto, porque antes o después nos vamos a encontrar en otra dimensión.

     Primero: “Al parecer no estamos solos en el universo”. Es decir, hay mucha más vida que seres humanos. La vida misma es más profunda de lo que creemos y más maravillosa de lo que experimentamos. Y la muerte no es el fin de nada para los humanos, sino el cambio de nivel; como el nacer, supuso un comienzo terrestre.

    Es verdad que algunos pueden no saberlo o lo niegan;  pero los grandes pensadores, los sabios en general, los líderes religiosos y los más prestigiosos  psiquiatras, llegan a afirmar que “más allá de nuestra dimensión física, el mundo “oculto” parece que se encuentra habitado por toda una serie de espíritus de distintos desarrollos y capacidades. Algunos han evolucionado mucho y otros poco.  Algunos han vivido vidas físicas en la Tierra y están entre existencias. Otros, ya han “terminado” y no tienen que regresar, a no ser que quieran hacerlo, para ayudar a la humanidad. Y aún hay  otro grupo que no se ha encarnado en nuestro mundo físico y nos ayuda desde el otro lado. Da igual que les llamemos espíritus, ángeles o guías”(Los mensajes de los sabios, Brian Weiss).

      Segundo: Ser lo que somos y desde el principio, es un derecho fundamental e intrínseco a todo ser humano. Lo ontológico, la esencia de nuestro ser, que es amor, es anterior al mismo Derecho. Es el núcleo de la energía más básica y potente, la más fuerte, más poderosa e indestructible. La Asociación de Investigadores y Profesionales por la vida, acaba de aprobar en noviembre una Declaración  sobre la Ley Reguladora de los Derechos de la Persona ante el Proceso Final de la Vida, que por supuesto la comparto en  CíViCa, Ciencia, Vida y Cultura. “Manifiesta: que la dignidad es un valor intrínseco de todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural,  que se ha de reconocer siempre, con independencia del estado de desarrollo, edad, salud o grado de dependencia. El derecho a la vida es un derecho humano fundamental y anterior a cualquier otro derecho, por lo que en un sistema democrático, fundado en la afirmación de los derechos fundamentales, no se puede legitimar la negación del valor de la vida de un ser humano, sin entrar en una profunda contradicción con el bien del individuo y el bien común”. Se puede acabar con la existencia de un embrión, un feto, un bebé, un niño o un adulto, pero nadie puede acabar con su alma. El cuerpo es únicamente la dimensión terrena y temporal. El alma continúa. Nuestra actitud con ese ser tiene consecuencias. “Las consecuencias de  la violencia se transmiten a las vidas posteriores”.

     Tercero: La dignidad, la belleza, el respeto  la empatía, y la conexión con todos y cada uno de los otros seres humanos nacen de esa ontología de nuestro ser; del alma que tenemos, por la que vamos en camino y que nos lleva hacia un mismo destino. Esa vitalidad o esa energía  nos anima (literalmente), nos mueve, y nos prolonga más allá de los límites del espacio y del tiempo.

      Por unas razones o por otras, no estamos lejos de esa otra dimensión, o vivimos ya en ella. Los más recientes en llegar a la tierra, tienen la luz, el contacto y la experiencia del otro lado. “Los bebés y los niños suelen ser conscientes de los espíritus y las energías del amor que hay a nuestro alrededor… Los adultos tendemos a no creerles o a atribuir sus observaciones o percepciones al campo de la imaginación o de la fantasía. Y sin embargo las cosas que ven u oyen suelen ser muy reales”.

      Cuarto: Nosotros mismos, adultos, durante la vida, en numerosas ocasiones, experimentamos “algo especial”: llámense “voces”,  sincronías o hechos, llamadas de atención, avisos, que no se explican en parámetros normales. Parecen casuales y por eso, podemos pasarlos por alto o no darles demasiada importancia. Nos distraemos en seguida y “pasamos” prestando atención a otras cosas. Lo olvidamos, pero han sucedido y tienen su razón de ser. Nada es azar. Cada uno sabe de esos “momentos fuertes” que, con sólo recordarlos le recorre un escalofrío interior. Deberíamos ser un poco más conscientes, porque mientras estemos aquí tenemos un propósito y está en función de los demás. Tenemos que irnos transformando mediante el amor, la paz activa, la generosidad, las cosas bien hechas para beneficio de los demás. En la medida que crecemos, podremos ir cambiando el mundo. Sacar lo mejor de nosotros para hacer algo por alguien. Ello implicará desactivar el ego, el egoísmo, los miedos, los prejuicios, la avaricia etc.  Si no aprendemos la  doble lección, positiva y la negativa, es posible que  tengamos que repetir curso. Independiente de las creencias de cada uno, absolutamente respetables, muchos autores hoy día lo afirman. B. Weiss, eminente  psiquiatra norteamericano, que ha realizado más de tres mil regresiones dice: “yo creo que es cierto que nos reencarnamos hasta que aprendamos nuestras lecciones y pasamos al siguiente peldaño… existen considerables pruebas históricas y médicas de que la reencarnación es una realidad”. El alma no muere, pero al entrar en otra dimensión, si no está preparada, puede tener que volver y escoger otro cuerpo. Al parecer algo de eso se manifestó en la “regresión” televisiva, a que antes aludía.

     Quinto: “La muerte es la experiencia culminante del vivir a la que tarde o temprano todos tenemos que enfrentarnos y para la que tenemos que estar preparados”.   El "yo" o ego es una entidad falsa que hemos creado al identificándonos con las formas, posesiones, logros, personas, sucesos y demás cosas no permanentes. Cuanto más fuerte es la identificación con el “ego”, más miedo tendremos a la muerte física -nuestra o de los nuestros-. Y por el contrario, en la medida que abandonamos el ego, nace la confianza en que la muerte es un paso necesario para descubrir certera e infaliblemente que “somos almas eternas, no simples cuerpos individuales. No llegamos a morir nunca, simplemente cambiamos de nivel de conciencia” (Krishnamurti). Es un error lamentable, “adelantar o acelerar” el momento de la muerte de nadie. Es una vivencia personal e irrepetible que tiene que ver con la vida pasada, vivencias familiares,  relaciones con los demás así como con la percepción del futuro y la dimensión de trascendencia. La familia y la sociedad deben ayudar.

     El objetivo principal de los cuidados paliativos al final de la vida debe ser aliviar el sufrimiento y mejorar la calidad de vida, teniendo en cuenta su aspecto físico, mental y espiritual y también su entorno familiar y sociocultural.  “La muerte no nos roba los seres amados” (François Mauriac escritor francés  (1905-1970).  Llegará el momento en el que encontraremos a los seres que queremos. Es más, volveremos a estar juntos una y otra vez. Eso debe alejar cualquier miedo o tristeza, ante la muerte (ante su muerte, o ante la muerte nuestra). “El aprendizaje  no termina con la muerte del cuerpo” (B.W). Por eso, se puede integrar la muerte en la existencia actual; y percibir el “paso al otro lado” como la dinámica de la plenitud. La mariposa es un ejemplo.  El proceso de iluminación o de aproximación a la luz, a la energía debe ir siempre en aumento, hasta que terminen de caer o diluirse las últimas barreras de la mente y se abra todo el ser a la claridad sin límite, al gozo del amor sin fin.

Sé que estas cosas no están en la escala de prioridades de muchos. No importa. Nos iría mejor de saberlo. El arte de vivir y de morir debe aprenderse, si se descubre “lo esencial”.

1 comentario:

juanmanuel dijo...

Eso dijo el Sr. Benedicto, y por que no hace lo que dice? No será por que no tiene, para poder hacer lo que quiera, y quizás sea el que más tiene. Pues a poco que rascáramos quien hay detrás de los bancos centrales de la mayoría de países de este planeta sabríamos quienes es el que más tiene.