MANIPULACIÓN,
CURSO PRÁCTICO
En el próximo seminario de Ferraz o de Génova
titulado '¿Por qué la ciudadanía se aleja de la clase política?', o el próximo
'brainstorming' en los laboratorios ideológicos de Faes o de Idea para tratar
'El divorcio sociedad-política' con sus 'think tanks', ya podrían ahorrarse
toda la retórica a cambio de un sencillo caso práctico:
Miércoles 31.X.- Se aprueban los presupuestos de la
Junta; y se presentan provincia por provincia. Todavía sin publicar del todo, y
sin tiempo para analizarlas, antes de 24 horas ya hay pronunciamientos
oficiales:
-Elías Bendodo: «Estos presupuestos atentan contra
la prosperidad y el desarrollo de Málaga(.) Málaga es la última en inversión
por habitante».
-Miguel Ángel Heredia: «Me siento orgulloso de que
en el peor momento de la autonomía con la crisis y un Gobierno central que
intenta ahogarnos, los presupuestos de la Junta mantienen la sanidad, la
educación y las pensiones».
Jueves 27.IX.- Cinco semanas antes, el Gobierno
central aprobaba unos presupuestos generales del Estado también de crisis, y en
24 horas allí estaban los pronunciamientos oficiales:
-Miguel Ángel Heredia: «En cuanto el PP llega al
Gobierno, Málaga sale perjudicada. Estos presupuestos dejan a Málaga en la
cuneta (...) Málaga retrocede otros dos puestos en inversiones hasta el
undécimo lugar».
-Elías Bendodo: «Los PGE para 2012 arrojan un saldo
positivo y esperanzador para la provincia de Málaga (.)nos hacen mirar hacia el
futuro con optimismo (.) inciden en las necesidades de la provincia con
proyectos de gran calado».
(Fin del caso práctico).
Tal vez aprendan algo al verse retratados en ese
guión ridículo, en esos papeles ridículos, en ese escenario ridículo. Practican
una política de frases hechas, desentendidos de la realidad. Esa es la farsa.
Hay millones de parados, de ciudadanos al otro lado del umbral de la pobreza o
desahuciados a la espera de respuestas en los presupuestos, mientras ellos se
aferran a sus discursitos prefabricados del pret-a-porter partidista, sus
eslóganes de laboratorio sin dar la menor tregua a la verdad. Es algo
estomagante incluso para los votantes más fieles. Oírles ya no provoca
indignación, sino cansancio hastiado. Eso que en sus seminarios suavizan con la
etiqueta de 'el divorcio de la ciudadanía y la política'.
La ciudadanía de hecho no puede hacer las maletas y
divorciarse realmente de la política; a lo sumo recurrir a los dormitorios
separados de la abstención y poner su peor cara en los desayunos del CIS. Pero,
eso sí, la desconfianza alcanza un punto de hartazgo sin vuelta atrás. Y es la
amenaza cuando la clase política ya no es que no se preocupe de que las cosas
sean verdad; sino que empiezan a no molestarse en que siquiera parezcan verdad
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