LA
LECCIÓN DE LA HISTORIA
La sabiduría convencional más extendida y de mayor
influencia social tiende a presentar las crisis financieras como una especie de
accidentes inevitables, y precisamente por ello, también impredecibles. Los
modelos que se enseñan en las facultades de Economía muestran que la
probabilidad de que los mercados financieros se perturben fatalmente cuando se
les deja actuar libremente es casi nula, así que solo el azar o fenómenos
accidentales podrían considerarse como sus causas desencadenantes cuando
efectivamente se producen (Como dice Joseph Stiglitz en Caída libre. El libre
mercado y el hundimiento de la economía mundial, Taurus, Madrid 2010, p.131,
“según los modelos estándar, el tipo de crac de los mercados de acciones que se
produjo el 19 de octubre de 1987 podría ocurrir solo una vez cada 20.000
millones de años, un lapso de tiempo mayor que la existencia del universo.
Pero, a continuación, otro acontecimiento ‘de una vez en la vida’ se produjo
tan solo diez años después, como parte de la crisis financiera de 1997-1998″).
Como en otras ocasiones y en relación con otros
asuntos, este tipo de explicaciones se mantienen y difunden, a pesar de que la
realidad muestra tercamente que no son veraces, hasta convertirse en las que
todo el mundo da como buenas y aceptables. Actualmente disponemos de datos
suficientes como para saber con bastante precisión cuándo y dónde se han
producido las crisis financieras, qué factores las han provocado y cuál ha sido
el entorno económico, político, institucional, social o incluso psicológico en
el que se han producido, cómo se han manifestado y qué efectos han tenido. Esos
datos nos proporcionan, para periodos ya muy largos de tiempo, un conocimiento
bastante riguroso y contrastado de todo lo que tiene que ver con las crisis financieras
y particularmente de las circunstancias que se dan o no cuando se han producido
y cuando no las ha habido.
Los datos históricos son muy elocuentes, tal y como
demuestra la Gráfica nº 1 que presenta Alan M. Taylor en una investigación
recientemente publicada (Alan M. Taylor, The great leveraging. Working Paper 18290 http://www.nber.org/papers/w18290,
p. 3.) a partir de los datos ampliados que proporcionan Qian, Reinhart y Rogoff
(Rong Qian, Carmen M Reinhart, and Kenneth S Rogoff, On Graduation from
Default, Inflation and Banking Crises: Elusive or Illusion?, NBER
Macroeconomics Annual 2010, MIT Press).
En ella puede comprobarse que, en los diversos
países estudiados, las crisis financieras no se han producido en todos los
momentos ni con igual intensidad en todas las economías, sino que ha habido
fases con mayor incidencia de crisis que en otras y que, en algún período
largo, ni siquiera se han producido. Se puede deducir, entonces, que si
descubrimos qué tienen de particular las etapas con apenas crisis financieras y
aquellas otras en las que abundan, podremos deducir las condiciones para que
estas no se produzcan.
Los datos empíricos demuestran que desde la
finalización de la segunda guerra mundial hasta los años ochenta el porcentaje
de economías de alto, mediano o bajo ingreso que sufrieron crisis financieras
fue prácticamente nulo, a diferencia de lo que había ocurrido en épocas
anteriores y también a partir de los ochenta. Por tanto, se pueden establecer
en principio dos grandes conclusiones. La primera, que las crisis financieras
son evitables, puesto que prácticamente no se dieron durante un periodo muy
largo de la historia contemporánea. La segunda, que lo que habría que hacer
para evitarlas sería, sencillamente, tratar de reproducir las condiciones que
se dieron en los periodos en los que no hubo crisis financieras
Los factores asociados a la ausencia de crisis
financieras
Las características de las economías capitalistas en
las que prácticamente no hubo crisis financieras entre 1945 y 1980 son también
muy claras.
Desde el punto de vista del marco institucional se
daban dos circunstancias principales que sabemos que limitan la generación de
este tipo de crisis: una regulación de las finanzas nacional y bastante severa
y un control de capitales que hacía imposible que se dirigieran de un lugar a
otro imprevisiblemente, sin dejar rastro o sin las supervisión de las
autoridades. Algo que además implicaba que, salvo en casos muy particulares y
para operaciones expresamente prohibidas, no existían los más tarde llamados
paraísos fiscales ni nada por el estilo.
Además sabemos que, aunque esta etapa no fue ajena a
la expansión del crédito, su crecimiento fue relativamente moderado, sobre
todo, si se le compara con el que se da en las fases en las que la proporción
de países sufriendo crisis financieras es mucho mayor. Y también que en ese
periodo apenas si se producía lo que más tarde fue una innovación financiera
vertiginosa y casi compulsiva para satisfacer las demanda de liquidez para
operaciones especulativas, porque la inmensa mayoría de las operaciones
financieras, y sobre todo bancarias, estaban principalmente o casi
exclusivamente orientadas a financiar a las empresas, al consumo y al negocio
productivo, que no necesitan los productos sofisticados que tanto atraen a los
especuladores, sino una financiación directa, rápida, económica y segura.
En resumidas cuentas, los factores que estuvieron
asociados a la etapa más larga de estabilidad financiera del último siglo y
medio fueron una supervisión financiera nacional y estrecha, control de
capitales, crecimiento limitado del crédito, orientación preferente de los
recursos financieros a la actividad productiva, y ausencia de innovación
financiera con pretensión especulativa. Todo lo cual fue de la mano, y eso no
podía ser fruto de la casualidad, de más ahorro, de mayor tasa de inversión
real, y de elevados ritmos de crecimiento de la actividad y el empleo.
No quiero decir con ello que la ausencia de crisis
financieras en los años llamados gloriosos del capitalismo fuese asociada a la
mejor de las situaciones económicas, porque es bien sabido que en esta etapa se
producían otros problemas provocados por la desigualdad, el control de los
mercados o la asimetría en el ejercicio de la derechos de apropiación que son
típicos del capitalismo (Una crítica de ese periodo en Juan Torres López,
Desigualdad y crisis económica. Fundación Sistema. Madrid 2000). Pero lo que sí
creo que se puede afirmar rotundamente es que bajo determinadas condiciones es
posible evitar que se produzcan las perturbaciones y crisis financieras que nos
asolan en nuestra época. No es verdad, por tanto, que las crisis financieras
sean un fenómeno accidental o inevitable, ni siquiera en la economía
capitalista porque, como hemos visto, cuando ésta (bien es cierto que como
consecuencia de un equilibrio de fuerzas que restringe la capacidad de obrar
del capital) limita la libertad del capital financiero, reprime la volatilidad
de las inversiones improductivas y desincentiva eficazmente las operaciones
especulativas, entonces, la realidad muestra que se evita la existencia de
crisis financieras.
Prueba de esta últimas afirmaciones la proporciona,
sensu contrario, lo que ha ocurrido en la etapa posterior y última analizada.
Cuando a partir de 1980 se desmantela el régimen financiero anterior, haciendo
que desaparezca casi toda la supervisión y dando vía libre a los capitales e
inversores, cuando se instala el régimen de plena libertad de movimientos del
capital, cuando se permite que las nuevas tecnologías se utilicen para crear
modos supersofisticados de inversión especulativa, cuando se deja que el
sistema financiero y bancario aleje los recursos de su uso productivo para
dedicarlos a la especulación, cuando se aplican políticas que reducen los
ingresos de la mayoría de la población y de las empresas, que se ven obligadas
a endeudarse constantemente, o que imponen modos de vida (propiedad de la
vivienda, grandes infraestructuras,…) que reclaman grandes cantidades de
crédito, … es entonces cuando las crisis financieras vuelven a producirse por
doquier, llegándose a dar, si se suman a las situaciones de stress financiero
más coyuntural, en número superior a 130 desde 1970 hasta la actualidad (Sobre
los orígenes y naturaleza de la crisis, Juan Torres La crisis delas hipotecas
basura, ¿por qué se ha caído todo y no se ha hundido nada? Sequitur, Madrid
2010. Versión en pdf en:
http://juantorreslopez.com/wp-content/uploads/sequitur-final.pdf).
En definitiva, pues, sabemos perfectamente lo que
hay que evitar y lo que hay que establecer, lo que hay que hacer y lo que no,
para que no haya crisis financieras. Si las hay, por tanto, no es porque no
sepamos cómo evitarlas. Y si hoy día no se toman medidas efectivas para acabar
con la actual no es porque no sepamos qué hay que hacer para terminar con ella.
Lógicamente, eso lleva a poner sobre la mesa otro
tipo de cuestiones, a las que no puedo responder aquí: por qué no se adoptan
las medidas que podrían poner fin a la crisis y si no será que hay grupos sociales
y financieros cuyos beneficios son tan cuantiosos en el régimen liberalizado
asociado a las etapas de crisis financiera, que les compensa mantener ese
régimen, porque dichos beneficios superan con mucho los costes que les pueda
produce una crisis financiera, sobre todo, cuando pueden hacer que las
autoridades y organismos “jueguen a su favor”.
Y otra última cuestión a la que tampoco puedo
referirme ahora, es tratar de saber si el capitalismo de nuestra época, el que
ya ha probado la sangre que supone poder invertir 1.000 millones de dólares
cada cuatro segundos, y obtener de esa forma beneficios extraordinarios y mucho
más cómodos que los que proporciona la economía productiva, si esos
especuladores que hoy día actúan como si fueran los amos del mundo, van a estar
dispuesto a dejar de beberla para vivir con beneficios limitados y para ponerse
al servicio de las empresa y los trabajadores y familias que crean riqueza
(Sobre este asunto, Vicenç Navarro y Juan Torres López, Los amos del mundo. Las
armas del terrorismo financiero. Espasa, Barcelona 2012).
Pero eso es algo que solo con el tiempo se podrá
responder.
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