Hace ya casi un siglo, en 1914, José Ortega y Gasset
dijo que España era el problema y Europa la solución. La frase quedó enterrada
por la Guerra Civil y el franquismo, pero renació con fuerza en los setenta,
cuando la oposición a la dictadura comprendió que el futuro democrático vendría
de la mano de Europa y que el modelo económico, social y político de la
entonces Comunidad Europea era el objetivo que España había de alcanzar. Los
que entonces eran jóvenes, y la generación que les siguió, abrazaron con pleno
convencimiento esa idea y el acercamiento a Europa, a sus realidades y
costumbres en todos los ámbitos, ha marcado el devenir de España en las últimas
cuatro décadas.
Pero la crisis ha acabado también con eso. Si hasta
hace cinco años viajar en el mismo tren que los países de la Europa rica
tranquilizaba a más o menos todo el mundo y parecernos lo más posible a ellos
era una obsesión nacional, y no sólo de los dirigentes políticos, hoy esa
compañía nos está machacando. De Berlín, de Viena, de La Haya o de París solo
nos llegan exigencias y la política de austeridad que desde hace más de dos
años nos ha impuesto Bruselas está hundiendo a España, ya de por sí bastante
hundida por sus propios problemas y por las barbaridades que desde hace mucho
han hecho sus políticos, sus banqueros y sus ricos, en general.
Para el vulgo nacional, Europa hoy sólo es sinónimo
de recortes o de sitio al que los jóvenes licenciados miran para emigrar y
encontrar un trabajo que casi siempre está muy por debajo de su capacitación.
Los exportadores todavía siguen vendiendo sus productos en el continente, pero
cada vez menos y a precios más ajustados. Y sin embargo, dejar la UE es una
locura. A nadie, salvo a algún visionario, se le ocurre, aunque no pocos sueñan
con que eso fuera posible.
Estamos atrapados. Las órdenes que vienen de Europa
no hacen sino empeorar nuestra situación –como consecuencia de la subida del
IVA que impusieron Alemania y Bruselas, las ventas del comercio han caído casi
un 13% en septiembre-, pero, sin embargo, seguimos necesitando los fondos que
nos llegan de ahí: sin la política agraria común (la PAC), nuestra agricultura
prácticamente desaparecería y sin las inyecciones de liquidez del BCE, todo
nuestro sistema bancario habría ya quebrado.
Además, el dinero europeo al que se confía todo para
paliar nuestra dramática crisis financiera nos va a costar un riñón, diga lo
que diga Rajoy y sus cada vez más mentirosos ministros. Mario Draghi, el presidente
del BCE, lo ha confirmado esta semana: el rescate supondrá nuevos recortes del
déficit español. La rebaja de las pensiones es una hipótesis que se maneja cada
día con más frecuencia en los periódicos extranjeros.
Pero lo peor de todo, siendo espantoso lo que hay,
es que nadie nos garantiza que una vez superada esta etapa, una vez hechos los
"sacrificios" que se nos piden -y que sólo hacen los españoles de a
pie-, las cosas vayan a mejorar. Lo harán por la acción del tiempo, seguramente
mucho -eso si España no se "derrumba" antes, como teme Barack Obama-,
y no porque los responsables políticos europeos vayan a tomar medidas que
cambien drásticamente nuestra situación. Nada indica que el panorama vaya a
cambiar ni a corto ni a medio plazo. Wolfgang Munchau, un analista muy fino y
que suele acertar, decía esto ayer en el Financial Times: "La solución de
la crisis aún está por llegar, pero no veo evidencia alguna de que eso esté
ocurriendo, aunque sea en forma de pequeños pasos. No espero ningún cambio ni
siquiera después de las elecciones alemanas [del próximo año]. No veo cambio
alguno en la situación, salvo que BCE ha alejado el riesgo de accidentes a
corto plazo".
Y esa tranquilidad momentánea está prendida con
alfileres. Aunque Angela Merkel parece empeñada en que Grecia no abandone el
euro antes de las elecciones alemanas, no está claro que lo vaya a lograr: no
hay acuerdo entre el Gobierno de Atenas y la troika (Ekhatimerini). La recesión
campa por doquier y ahora también amenaza en Alemania, cuyo sector industrial,
"motor del crecimiento europeo", ha sufrido un inesperado bajón este
mes (Financial Times). El Gobierno
francés está luchando, hasta el momento sin mucho éxito, para que su país no
empiece también a sufrir una crisis de deuda, mientras algunos gigantes de su
industria sufren como nunca ("PSA [Citroen-Peugeot] afronta la crisis más
grave de su historia", Le Figaro) y los grandes empresarios franceses
piden más rebajas presupuestarias y que se recorte lo que tienen que cotizar
por sus empleados.
Pero las novedades más inquietantes llegan de otros
puntos de la geografía europea. En primer lugar de Italia, en donde la condena
de Berlusconi amenaza la estabilidad del Gobierno Monti, porque aún anunciando
que no se presentará más a las elecciones, Berlusconi ha amenazado con retirar
el apoyo de su partido -aún el mayor de la Cámara- al Gobierno o con hacerle la
vida imposible de aquí a las elecciones de abril: "El temor de lo que
pueda pasar en Italia vuelve a los mercados" (Il Sole-24 Ore). Las
recientes elecciones regionales sicilianas no han calmado el panorama: ha
ganado la izquierda, el partido de Berlusconi se ha hundido, el partido
antisistema del humorista Beppe Grillo ha subido hasta el 18%, pero la
abstención ha sido del 53% y para algunos eso refleja el estado de ánimo
respecto de la política de todos los italianos (Corriere della Sera).
El otro factor de incertidumbre respecto del futuro
del euro está en Finlandia. "Algunos empresarios y responsables políticos
finlandeses están debatiendo la manera en su país abandonará la moneda única.
Un informe prevé que durante un tiempo la recuperada moneda nacional, el
markka, conviviría con el euro", cuenta Gillian Tett en el Financial
Times. Para colmo, los partidos euroescépticos han consolidado posiciones en
las elecciones municipales finlandesas de este domingo.
Pero, como contrapeso de tanto mal augurio, una
buena noticia llega desde Londres: Andrew Haldane, directivo del Banco de
Inglaterra, acaba de declarar que el Occupy movement, que hace un año tomó la
City, el centro financiero de Londres, durante varios días, hizo bien: "El
Occupy ha tenido éxito popularizando los problemas del sistema financiero
global por un sencillo motivo: tenía razón" (Daily Telegraph).
PUBLICADO EN DIARIO ES
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