NUESTROS
ANCIANOS
Todas las sociedades han considerado la edad un
grado, a los ancianos la plasmación de la sabiduría. Pero para la nuestra ya no
sirven. Otros piensan por ellos, y a lo que se ve bastante mal. Estas élites
que deciden y piensan por nosotros han convertido a los ancianos en un estorbo.
Mal puede irle a una sociedad que no escucha el sabio consejo de los ancianos.
Mal puede irle a una sociedad que no piensa por sí misma, que su pensamiento le
es suministrado por los medios. ¡Cuanto saber encierran estos dos ancianos y
sin embargo nadie los aprovecha!
¿Para qué sirven los economistas sino para
confundirnos? Decía Kant que uno ha de ser su propio abogado, cura y médico.
Estos ancianos nos recuerdan que para saber de economía no hace falta ni un
grado ni un máster. Pero para engañarnos hacen falta muchos economistas. Para
embaucarnos y embarcarnos en tanto desmán consumista como se ha cometido en
estos años. Al ciudadano hay que engañarlo, para hacerlo partícipe del gran
timo que nos ha llevado a la crisis
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