ATAQUE DE NERVIOS
En el pasado el intervalo entre cambios era mucho
mayor que la vida humana... Hoy es al contrario, y por tanto nuestra formación
debe prepararnos para una continua novedad de condiciones de vida. Alfred North
WHITEHEAD
Lo dice todo el mundo: la gente está muy nerviosa,
muy tensa, a la menor salta. Y si esto es cierto en términos generales en la
sociedad, en el mundo de las empresas, donde los dramas se viven a diario y
desde distintos frentes, el nerviosismo está superando cualquier estado
anterior conocido. Da la impresión de que la gente está desconcertada y que
nadie sabe qué rumbo tomar, o qué medidas adoptar. Y esto pasa igual a nivel
país. ¿Por qué ocurre y cuál puede ser la solución?
En una situación de crisis lo primero que se impone
es gritar: “que no cunda el pánico”, porque cuando el pánico llega a las
cabezas, nos comportamos alocadamente. Hemos visto hace poco el desgraciado
suceso del Madrid Arena, donde el pánico contagiado llevó a que murieran cuatro
jóvenes víctimas del miedo de la masa. El presunto peligro (una bengala) no
justificaba la avalancha, que se convirtió en un hecho incontrolable. Peligro
limitado, reacción de contagio, imposibilidad de control, resultado dramático.
Lo mismo ocurre en una empresa, si quien toma las
decisiones entra en situación de pánico, la puedes dar por enterrada. He
asistido a muchas situaciones de empresarios desbordados, que decidían todo lo
que contradecía el sentido común, empeorando la situación por sus propias
decisiones. ¿Qué decir de los políticos, que llevan desde que empezó la crisis
como si se hubieran fumado algo, con cara de zombies, sin saber qué hacer,
tomando decisiones absurdas, a golpe de encuesta o interés electoral
cortoplacista, y viendo que la situación empeora a ojos vista cada semana?
El miedo bloquea el cerebro y entra en situación de
emergencia, anulando todas las funciones racionales, dejando sólo dos: ataque o
huida. ¡Que son las que no deben utilizarse en estos casos! Por eso ves a la
gente como loca, tratando de ahorrar de donde no tiene que ahorrar, y
acelerando el naufragio. Que es como si en un barco que se está hundiendo, te
dedicaras a arrancarle las maderas del casco para aligerar el peso. ¡Lo
hundirías más!
¿Por qué nos ocurre esto?
Porque estamos completamente desconcertados. Nadie
estaba preparado psicológicamente para la profundidad de la situación, ni han
vivido en un contexto como éste, y por lo tanto no saben cómo responder. Por
eso se hacen los simulacros de evacuaciones en los colegios, por ejemplo, para
que llegado el caso de que haya un incendio, la gente sepa cómo responder. Para
que no mate el miedo a más gente que el propio fuego. Hoy estamos muriendo más
por miedo que por fuego.
Pero como nos hemos encebollado con la crisis, no
vemos lo importante: el cambio estructural. Lo decíamos antes del verano y ha
propiciado que escribiéramos un libro que en los próximos días verá la luz,
donde he tratado de diferenciar claramente qué es una crisis respecto a un
cambio estructural, cómo respondemos los humanos ante las crisis tanto desde el
punto de vista económico empresarial, como psicológico, y he contado algunas
líneas maestras de hacia dónde vamos, y que más vale que nos adaptemos cuanto
antes.
Este tipo de cambios da una ventaja enorme a los que
empiezan ya bajo ese nuevo modelo, y entierra, una tras otra, a las empresas
que siguen aferradas al viejo sistema.
Para hacernos una idea voy a utilizar una metáfora:
Imaginemos una ciudad donde hay muchas salas de baile, unas de un nivel y otras
de otro (por supuesto) y sólo se bailara pasodobles. Hay concursos de baile y
los que mejor bailan son invitados a bailar en las salas mejores. Hay baile
para todos. Pero hete aquí, que llega la moda del rock and roll y las salas
mejores, donde acuden los mejores partidos, comienzan a poner esa música. Los
bailarines estarían desconcertados, no se podría bailar al “estilo pasodoble”.
“Esto es una mierda de música”. ¿Nos suena que dijeron eso nuestros abuelos?
El caso es que quien no baile rock and roll no podrá
ir a las mejores salas. Y además, coincide con que una situación difícil hace
que se vayan cerrando salas de baile y ya no pueda entrar todo el mundo. El
criterio de selección es muy estricto, e incluso en las pocas salas de
pasodoble que quedan sólo pueden entrar los bailarines muy buenos. La gente
estaría desconcertada, protestarían, pero daría igual, la única solución sería
aprender a bailar rock.
¿Qué ocurriría si te encastillaras en bailar
pasodoble? Que tendrías que ir a bailar a las peores salas, “a bailar con la más
fea”, dónde sólo quedan Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón.
Si trataras de bailar rock and roll con los pasos
del pasodoble te sentirías ridículo en medio de la pista de baile y desubicado.
Esa vergüenza te bloquearía cada vez más, y sentirías que es imposible, cuando
realmente era fácil de aprender.
Como decía, para uno nuevo que llegue sin
prejuicios, aprenderá a bailar rock and roll y tendrá muchas más ventajas para
triunfar, ni se planteará bailar pasodoble. Es igual que cuando cambiamos a los
euros: les costó mucho menos a los niños, que casi no sabían qué eran las
pesetas.
Eso nos está pasando a nivel empresarial, y queremos
responder a este cambio de estructura social y económica, con respuestas del
siglo XX, como hacíamos los negocios hace 20 años, o con labores de parcheo de
corta de aquí, y corta de allá. Tratamos de bailar el rock and roll adaptando
el pasodoble. Así comprobamos todos los días que esto no funciona. Y, o lo
vemos ya, o nos vamos al precipicio. Cuantas más tablas arranquemos del casco
del barco, más rápido iremos al fondo. Y cuanta más agua veamos en la bodega,
más bestias seremos arrancando tablas y peleándonos entre nosotros, en un
sálvese el que pueda. Los conflictos sociales están sólo empezando.
Necesitamos aprender a bailar rock and roll en el
siglo XXI. Mucho de lo que sabíamos de antes es útil: seguir el ritmo,
adaptarnos a nuestra pareja, sentir la música, pero indudablemente el baile es
otro. La vergüenza, la nostalgia, el falso orgullo, el “por mis santos cojones”
nos confunden, nos desorientan y nos bloquean.
Reaprender a vivir o quedar fuera del baile. Esa es
la disyuntiva. El mundo no se para por nosotros, aunque incendiemos el país.
Y o lo comprendemos de una vez y actuamos en
consecuencia, o cada día que pase la situación de nuestra empresa estará más
amenazada, igual que ocurre con el país. No podemos seguir estructurando el
país del modo que ya sabemos que no funciona, esperando que se produzca un
milagro y nos vuelva competitivos, nosotros solos haremos inviable la
recuperación.
Para los que estén más interesados os invito a leer
las primeras páginas del libro “No es una crisis, es un cambio estructural” que
ya hemos colgado. Espero que las encontréis amenas y pedagógicas. Al menos lo
hemos intentado.
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