LA
CRISIS EN EUROPA, O EUROPA COMO EL PROBLEMA
Como en otros lugares del mundo, la
crisis de 2007-2008 estalló en Europa con extraordinaria fuerza. El sistema
financiero saltaba por los aires, docenas de bancos hasta entonces tenidos como
baluartes de las finanzas más solventes quebraban dejando mostrar la fragilidad
de unas estructuras patrimoniales forjadas en los últimos años a base de
inversiones especulativas y operaciones arriesgadas, y con ellos cayeron como
naipes las economías de sus diferentes países. Y como en tantos otros sitios,
enseguida dejó ver también en Europa que no se trataba de una simple
perturbación financiera sino que tras de ella se encontraban fracturas
estructurales muy profundas: medioambientales, productivas, sociales,
institucionales, ideológicas, políticas… De manera que era todo el sistema lo
que en realidad estaba haciendo agua por distintas partes, aunque nadie hubiera
querido darse por enterado.
La magnitud de los primeros impactos y
del daño producido, como igualmente en tantos otros sitios, fue impresionante
en términos de empresas y puestos de trabajo destruidos, activos y ahorros
volatilizados, economía enteras desplomadas y sociedades que quedaban
estupefactas ante el poder destructor de un tsunami que se llevaba todo por
delante.
Pero enseguida la crisis comenzó a
mostrar justamente en la Unión Europea un efecto devastador especial y mayor
que en cualquier otro lugar del mundo. Cuando se había hecho creer que la
operación de ingeniería socioeconómica más reciente y vanguardista de la
historia, la unión monetaria europea, iba a ser la defensa más firme frente a
las marejadas que asolaran el planeta, resultó que toda su arquitectura se
resquebrajaba sin ser capaz de proporcionar cobijo seguro a los países que
habían confiado en el euro o el entramado institucional de la Unión Europea
como el mejor recaudo para hacer frente a las desventuras.
Y en mucho mayor grado que en cualquier
otro sitio, la inicial crisis financiera ha terminado siendo en Europa una
crisis política de consecuencias impredecibles cuando a la caída de la
actividad siguió una crisis fiscal sin precedentes y la aparición de un
problema de deuda soberana que, ante la falta de respuesta adecuada por parte
del Banco Central Europeo, se ha convertido finalmente en un problema político
dramático y sin solución posible en el actual marco legal de la Unión Europa.
Las circunstancias que explican esto y
que, por tanto, marcan los escenarios en donde posiblemente vamos a tener que
movernos los ciudadanos europeos en los próximos tiempos son variadas y podrían
resumirse en las siguientes.
a) El mecanismo que marca las
coordenadas de la economía europea no ha funcionado correctamente, tanto por
carecer de todas las piezas necesarias como por no estar bien ajustadas las
disponibles. Europa no puede hacer frente a una crisis de regulación financiera
con 27 supervisores, a una crisis de la deuda europea con 27 haciendas y
políticas fiscales, a una crisis de demanda sin presupuesto, a una crisis
financiera sin un verdadero banco central y a una crisis global sin ni siquiera
una única portavocía o con instituciones en donde nadie es capaz de saber dónde
reside el poder y quién lo detenta de verdad.
b) Desde el punto de vista de su
capacidad de proporcionar estabilidad, protección, equilibrio y actividad, el
euro es una moneda fallida. No solo no ha impedido los impactos asimétricos
(como se sabía que iba a ocurrir dado su inadecuado diseño institucional y
político) que ha generado la crisis sino que ha desarmado a unos espacios
frente a otros y ha dado lugar a que Europa haya sido de facto intervenida y
que algunos de sus países miembros estén sometidos y postrados al socaire de
los mercados.
c) El modelo de generación y reparto del
excedente impuesto con el euro y ahora predominante (de superávits comerciales
en el norte y déficit en las periferias) implica un desequilibrio materialmente
insostenible salvo a base de establecer una lógica redistributiva muy diferente
a la actual y de la que expresamente reniegan Alemania y otros países
centrales. En lugar de replantear el modelo, el capital alemán está imponiendo
unas condiciones tan onerosas (aunque aún no sean del todo explícitas) a la
Europa “periférica” que van a llegar a ser tan inasumibles y desventajosas para
sus economías como para que antes o después se vean obligadas abrir el debate
de la ruptura o salida del euro o, no se sabe si en el peor o mejor de los
casos, una renegociación a la desesperada de extraordinaria dificultad y de
resultados inevitablemente muy conflictivos. La situación extrema a la que se
ha llevado a Grecia queriendo asegurar por encima de todo el cobro de sus
acreedores pero impidiéndole generar ingresos para que pueda hacerlo es un buen
ejemplo de las situaciones sin salida que se están produciendo.
d) Las políticas de “respuesta” europea
frente a la crisis son en realidad fuertemente procíclicas, van a paralizar la
recuperación de las diferentes economías europeas durante años, provocando
asimetrías más fuertes, una gran desertización económica, descapitalización
humana y social y que Europa se consolide como un simple espacio de oferta de
servicios personales a bajo precio.
e) Ni en los años de expansión ni mucho
menos en esta etapa de gran recesión, Europa ha sido capaz de consolidar una
ciudadanía diversa pero cómplice y guardiana de Europa y consciente de los
principios que implicaría su existencia como estado de estados y nación de naciones y como referencia
ciudadana. Por el contrario, las circunstancias anteriores han sembrado la
desarmonía, los populismos, el fascismo… los valores que se suponía que la
Europa unida estaba en condiciones de superar para siempre.
f) Finalmente, la puesta en marcha del
modelo europeo dominante y de las políticas que lo sostienen y con las que se
quiere hacer frente a la crisis es algo cada vez más contradictorio incluso con
las formalidades más elementales de la democracia más convencional y por eso la
insistencia en imponerlo está produciendo un auténtico aniquilamiento de la
democracia en toda Europa.
Lo que ha ocurrido, en definitiva, es
que en Europa la crisis global se ha convertido en la crisis de Europa y que la
propia Europa, en lugar de ser el espacio institucional de la respuesta a la
crisis, ha pasado a ser ella mismo el problema a resolver.
Por eso, en lugar de salir de la crisis
en Europa se está volviendo a la recesión: no puede ser de otra manera porque
lo que se hace, en lugar de tomar antídotos, es aumentar las dosis del veneno
que hizo que nuestra economía fuese tan sumamente frágil ante una perturbación
generalizada.
Europa no pude pretender salir de una crisis
en última instancia provocada por la desregulación, la desigualdad, la
desinstitucionalización, la precariedad del trabajo y la informalización de las
relaciones laborales, la libertad absoluta de movimientos de capital, el
privilegio de la especulación financiera, el desmantelamiento de los sectores
públicos, la desfiscalización, la consolidación del poder monetario privado,
etc. fortaleciendo todo ello para salvar patrimonialmente a los bancos y
reafirmar la posición negociadora del capital. Así solo se llega aún más lejos
del abismo en el que estamos.
Para salir de ahí hace falta que Europa
deje de ser el problema y se convierta en la solución salvándose a sí misma y no
solo al capital, asumiendo un nuevo horizonte, un nuevo tipo de equilibrio
interno y, sobre todo, un reparto diferente de la riqueza y del poder. Europa
no puede hacer creer que sigue siendo el proyecto de todos cuando es algo que
cada está en poder de menos manos y cuando son los muy pocos los que se
aprovechan de ello.
Publicado en OBJETIVO EL TRABAJO.
Anuario de Relaciones Laborales 2012. UGT
No hay comentarios:
Publicar un comentario