LA REVOLUCIÓN EGIPCIA
Una de las principales características
de una situación revolucionaria es la manera tan repentina con que puede
cambiar el estado de ánimo de las masas. Los trabajadores aprenden rápidamente sobre
la base de los acontecimientos. Y los acontecimientos de las últimas 24 horas
demuestran que los jóvenes y trabajadores de Egipto están aprendiendo rápido.
La Revolución Egipcia está entrando
ahora en una nueva etapa. El descontento que ha ido acumulándose durante meses
en las profundidades de las masas finalmente estalló en protestas masivas, que
han continuado durante toda la noche en la plaza Tahrir de El Cairo.
"Esto se siente como en enero de
2011. Parece que la revolución está de vuelta con muy buena forma." Estas
palabras de un corresponsal de la BBC comunican con precisión la esencia de la
situación, que se caracteriza por un rápido cambio en la conciencia de las
masas.
La chispa que detonó la explosión fue el
resultado del juicio del ex presidente Hosni Mubarak, acusado de complicidad en
el asesinato de cerca de 850 manifestantes durante el levantamiento
revolucionario de 2011. Pero, en realidad, tiene causas mucho más profundas,
que tienen su origen en el desarrollo de la revolución misma. Vemos un proceso
similar en todas las revoluciones, no sólo en la Revolución Rusa, sino también
en la Revolución Francesa de 1789-1793.
Una revolución no es un drama de un solo
acto. Tampoco es un simple proceso que se mueve hacia adelante. Los
derrocamientos de Ben Ali y de Mubarak fueron grandes victorias, pero fueron
sólo el primer acto del drama revolucionario. Marx señaló que la revolución
necesita del látigo de la contrarrevolución para avanzar. Cuando ha pasado más
de un año desde el inicio de la Revolución Egipcia, las masas están agitándose
una vez más.
En mi artículo de hace dos días (The
Revolutionary Socialists and the Egyptian elections: Marxism or opportunism?)
señalé lo siguiente:
"Sabemos por la historia que toda
revolución pasa por una fase inicial de las ilusiones democráticas. Las masas
en las calles parecen estar avanzando constantemente, empujando a un lado todos
los obstáculos. Es como una procesión que sólo puede ir en una dirección -
hacia adelante. Las masas sienten su fuerza y se creen invencibles. En esta
etapa de la revolución, la idea principal es la unidad: el "pueblo"
está unido en la lucha contra un enemigo común.
"Luego viene la segunda etapa.
Comenzando por los elementos más avanzados y políticamente conscientes, las
masas comienzan a comprender que han sido engañadas, que ninguno de sus
objetivos principales se ha logrado y que, en esencia, nada ha cambiado. Esta
etapa, que va acompañada de un sentimiento de frustración y de todo tipo de
levantamientos convulsivos, es el comienzo de una diferenciación interna en el
campo revolucionario. Poco a poco, los elementos más revolucionarios del
proletariado se separan de los elementos vacilantes, de los arribistas y de los
políticos burgueses que han secuestrado la revolución para sus propios fines.
"Esta es una etapa inevitable. Esta
es la etapa por la que está pasando ahora la Revolución Egipcia".
Los acontecimientos que están
desarrollándose actualmente han confirmado esta hipótesis. Cuando los egipcios
se unieron a la revuelta del año pasado, estaban exigiendo no sólo un cambio de
régimen, sino un cambio económico fundamental. La revolución aumentó las
expectativas de mejoras en la calidad de vida. Sin embargo, estas esperanzas se
desvanecieron pronto. Millones de egipcios están sufriendo desempleo y precios
elevados, bajos salarios, pobreza generalizada, y la corrupción que todo lo
penetra. La revolución era un asunto de pan, trabajo y vivienda.
Pero en los últimos 15 meses nada ha
cambiado y la mayoría de la gente ha visto, incluso, empeorar su situación
financiera. Muchos de los graduados no pueden encontrar trabajo. Los pobres son
cada vez más pobres. Incapaces de encontrar un trabajo adecuado, muchos
egipcios de los barrios más pobres han sido forzados a emplearse en trabajos
ocasionales o en la venta callejera de cigarrillos o de frutas.
Para estas personas, los candidatos
presidenciales tienen poco significado. Cualquiera de los candidatos que gane
será incapaz de hacer frente a la profunda crisis económica de Egipto, o de
proporcionar puestos de trabajo y viviendas. El turismo, que proporciona 1.000
millones de dólares al mes, se ha derrumbado. Egipto es un importador neto de
energía y tiene pocos recursos naturales. El precio de la energía va en
aumento, poniendo una pesada carga sobre los pobres. La producción nacional se
ha detenido en algunas partes de Egipto, donde cientos de fábricas han cerrado.
Las exportaciones también son menores en comparación con los niveles anteriores
a la revolución. La inversión extranjera se ha secado, asustada por la
agitación política.
La idea que ha arraigado en la mente de
las masas es que nada ha cambiado. Algunos nombres han cambiado, pero el
sistema sigue siendo el mismo. Los patrones que dirigen las fábricas son los
mismos. Los mismos funcionarios corruptos se embolsan la riqueza de la nación.
Los mismos jefes de policía están a cargo de los órganos de represión del
Estado. Los mismos generales mueven los hilos detrás del escenario.
Ahora, todo el descontento acumulado y
la frustración han encontrado un punto focal en el juicio de Mubarak. Este
sirvió para concentrar la atención de la gente.
El juicio de Mubarak
El ex presidente de 84 años de edad, fue
el primer ex Jefe de Estado en ser juzgado en persona desde el inicio de la
Primavera Árabe a principios de 2011. Al anunciar el veredicto, el juez Ahmed
Refaat, dijo que Mubarak y el ex ministro del Interior, Habib al-Adly, habían
"fracasado en impedir que las fuerzas de seguridad utilizaran fuerza
letal" contra manifestantes desarmados.
Al final, los dos hombres fueron
declarados culpables y condenados a cadena perpetua. El juez, obviamente por
temor a la reacción popular, insistió en que el juicio que duró 10 meses había
sido justo. Dijo que la era Mubarak había sido "30 años de oscuridad",
y elogió a los que llamó "los hijos de la nación que se levantaron
pacíficamente por la libertad y la justicia". Pero estas palabras suenan
como una burla cruel de las aspiraciones de millones de egipcios de a pie que
arriesgaron sus vidas para desafiar a la dictadura en las calles el año pasado.
De acuerdo con la legislación egipcia,
la pena máxima para estos delitos es la muerte. Muchos egipcios fueron
asesinados durante el levantamiento, y sus familias y compañeros esperaban que
el hombre que fue responsable de estos asesinatos debía pagar el máximo precio
por sus crímenes. En lugar de eso, lo que le espera a Hosni Mubarak, es pasar
algunos años en una celda confortable de una prisión, donde le proveerán de
todos los lujos hasta que sea liberado por motivos de "mala salud".
Los preparativos para esta trampa ya
están organizándose. La televisión estatal informó que mientras era trasladado
a la cárcel, Mubarak, en un primer momento se negó a abandonar el helicóptero y
luego sufrió graves problemas de salud. Según se informó, ha sido admitido en
el hospital de la prisión.
Para añadir el insulto a la injuria,
Mubarak y sus dos hijos, Alaa y Gamal, fueron absueltos de otros cargos de
corrupción, aunque sus hijos permanecerán en prisión, ya que están acusados del
cargo de manipular el mercado de valores. Evidentemente, el Plan A era lanzar a
Mubarak como un hueso a un perro, con el fin de preservar el resto del viejo
régimen. Pero si eso no funcionaba, arrojarían también a sus dos hijos. Pero
las cosas no salieron según lo planeado.
Inmediatamente después del veredicto,
estallaron enfrentamientos en los tribunales. En el exterior, la sentencia fue
recibida inicialmente con celebraciones, pero la ira pronto se hizo presente
cuando se propagó la noticia de las absoluciones para los otros cargos. Lo que
hizo que las multitudes se enfurecieran aún más fue la absolución de los
funcionarios de seguridad claves que fueron enjuiciados junto con Mubarak.
Cuatro funcionarios del Ministerio del Interior y dos jefes de seguridad locales
fueron absueltos de complicidad en los asesinatos de los manifestantes. Todos y
cada uno de los policías que ordenaron a sus hombres disparar contra los
manifestantes desarmados han sido puesto en libertad sin cargos.
Esto envía un mensaje directo y muy
claro a los órganos de represión del Estado: se puede ordenar matar y torturar
a los manifestantes con total impunidad. Esto es lo que ha provocado la furia
de las masas, expresada en manifestaciones por todo Egipto. Las protestas en El
Cairo fueron secundadas por manifestaciones contra el veredicto en Alejandría,
Suez y Mansoura.
La sentencia que pretendía darle un
cierre y poner fin a la Revolución Egipcia ha tenido el efecto contrario. Se
han abierto heridas que son demasiado recientes y demasiado profundas para
curarse. Se ha forzado al pueblo a recordar que no se han logrado ninguno de
los objetivos de la Revolución. Sobre todo, se ha puesto de manifiesto el hecho
de que el viejo aparato estatal se mantiene prácticamente inalterado. El lema
de la revuelta del año pasado: "¡Abajo el gobierno militar!" está
siendo cantado hora en la plaza y muchos han vociferado contra el veredicto del
sábado.
Dieciséis meses después del comienzo de
la revolución que se libró bajo la bandera de la democracia, no hay democracia
en Egipto. El juicio de Mubarak demuestra que toda la palabrería sobre la ley y
la justicia no tiene sentido. No hay poder judicial independiente: el juez del
juicio de Mubarak no era claramente imparcial, sino una marioneta del régimen.
El Fiscal General fue designado por el propio Mubarak.
Los manifestantes de la plaza Tahrir, el
punto focal de la insurrección del año pasado, dicen que están decididos a
iniciar una sentada. A ellos se les han unido figuras públicas prominentes e
hinchas de fútbol conocidos como Ultras, que han estado implicados en una serie
de confrontaciones políticas.
Yolande Knell de la BBC, informando
desde la plaza Tahrir, dice que hay ira en particular contra las sentencias
absolutorias de los funcionarios, que muchos toman como una señal de que la
discusión sobre la reforma es hueca y que nada ha cambiado.
"El veredicto de Mubarak se burla
de nosotros. Él y [el ex ministro del Interior, Habib] Adly recibieron una
condena y sus ayudantes nada", dijo el manifestante Sharif Ali a la
BBC."Cuando reclamen a la corte de apelación, serán liberados
también."
Sin embargo, la corresponsal de la BBC
agrega, otros se han lanzado a las calles por su desilusión con la situación
política actual.
Elecciones Fraudulentas
Las recientes elecciones presidenciales
fueron organizadas por el mismo Estado que ha permanecido intacto desde el
comienzo del período de Mubarak, con todos los viejos burócratas, generales y
toda una variedad de gángsteres en sus cargos. Esperar elecciones justas de
esta banda sería como pedir peras al olmo.
La primera ronda de las recientes
elecciones presidenciales dejaron a los egipcios con la disyuntiva de elegir
entre un candidato islamista y un ex-primer ministro de la era Mubarak; es
decir, sin ninguna opción en absoluto. El candidato de la izquierda, Hamdin
Sabahi, el verdadero candidato de la Revolución, fue empujado al tercer lugar
detrás del contrarrevolucionario Ahmed Shafiq, el último primer ministro de
Mubarak.
Las elecciones presidenciales no
resolverán nada. El pueblo egipcio esperaba claras mejoras económicas después
de la revuelta del año pasado, pero éstas no llegaron a materializarse. Ahora
exigirá al nuevo gobierno que cumpla con las promesas de la revolución. Pero ya
sea la Hermandad Musulmana o Ahmed Shafiq quienes formen el próximo gobierno,
no resolverán nada. La crisis del capitalismo descarta cualquier mejora.
El déficit presupuestario es cercano al
10% del PIB. La burguesía está exigiendo "reformas serias" (es decir,
recortes) en el sistema de subsidios, que absorbe el 30% del presupuesto
nacional. Pero, ¿Cómo se puede hacer esto al mismo tiempo que proteger a los
pobres? Es decir, ¿Cómo se puede cuadrar el círculo?
Mientras el sistema capitalista siga
existiendo en Egipto, el único futuro que les espera a los obreros y campesinos
es pobreza, caída de los niveles de vida, y hambre ¡Pero no es esto por lo que
se hizo la revolución! Los trabajadores ya están en huelga por salarios más
altos.
La impaciencia y el deseo de encontrar
atajos siempre conduce al desastre. Es un error atribuir demasiada importancia
a acontecimientos efímeros, como unas elecciones (fraudulentas). Es un error
aún mayor prestar demasiada atención a la lucha política por arriba de las
diferentes fracciones de la burguesía, y atención insuficiente a las tendencias
revolucionarias que se están desarrollando por abajo. Lo primero se relaciona
con lo último como la espuma de las olas se relacionan con las corrientes de
las profundidades del océano. Es decir, son fenómenos efímeros.
La Revolución Egipcia se desarrollará
durante un período de años, con alzas y bajas. Habrá avances, pero también
derrotas y reveses. Pero, a través de todo esto, los trabajadores y los jóvenes
van a aprender. Este proceso de aprendizaje será mucho más corto si los
marxistas egipcios no cometen errores graves, como el error de llamar a votar
por la Hermandad Musulmana. Debemos a toda costa mantener la independencia
absoluta de todas las fracciones de la burguesía.
Combinando la firmeza política con la
flexibilidad táctica necesaria, las pequeñas fuerzas del marxismo puede empezar
a tener un eco, comenzando por los trabajadores y jóvenes más avanzados. La
experiencia de un gobierno de los Hermanos Musulmanes abrirá los ojos de
millones en cuanto la naturaleza de clase real de este movimiento se haga
evidente, dejando al descubierto el abismo que separa las palabras y los
hechos, preparando un giro brusco a la izquierda en una fecha posterior.
El fraude de las elecciones ha dado un
poderoso impulso al movimiento de masas. Esto pone de manifiesto la
incorrección de los intentos de bloquear el avance de la contrarrevolución
llamando a votar por los Hermanos Musulmanes como "el mal menor". Con
el fin de derrotar a la contrarrevolución lo que se necesita no son pactos ni
combinaciones electorales por arriba, sino la acción directa de las masas.
Los elementos más avanzados en Egipto
han comprendido esto. En una protesta contra el fraude de las elecciones, los
manifestantes irrumpieron en la sede de campaña de Shafiq, en el área de Fayum,
al sur de El Cairo. Esto y, sobre todo, las protestas masivas en las calles de
El Cairo y de otras ciudades, demuestran que la revolución no está derrotada,
que todavía tiene considerables reservas de energía, y que no se rendirá sin
luchar. En eso, y sólo en eso, es en lo que debemos basarnos.
Los marxistas deben tener fe en sí
mismos, en su programa y en sus ideas. Sobre todo, deben tener fe en las masas
revolucionarias y en la clase obrera. Recordemos que el elemento decisivo en la
ecuación revolucionaria, que eventualmente forzó la salida de Mubarak, fue la
intervención de la clase obrera, y la clase obrera sigue siendo la clave de
toda la situación.
La Revolución Egipcia fue preparada por
el mayor movimiento huelguístico del que ha sido testigo Egipto en más de medio
siglo. De 2004 a 2008 más de 1,7 millones de trabajadores participaron en más
de 1.900 huelgas y otras formas de protesta. En los últimos tiempos se han
producido 3.000 huelgas, incluyendo todos los sectores, tanto público como
privados. Muchos de ellos tuvieron éxito, dando lugar a aumentos salariales.
Sin embargo, la lucha económica ya no es suficiente. Incluso cuando las huelgas
son exitosas y los salarios se incrementan, los efectos son rápidamente anulados
por la inflación.
La Revolución Egipcia ha comenzado pero
no ha terminado. Con el fin de resolver los problemas de la sociedad egipcia,
es necesario romper con el capitalismo, expropiar a los capitalistas y a los
imperialistas, y llevar a cabo la transformación socialista de la sociedad.
Esto es posible y necesario. Que nuestro lema sea:
"Thawra hatta'l Nasr"
(Revolución hasta la Victoria)
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