UN ESTILO DE VIDA HUMILDE Y LIBERTARIO
El estilo de ser
humilde y libertario representa bien aquel modo sencillo y tranquilo propio del
estudio científico. Representa bien las maneras del maestro acogedor y cercano
a sus compañeros del aula y del departamento. Representa bien la fortaleza
serena y pacífica frente a las críticas y los prejuicios. Representa bien el
estilo de quien dice más en silencio que hablando. Representa bien una mirada
humilde y libertaria sobre el mundo.
Las claves de
una mirada humilde y libertaria, una mirada sabia y universal, una mirada
revolucionaria y compasiva, podrían asemejarse a un contraensayo sobre la
ceguera –con permiso de Saramago-. Porque lo mejor del ser humano no reside en
su capacidad de guiar al que no ve o de enseñar al que no sabe, sino en su
actitud de espera activa y predisposición a actuar cuando sea reclamado para
ello. Su capacidad de reflexión activa y comprometida con la causa de los
últimos. Es como el que se hace encontradizo casual en nuestro camino y en
realidad nos buscaba no esperando un beneficio para sí mismo, ni siquiera para socorrernos
en nuestra debilidad o ceguera particular que nos iba aproximando peligrosamente
al borde del abismo, sino más bien para caminar a nuestro lado, aprendiendo
juntos, dispuesto a cruzar el abismo.
Si algo
caracteriza hoy esencialmente al maestro no es el fervor en la transmisión de
unos conocimientos, ni siquiera el conocimiento mismo que atesora. No es el
número de clases o de conferencias que imparte, ni la frecuencia de sus
acreditadas opiniones en los periódicos, ni los títulos académicos acumulados
ni los artículos de investigación publicados. Si algo caracteriza hoy
esencialmente a un maestro es su mirada humilde y libertaria sobre el mundo.
Si algo
caracteriza hoy esencialmente a un maestro no es la justificación científica de
sus opiniones y creencias. No es su pertenencia a una corriente intelectual
concreta, ni las tesis doctorales que escribe y dirige, ni las acreditaciones
oficiales conseguidas, ni las cátedras en las que se sienta.
Si algo
caracteriza hoy esencialmente a un maestro es su mirada humilde y libertaria
sobre el mundo. Una mirada humilde frente a la desesperanza, la insolidaridad y
las injusticias. Una mirada libertaria frente al dinero, al poder, a la fama y
los privilegios.
Si algo
caracteriza esencialmente a un maestro es su mirada sobre el mundo, una mirada
defensora del prójimo necesitado, una mirada compasiva, cuidadora del más
débil. Si algo caracteriza esencialmente la mirada de un maestro es su luz
iluminadora. Su luz que ilumina los rincones de pobreza y miseria. Su luz que
ilumina los tesoros escondidos para acompañar y remediar las necesidades del
prójimo.
Hoy el maestro
con una mirada humilde y libertaria sobre el mundo no es el sabio de antaño. Se
parece más al buen samaritano que socorre con inteligencia al malherido al
borde del camino. Se parece más a quien presta oídos al legado intelectual de
las personas menos favorecidas, las que no tienen voz ni voto. Se parece más al
que percibe alto y claro el legado de sabiduría de las personas explotadas,
despojadas de dignidad, sin papeles, analfabetas. Se parece más a quien
entiende que las personas marginadas son las verdaderas portadoras de la verdad,
las auténticas maestras.
Se parece más a
quien comprende lo que oye un sordo, lo que ve un ciego, lo que sueña un preso,
lo que anhela un esclavo…
El maestro con
una mirada humilde y libertaria sobre el mundo se parece más a una madre que
sostiene entre sus brazos a un bebé. El llanto del bebé, sus ruiditos
guturales, sus movimientos azarosos, su respiración, no son inteligibles como
palabras pero la madre entiende lo que su hijo quiere y siente: siente hambre,
siente sueño, siente malestar, siente paz, nos observa, se ríe, quiere jugar,
quiere gatear, quiere andar.
Maestros sin
otra escuela que el mundo, sin otra ambición que compartir la sabiduría de la
paz y la alegría de caminar juntos. Sin otro currículum que el de haber gastado
cada segundo de sus vidas en educar la mirada, empezando por la propia mirada.
Si algo
caracteriza hoy esencialmente a un maestro es su mirada humilde y libertaria. Amigos
nuestros la tienen, como tantos otros compañeros en este caminar hacia la
utopía. Compañeros en apariencia “dispersos” por ahí, aunque en realidad
haciéndose los encontradizos allí donde son necesarios. Saber que existen y
reconocerlos entre nosotros es un alivio y un gozo. Gracias.
Si nos
preguntáramos qué diría hoy un maestro ante la situación actual quizá nos
arengaría con el siguiente alegato humilde y libertario:
Cuando el
desempleo apunta hacia la acumulación capitalista… Cuando la deuda apunta a la
banca… Cuando la indignación apunta hacia la especulación… Cuando la
especulación apunta hacia el paraíso fiscal… Cuando el descrédito de la clase
política apunta a la corrupción del poder…
Cuando la
pobreza señala a los ricos… Cuando el inmigrante señala a la pobreza… Cuando la
voz crítica mira hacia los enmudecidos… Cuando la crisis alimentaria apunta
hacia la especulación financiera…
Cuando las
víctimas del machismo “que no quieren denunciar” señalan a los violentos y sus
cómplices institucionales… Cuando las empleadas de hogar “que no quieren
contrato” apuntan a los burgueses explotadores… Cuando el parado “que no quiere
trabajar” mira hacia la plusvalía del empresario… Cuando el desahuciado “que no
quiere pagar” señala a los prestamistas... Cuando el abstencionista “que no
quiere votar” señala a la Ley D’Hont…
Cuando el
enfermo “que no quiere curarse” apunta hacia el copago sanitario… Cuando el
universitario “que no quiere estudiar” mira hacia Boloniatrix… Cuando el
apóstata “que no quiere rezar” mira hacia la bifurcación que deslinda Evangelio
y Jerarquía… Cuando el hambriento “que no quiere comer” señala hacia la
opulencia, el derroche y la sociedad consumista… Cuando el desposeído “que no
quiere integrarse” señala hacia la propiedad privada…
Cuando la
cultura de la subvención mira hacia la cultura de la especulación… Cuando el
mísero gorrón mira hacia el soberbio glotón… Cuando el derecho a la renta
básica mira hacia el privilegio de las pensiones vitalicias y los sueldos
astronómicos… Cuando la subsistencia bajo el umbral de la pobreza señala el
elevado listón de las rentas del capital y los beneficios empresariales… Cuando
el democrático descontento social por los recortes apunta hacia la dictadura
económica de los mercados… Cuando la lucidez del indignado mira hacia la
ceguera de la ideología neoliberal…
Cuando los
millones de las loterías, apuestas y juegos de azar apuntan hacia la
insolidaridad… Cuando los fusiles y armas de los ejércitos apuntan hacia la
casa de otro… Cuando las campanas repican por el vecino…
Cuando el dedo
apunta a la luna…, el poderoso lo recorta. Cuando el dedo apunta a la luna…, el
creyente burgués lo comulga. Cuando el dedo apunta a la luna…, al pobre se lo
administran como medicamento por vía rectal… Si supieran leer lo habrían visto
en el prospecto constitucional del Euro. Cuando el dedo apunta a la luna, el
poeta hace posible y cercana la utopía.
Cuando el dedo
apunta a la luna hay quien mira el dedo y, además, es el mismo que confunde
valor y precio, el mismo que no ve las estrellas pese a que no está llorando.
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