UN ESTILO DE VIDA HUMILDE Y LIBERTARIO. J. AGUSTÍN FRANCO


UN ESTILO DE VIDA HUMILDE Y LIBERTARIO
El estilo de ser humilde y libertario representa bien aquel modo sencillo y tranquilo propio del estudio científico. Representa bien las maneras del maestro acogedor y cercano a sus compañeros del aula y del departamento. Representa bien la fortaleza serena y pacífica frente a las críticas y los prejuicios. Representa bien el estilo de quien dice más en silencio que hablando. Representa bien una mirada humilde y libertaria sobre el mundo.
Las claves de una mirada humilde y libertaria, una mirada sabia y universal, una mirada revolucionaria y compasiva, podrían asemejarse a un contraensayo sobre la ceguera –con permiso de Saramago-. Porque lo mejor del ser humano no reside en su capacidad de guiar al que no ve o de enseñar al que no sabe, sino en su actitud de espera activa y predisposición a actuar cuando sea reclamado para ello. Su capacidad de reflexión activa y comprometida con la causa de los últimos. Es como el que se hace encontradizo casual en nuestro camino y en realidad nos buscaba no esperando un beneficio para sí mismo, ni siquiera para socorrernos en nuestra debilidad o ceguera particular que nos iba aproximando peligrosamente al borde del abismo, sino más bien para caminar a nuestro lado, aprendiendo juntos, dispuesto a cruzar el abismo.

Si algo caracteriza hoy esencialmente al maestro no es el fervor en la transmisión de unos conocimientos, ni siquiera el conocimiento mismo que atesora. No es el número de clases o de conferencias que imparte, ni la frecuencia de sus acreditadas opiniones en los periódicos, ni los títulos académicos acumulados ni los artículos de investigación publicados. Si algo caracteriza hoy esencialmente a un maestro es su mirada humilde y libertaria sobre el mundo.
Si algo caracteriza hoy esencialmente a un maestro no es la justificación científica de sus opiniones y creencias. No es su pertenencia a una corriente intelectual concreta, ni las tesis doctorales que escribe y dirige, ni las acreditaciones oficiales conseguidas, ni las cátedras en las que se sienta.
Si algo caracteriza hoy esencialmente a un maestro es su mirada humilde y libertaria sobre el mundo. Una mirada humilde frente a la desesperanza, la insolidaridad y las injusticias. Una mirada libertaria frente al dinero, al poder, a la fama y los privilegios.
Si algo caracteriza esencialmente a un maestro es su mirada sobre el mundo, una mirada defensora del prójimo necesitado, una mirada compasiva, cuidadora del más débil. Si algo caracteriza esencialmente la mirada de un maestro es su luz iluminadora. Su luz que ilumina los rincones de pobreza y miseria. Su luz que ilumina los tesoros escondidos para acompañar y remediar las necesidades del prójimo.
Hoy el maestro con una mirada humilde y libertaria sobre el mundo no es el sabio de antaño. Se parece más al buen samaritano que socorre con inteligencia al malherido al borde del camino. Se parece más a quien presta oídos al legado intelectual de las personas menos favorecidas, las que no tienen voz ni voto. Se parece más al que percibe alto y claro el legado de sabiduría de las personas explotadas, despojadas de dignidad, sin papeles, analfabetas. Se parece más a quien entiende que las personas marginadas son las verdaderas portadoras de la verdad, las auténticas maestras.
Se parece más a quien comprende lo que oye un sordo, lo que ve un ciego, lo que sueña un preso, lo que anhela un esclavo…
El maestro con una mirada humilde y libertaria sobre el mundo se parece más a una madre que sostiene entre sus brazos a un bebé. El llanto del bebé, sus ruiditos guturales, sus movimientos azarosos, su respiración, no son inteligibles como palabras pero la madre entiende lo que su hijo quiere y siente: siente hambre, siente sueño, siente malestar, siente paz, nos observa, se ríe, quiere jugar, quiere gatear, quiere andar.
Maestros sin otra escuela que el mundo, sin otra ambición que compartir la sabiduría de la paz y la alegría de caminar juntos. Sin otro currículum que el de haber gastado cada segundo de sus vidas en educar la mirada, empezando por la propia mirada.
Si algo caracteriza hoy esencialmente a un maestro es su mirada humilde y libertaria. Amigos nuestros la tienen, como tantos otros compañeros en este caminar hacia la utopía. Compañeros en apariencia “dispersos” por ahí, aunque en realidad haciéndose los encontradizos allí donde son necesarios. Saber que existen y reconocerlos entre nosotros es un alivio y un gozo. Gracias.
Si nos preguntáramos qué diría hoy un maestro ante la situación actual quizá nos arengaría con el siguiente alegato humilde y libertario:
Cuando el desempleo apunta hacia la acumulación capitalista… Cuando la deuda apunta a la banca… Cuando la indignación apunta hacia la especulación… Cuando la especulación apunta hacia el paraíso fiscal… Cuando el descrédito de la clase política apunta a la corrupción del poder…
Cuando la pobreza señala a los ricos… Cuando el inmigrante señala a la pobreza… Cuando la voz crítica mira hacia los enmudecidos… Cuando la crisis alimentaria apunta hacia la especulación financiera…
Cuando las víctimas del machismo “que no quieren denunciar” señalan a los violentos y sus cómplices institucionales… Cuando las empleadas de hogar “que no quieren contrato” apuntan a los burgueses explotadores… Cuando el parado “que no quiere trabajar” mira hacia la plusvalía del empresario… Cuando el desahuciado “que no quiere pagar” señala a los prestamistas... Cuando el abstencionista “que no quiere votar” señala a la Ley D’Hont…
Cuando el enfermo “que no quiere curarse” apunta hacia el copago sanitario… Cuando el universitario “que no quiere estudiar” mira hacia Boloniatrix… Cuando el apóstata “que no quiere rezar” mira hacia la bifurcación que deslinda Evangelio y Jerarquía… Cuando el hambriento “que no quiere comer” señala hacia la opulencia, el derroche y la sociedad consumista… Cuando el desposeído “que no quiere integrarse” señala hacia la propiedad privada…
Cuando la cultura de la subvención mira hacia la cultura de la especulación… Cuando el mísero gorrón mira hacia el soberbio glotón… Cuando el derecho a la renta básica mira hacia el privilegio de las pensiones vitalicias y los sueldos astronómicos… Cuando la subsistencia bajo el umbral de la pobreza señala el elevado listón de las rentas del capital y los beneficios empresariales… Cuando el democrático descontento social por los recortes apunta hacia la dictadura económica de los mercados… Cuando la lucidez del indignado mira hacia la ceguera de la ideología neoliberal…
Cuando los millones de las loterías, apuestas y juegos de azar apuntan hacia la insolidaridad… Cuando los fusiles y armas de los ejércitos apuntan hacia la casa de otro… Cuando las campanas repican por el vecino…
Cuando el dedo apunta a la luna…, el poderoso lo recorta. Cuando el dedo apunta a la luna…, el creyente burgués lo comulga. Cuando el dedo apunta a la luna…, al pobre se lo administran como medicamento por vía rectal… Si supieran leer lo habrían visto en el prospecto constitucional del Euro. Cuando el dedo apunta a la luna, el poeta hace posible y cercana la utopía.
Cuando el dedo apunta a la luna hay quien mira el dedo y, además, es el mismo que confunde valor y precio, el mismo que no ve las estrellas pese a que no está llorando.

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