UN
PAÍS NO ES UNA EMPRESA
Afanados todos los gobiernos
neoliberales en la cuenta de resultados, hemos asimilado a los países con el
concepto de empresa. La mayor parte de las definiciones de “empresa” la vinculan
a una actividad económica. Por ejemplo, en el Derecho internacional, empresa es
el conjunto de capital, administración y trabajo dedicados a satisfacer una
necesidad en el mercado. La más genérica es la que la designa como una
organización dedicada a actividades y persecución de fines económicos o
comerciales para satisfacer las necesidades de bienes y servicios de los
demandantes.
En
nombre de esos resultados económicos y para cuadrar el déficit se suprimen
gastos “innecesarios” como los que atienden a la población en general: sanidad,
educación, cultura, ciencia. El equilibrio del balance es lo prioritario.
Cada
vez es más frecuente encontrar personas con las que te identificas en la
denuncia de esta aberración. Así El Roto nos muestra este viernes al padre que
le dice a su retoño: yo no tengo hijos, tú eres una filial.
Porque
veamos, ¿quién es el dueño del capital en esta presunta empresa? Los ciudadanos
que la costean con sus impuestos fruto de su trabajo y sus ahorros. Como no
podemos ocuparnos todos a la vez de su funcionamiento (o eso nos dicen) hemos
contratado a un Consejo de Administración que designa a un Gerente y su junta
de gobierno y que renovamos cada cuatro años. Y estos empleados nuestros
deciden desde vender nuestro patrimonio (con lo que llaman “privatizaciones”) a
recortarnos gran parte de los beneficios de los que disfrutábamos, que tampoco
eran para deslumbrar en el caso de España comparados con otros países europeos.
Si protestamos (en la calle, porque no
hay junta pública de accionistas) nos llaman terroristas, nos detienen e
incluso nos muelen a palos. A algunos de los gerentes les gusta mucho remarcar
su autoridad, y para eso sí tienen dinero. Incluso les gustaría inculcar el
concepto a la población desde pequeños.
El problema es que los países no son
empresas, no mercantiles. Tienen un montón de personas dentro. Llenas de
ilusiones grandes y pequeñas. Quieren vivir, cubrir sus necesidades, prosperar,
hacer algo para sí y para los demás (en algunos casos) e incluso ser felices.
Ése es su “empeño”, ésa sí es la “empresa”. José Luis Sampedro siempre dice que
cuando empezó a estudiar economía –en tiempos en los que apenas se conocía la
asignatura- ésta se definía como la actividad para satisfacer las necesidades
de las personas. El capitalismo que se fue degradando con los años, más libre
en sus atropellos que en el mercado, ha desvirtuado la idea. Por eso, los
descerebrados partidarios de la usura dicen que Sampedro “es un mal
economista”, aunque haya enseñado a varias generaciones y haya habido ministros
entre sus alumnos.
Estos Consejos de Administración y
gerentes que hemos contratado hacen un flaco favor a la democracia,
fundamentalmente porque no les pagamos por ese concepto, sino para que ejerzan
la política. Es algo que la sociedad tampoco debe olvidar aunque le induzcan a
ello. Como ya he dicho muchas veces,la Política es imprescindible en un sistema
democrático. Con tropiezos, avances y errores, la humanidad persigue
disfrutarla desde los griegos, cinco siglos antes dela Eracristiana. ¿Es su
objetivo cuadrar balances? No, es dignificar el papel del ciudadano, de un ser
libre sujeto a derechos y deberes; regular una
actividad humana cuyo fin es gobernar y dirigir la acción del Estado en
beneficio de la sociedad.
PUBLICADO EN ZONA CRÍTICA
1 comentario:
Ese es "el concepto" en el que "está instalado" Rajoy, y por eso no "cree" que deba atender, por ejemplo, a la prensa.El golpe de estado a la democracia de estos neoliberales consistía en convertir en empresas a los estados.Y,evidentemente, las empresas NO son una democracia (mi jefe dixit).La Gravedad reside en que Los Estados Democráticos existen por Delegación de los Ciudadanos y NO de Los Mercados
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