Me dirijo a vosotros, que no sé si sois los de
siempre; lo dudo, pues algunos de vosotros fuisteis compañeros míos de
instituto, y alguno no ha llegado a cumplir los cuarenta, como sí es,
efectivamente, en mi acomodado caso. Hablo de los adolescentes y de los jóvenes
políticamente extremistas. Antes que nada, deciros que la clase política os
confunde, diciendo que siempre sois los mismos, además os llaman “radicales”, y
eso no, eso no vale, radical soy yo, pero nunca –eso espero y deseo-
extremista.
Veréis, alguno de vosotros va diciendo que el
pacifismo del 15M es una lamentable pérdida de tiempo. En eso no habéis
cambiado, vuestra situación siempre es la más urgente, siempre sois los más
sensibles a la opresión del estado, por eso os endurecéis tan deprisa el
cerebro, pues otras partes de vuestro cuerpo permanecen siendo muy blandas. Un
cerebro extremista tiende a la simplificación analítica, blanco y negro, buenos
y malos, como en las películas del oeste, y a vosotros siempre os gustaron los
malos.
Se puede ser pacifista sin ser un “blando” mental,
sin ser un “perro-flauta” o un aspirante a futuro político o, en su defecto,
intelectual burgués o abogado laboralista. ¿Quién os ha engañado, quién os ha explicado
que el pacifismo es la posición extrema, la contraria a vuestro extremismo de
violencia de aprendices de guerrilleros? El pacifismo es otra forma de
violencia, pues quien negara la violencia se haría a sí mismo mucha, pero mucha
violencia. Ahora bien, hay un detalle importante, demasiado sutil para
vosotros, jóvenes y adolescentes que gustáis de cubriros enseguida vuestras
amargadas caras, resentidas e infelices caras, hijos también vosotros de
vuestras familias y vuestros papás, los primeros a los que queréis castigar por
haberos hecho nacer sin vuestro permiso.
La actitud pacifista, acompañada de una buena
estrategia –desconocéis lo que significa este último término- puede llegar a
ser muy contundente y efectiva, ya que, bien pensado, el pacifismo “violenta” a
los que detentan el uso “legítimo” de la violencia, ya sea en sus palabras
(clase política) como en sus porras (los funcionarios antidisturbios). Os
pondré un ejemplo, que irá un poco más allá de las clases para aprender a
recibir golpes con “dignidad”: en el injustificado desalojo de la Plaza
Cataluña, en Barcelona, hará ya unos cuantos meses, los concentrados podían
haber tomado una decisión diferente; dado que ese desalojo era una patraña
montada por el “conseller” y el alcalde correspondientes, una forma expeditiva
de “limpiar” la plaza; dado que la negativa de los concentrados habría sido
entendida como resistencia a la “autoridad”, pues nada, todos podrían haber ido
pacífica y silenciosamente hacia las furgonas policiales, previo ofrecimiento
de sus muñecas para ser todos, completamente todos esposados, y llevados a no sé
qué puñetera comisaría, y luego a no sé que tribunal y ante no sé qué juez. Me
gustaría saber qué habría representado una
acción organizada y pacífica de esta clase. A los del poder, seguro que les
habría cabreado el colapso de detenidos-voluntarios, pero a vosotros, que no
sois radicales sino extremistas, también os habría cabreado el numerito.
Por lo último dicho, siempre me pareceréis
individuos inquietantes, más cercanos al poder opresor de lo que os podéis
imaginar, con vuestro propio “estado de excepción” lleno de contenedores
incendiados. A los que detentan el poder político, por ejemplo, siempre les habéis
parecido sus hijos predilectos, los que siempre nombran, los que siempre están
ahí: ya no sois más que eso, un instrumento ya agotado que le hace el juego al
poder represivo.
Los que realmente sufren en los extremos de esta
injusta sociedad, ésos son los que salen y entran de las prisiones públicas
(¿no hay ninguna privada para vosotros?), ésos pasan hambre, están enfermos, y
cualquier día revientan y ya nadie se acuerda de ellos. ¿Por qué sofisticada
razón os consideráis tan importantes, tan imprescindibles y necesarios? ¿Dónde
están los hijos vuestros que tenéis que mantener robando o haciendo lo que haga
falta? Los auténticos extremistas jamás aceptarían esa burgués designación,
prefiriendo ser llamados “como Dios manda”, ladrones, delincuentes, con un par.
Dejad ya de esconderos como lo hacen los
antidisturbios; montad vuestras manifestaciones, bien protegidos por vuestros
contenedores, sin aprovecharos de las de los demás, las nuestras, las de los
“borregos”… pues, ¡ala! ¡A hacer de pastores en otros pastos y con otro
rebaño!...
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